Para encontrar nuevas armas contra las bacterias resistentes a antibióticos, no solo es importante encontrar nuevas sustancias con poder bactericida a las que aún no hayan podido adaptarse los patógenos. También es necesario aclarar los mecanismos que emplean para conseguir esa adaptación.
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Aunque ya existe alguna información al respecto, muchos de ellos siguen siendo un misterio para los científicos. Pero poco a poco van apareciendo nuevas pistas sobre su forma de actuar. Una de ellas la acaba de publicar en Nature Communications un equipo de científicos de la Universidad de Newcastle, al descubrir que algunas bacterias optan por volverse vulnerables para combatir a los antibióticos. Puede parecer contradictorio, pero lo cierto es que es una estrategia redonda, gracias a la cual puede sobrevivir una población de ellas suficientemente grande para seguir proliferando y prolongando ciertas infecciones, que en pacientes con un sistema inmunitario debilitado pueden ser muy peligrosas.
Las bacterias se quitan su escudo
Para la realización de este estudio los investigadores extrajeron muestras de bacterias de pacientes ancianos con infecciones de orina recurrentes, ingresados en el Hospital Newcastle Freeman. Principalmente, se obtuvieron cepas de E. coli, Enterococcus, Enterobacter y Staphylococcus, implicadas normalmente en la aparición de cistitis, entre otras enfermedades.
A continuación, las cultivaron en el laboratorio y procedieron a grabar cómo se comportaban ante la presencia de antibióticos de la familia de las penicilinas. Estos fármacos actúan sobre la pared celular de la bacteria, por lo que posiblemente el mecanismo de defensa frente a ellos se encontraría ahí. Y así fue, pero lo que vieron en el vídeo final era realmente sorprendente.
Básicamente, lo que hacían estas bacterias era liberarse de su pared celular, de modo que el antibiótico no pudiese atacarlas. Esto a bote pronto puede ser un problema, pues esta estructura es la que mantiene a estos microorganismos estables, con una forma definida. Si la pierden quedan débiles y mucho más vulnerables, adquiriendo una forma menos clara, como de L. Al perder su pared protectora, muchas bacterias morían bajo la acción del sistema inmunitario, pero escapaban del antibiótico, por lo que las pocas supervivientes podían ocultarse en el organismo y desencadenar una nueva infección cuando las condiciones volviesen a ser las adecuadas.
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Además, en el vídeo se podía ver que la estructura en L solo se mantenía mientras permanecía el efecto del antibiótico, pues solo cinco horas después comenzaban a fabricar una pared celular nueva.
Podría pensarse que esto es algo que solo ocurre en cultivo celular, in vitro. Por eso, estos científicos procedieron a infectar con las mismas bacterias a un grupo de peces cebra, cuya transparencia permite observar lo que pasa en su interior. Así, pudieron ver a través del microscopio que respondían del mismo modo a la presencia de los antibióticos.
Solo en pacientes debilitados
En 29 de los 30 pacientes de los que se extrajeron las bacterias resistentes se observó la estrategia de adquirir la forma de L. Todos eran ancianos, con infecciones recurrentes, y es precisamente ahí donde entra en juego el claro factor diferencial que permite que los patógenos puedan recurrir a esta técnica evasiva: tenían su sistema inmunitario debilitado.
En personas sanas no podrían proceder de esta forma, ya que las defensas de su organismo atacarían a estas bacterias más vulnerables. Sin embargo, en ancianos o individuos inmunodeprimidos la reacción defensiva no sería suficiente para acabar con todas. Por eso, bajo las conclusiones del estudio, es importante utilizar nuevas estrategias en este tipo de pacientes. Por ejemplo, utilizar un tratamiento formado por dos fármacos, un antibiótico dirigido a la pared celular, que estimularía que pasaran a forma en L, y otro que terminara de fulminar a los microbios debilitados que quedaran después.
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También es importante tener en cuenta este hallazgo de cara al diagnóstico, pues han descubierto que las bacterias en forma de L estallan y desaparecen por el efecto del gel empleado en las técnicas de diagnóstico empleadas normalmente en el hospital, de modo que se formarían falsos negativos. Por eso, en estos casos habría que confirmar el resultado con un método especial de detección osmoprotectora, que protegiera a las bacterias en L para que puedan ser detectadas. Protegerlas primero para fulminarlas después. Esa puede ser la herramienta clave.