¿Quién no ha sentido unas ganas irrefrenables de ir al baño antes de hablar en público o de hacer un examen importante? El deseo de orinar es una de las consecuencias más comunes de la ansiedad, ya sea causada por una situación de nerviosismo o de miedo. En este punto, quien no haya necesitado correr a vaciar su vejiga después de llevarse un buen susto que tire la primera piedra.
La razón de esta respuesta de nuestro organismo no es del todo conocida. Como ocurre con otros fenómenos, debe haber una causa evolutiva, que haya empujado a una explicación biológica. Ni una ni otra se conocen con seguridad, aunque existen diversas teorías, la mayoría de ellas relacionadas con una reacción muy común, tanto en humanos como en otros animales: la necesidad de huir o luchar.
Pelea o corre
La reacción de huida o lucha está detrás de muchos de los síntomas que sentimos los seres humanos cuando nos encontramos ansiosos. La ansiedad es una reacción natural y necesaria, que nos prepara para estar alerta ante una situación que podría ser peligrosa: los músculos se tensan, a la espera de pelear o salir corriendo, las pupilas se dilatan para que podamos ver con más nitidez, nuestro ritmo cardiaco se acelera para asegurar un mejor suministro de sangre hacia nuestras extremidades y el cuerpo se refrigera a través de un aumento de la sudoración.
El problema es que estas reacciones no se generan siempre ante situaciones que necesariamente pongan en peligro nuestra vida, de modo que los síntomas pueden llegar a ser un incordio, especialmente cuando se producen de forma repetida, a veces sin motivo aparente.
Cómo superar la ansiedad ante los exámenes
Todo esto explicaría a grandes rasgos a qué se deben los trastornos asociados a la ansiedad, pero también responde a otros fenómenos, como el hecho de que las ganas de orinar aumenten ante una situación de miedo o nervios. Eso sí, para comprenderlo es necesario empezar por el principio, con una pregunta muy simple.
¿Cuándo vaciamos nuestra vejiga?
En condiciones normales, la orina procedente de la actividad de los riñones se va acumulando en la vejiga, hasta que esta se llena y debe vaciarse para poder seguir llenándose.
Aunque puede variar, en la vejiga caben de 300 a 500 mililitros de orina. Cuando se llega a esta cantidad, una serie de receptores presentes en ella activan una región del tronco encefálico, conocida como centro de micción pontino, que a su vez actúa sobre el esfínter, favoreciendo que se relaje y ayude al vaciado. En adultos sanos esto no ocurre de forma automática, pues en ese caso siempre que se llenara la vejiga la persona se orinaría, estuviese donde estuviese. Por eso, es necesaria la intervención de la corteza prefrontal. Esta zona del cerebro está implicada en funciones como la expresión de la personalidad, los procesos de toma de decisiones y la adecuación del comportamiento social acorde a cada momento. Sin embargo, según explicaron los neurocientíficos David Diamond, Gary Fisk, Roy Freeman y Gert Holstege en declaraciones a Slate, también se encarga de enviar cuando sea necesario al tronco encefálico señales inhibitorias, que frenan la relajación del esfínter, de modo que solo pueda hacerse voluntariamente.
El problema, como bien añaden estos científicos, es que en condiciones estresantes esta señal de inhibición puede ser también interferida por el sistema límbico, implicado en las reacciones de lucha o huida.
Por qué se nos pone la piel de gallina y otros vestigios de nuestro cuerpo
En cuanto a la razón de que esto ocurra, el profesor de urología de la Universidad de Pennsylvania Alan Wein explicó en un artículo de Live Science que podría deberse a que, bajo estrés, el sistema nervioso central se activa para operar a un mayor nivel de sensibilidad, lo cual significa que se necesita menos cantidad para actuar. En este caso, la vejiga no tendría que estar tan llena para que se activaran las señales de vaciado.
De cualquier modo, y en base a la explicación de la psiquiatra Ashwini Nadkarni en The HuffPost, también tiene mucho que ver la forma en que nosotros mismos lo percibimos. Todos hemos podido observar que cuando estamos ansiosos somos mucho más conscientes de nuestro propio cuerpo. Cosas a las que normalmente no prestamos atención, como los latidos del corazón, se hacen mucho más tangibles. Ocurre lo mismo con la vejiga. Nos damos más cuenta de que se va llenando y creemos que necesitamos vaciarla cuando en realidad aún le cabe mucha más orina.
Por otro lado, todos los expertos coinciden en que el hecho de que los músculos del cuerpo se contraigan también puede tener que ver, ya que esto empuja a que la vejiga deba vaciarse.
¿Huir orinando?
Si todo esto se ve explicado por los mecanismos neurobiológicos relacionados con las respuestas de “luchar o huir”, ¿por qué se desencadena también la orina?
Tampoco hay una solución clara para esta cuestión evolutiva. Los expertos creen que en el pasado podría ser que nuestros ancestros marcaran el territorio para evitar conflictos o que se utilizara la orina para ahuyentar depredadores.
A falta de depredadores, hoy en día tenemos otros enemigos ante los que nos cuesta evitar orinar. Al fin y al cabo, un examen de oposición no es un jaguar. Pero también da bastante miedo.