En la naturaleza podemos encontrar animales que caminan con dos patas, con cuatro, con seis, con ocho o incluso con setecientas cincuenta. También los hay que se arrastran, o que no tienen patas, pues les basta con sus aletas para nadar. Pero lo que nadie ha visto todavía, con alta probabilidad porque no existe, es una especie que ande sobre tres patas.

Esto es algo que resulta sorprendente, especialmente porque sí que existen animales que utilizan la cola, o incluso el pico, a modo de extremidad, desplazándose en lo que se conoce como tripedalismo. Entonces, ¿por qué no ha evolucionado ninguno para tener tres patas reales? Esta es una pregunta que se han hecho muchos científicos, y a la que ha intentado dar respuesta la investigadora de la Universidad de California Tracy Thomson, en un estudio publicado recientemente en BioEssays. Por desgracia, no ha logrado llegar a una conclusión definitiva, aunque al menos intuye cuáles pueden ser los motivos de este peculiar misterio.

¿Problemas con la gravedad? No tantos

La primera opción que surge a la hora de intentar explicar la ausencia de tres patas en el reino animal es la posibilidad de que esto entorpeciera su estabilidad.

Es cierto que una constitución en forma de trípode sería estáticamente estable. No hay más que ver lo bien que se mantiene un taburete. ¿Pero qué pasaría al andar? ¿Se perdería la estabilidad al levantar alguna de las extremidades para caminar? Aunque en un principio se podría pensar que el centro de gravedad se alteraría, provocando que el animal se cayera, esto es algo poco probable, puesto que en la mayoría de especies las patas cuentan con estructuras planas en amplio contacto con el suelo, sustentadas también por un sistema musculoesquelético fuerte, que les ayuda a mantener el equilibrio. No hay más que ver cuántos animales son capaces de mantenerse durante largo tiempo solo en una pata.

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En su estudio Thomson señala también que algunas especies utilizan el propio trote para mantener el equilibrio. De hecho, los hay que mientras corren son capaces de pasar breves periodos de tiempo sin ninguna extremidad en contacto con el suelo, simplemente gracias a la inercia. Esto podría presentarse algo más complicado para los animales de mayor tamaño. Por ejemplo, algunos grandes mamíferos terrestres, como los elefantes y los hipopótamos, mantienen siempre al menos un punto en contacto con la superficie, incluso si se mueven muy rápido. De cualquier modo, estos serían solo una minoría.

Tres extremidades sí, pero no tres patas

Algunos animales, como el suricata, utilizan su musculosa cola como tercera extremidad, para mantenerse erguidos en los periodos de vigilancia. Otros, como el canguro, hacen lo propio para dejar las patas delanteras libres mientras comen. Incluso algunas aves, como el pájaro carpintero, emplean el pico como una tercera garra para trepar por los troncos. Se podría decir que todos utilizan una parte de su cuerpo a modo de tercera extremidad en situaciones concretas. Lo más curioso es que lo hacen porque les resulta beneficioso. Al menos eso es lo que se deduce de los estudios con robots, que muestran que para los seres vivos posarse sobre tres extremidades es energéticamente más rentable que hacerlo sobre dos. Pero, aun así, no hay ningún trípedo conocido.

En este punto Thomson considera la existencia de tres patas como un fenotipo prohibido. Es decir, una característica genética que nunca puede darse. Solo queda retroceder evolutivamente hacia atrás, en busca del punto en el que esto comienza a parecer imposible. Y la única explicación probable es la simetría bilateral de la mayoría de especies.

Casi todos los animales cuentan con este tipo de distribución, que lleva a que el cuerpo se divida aproximadamente en dos partes especularmente idénticas. Por ejemplos, los seres humanos tenemos dos brazos y dos piernas, uno a cada lado. Las arañas tienen ocho, cuatro y cuatro, y ocurre lo mismo con las seis de las hormigas, que se dividen en dos grupos de tres. Al proceder de ancestros comunes, la inmensa mayoría de animales han mantenido esa bilateralidad, que se desarrolló incluso antes de que aparecieran las extremidades. Solo existen unas pocas excepciones, como las estrellas de mar, que cuentan con lo que se conoce como simetría pentaradial. Y sí que es cierto que algunos animales mutados han nacido con tres patas. Por ejemplo, en 2008 se documentó en China el nacimiento de un patito trípedo a causa de una mutación genética. No era la primera vez que se daba un caso similar, pues varios patos habían nacido antes en otras partes del mundo con cuatro extremidades. Ninguno con tres.

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Incluso en humanos se conoce el caso del artista italiano Frank Lentini, que vivió con tres piernas, desde 1889 hasta 1966. Sin embargo, su caso era diferente, pues en realidad se debía a la existencia de un gemelo parásito, que se había manifestado a través de una extremidad de más. No podía considerarse, por lo tanto, como una mutación genética.

En definitiva, sí que ha habido algunos ejemplos de animales que han nacido “por error” con tres patas, pero a ninguno le ha supuesto una ventaja evolutiva en comparación con el resto. La cosa parece estar un poco más clara, pero de momento este asunto seguirá siendo un misterio, de esos que ponen la mente de los científicos “patas arriba”.