Lo que la ciencia te da, la ciencia también te lo puede quitar. Esta máxima es aplicable en muchos casos, pues un gran número de hallazgos científicos han sido refutados después con ayuda de más investigación.

Pero no solo se anula la validez de antiguas teorías. También puede ocurrir que un simple tecnicismo intercambie los diferentes puestos de un récord concreto. Es lo que acaba de ocurrir con la disputa por el volcán más grande del mundo. Hasta 2013 había gozado de este título el Mauna Loa, un volcán hawaiano de 4.169 metros de altura y 75.000 kilómetros cúbicos de volumen. Sin embargo, dicho año el puesto le fue arrebatado por el Tamu, un gran macizo sumergido en mitad del Pacífico, que no solo se consideraba como el más grande de la Tierra, sino también uno de los mayores del sistema solar, por superar en tamaño al Monte Olimpo, de Marte. Ahora, un nuevo estudio, publicado recientemente en Nature Geoscience, ha sacado a la luz que en realidad no se trata de un solo volcán, sino de una cordillera volcánica, compuesta por varios de ellos, por lo que Mauna Loa vuelve a colocarse en lo más alto. En todos los sentidos.

El campo magnético tenía la respuesta

Tanto Mauna Loa como Tamu eran considerados como volcanes escudo, un tipo de volcanes de grandes dimensiones, formados a partir de las capas de sucesivas erupciones basálticas fluidas. Sin duda este es el origen de ambos, pero en el caso de Tamu no se había formado uno, sino varios volcanes escudo.

Esta conclusión ha sido posible gracias al análisis de las anomalías magnéticas de esta zona del planeta, ¿pero qué tiene que ver el campo magnético con los volcanes?

El campo magnético natural de la Tierra procede de varias capas de la misma. Según explican en un póster sobre el tema investigadores procedentes de la Universidad de Burgos, El Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Roma y el Laboratorio de Geodinámica Planetaria de la NASA, más del 90% del campo total procede del núcleo externo, compuesto principalmente por hierro fundido. Pero también influyen en él los minerales magnéticos de la corteza terrestre y el flujo de partículas solares cargadas situadas en la ionosfera y la magnetosfera. Ahora bien, este campo no se mantiene estable, sino que puede sufrir lo que se conoce como anomalías magnéticas, debidas a la variación en el contenido de minerales magnéticos presentes en las diferentes estructuras geológicas ubicadas sobre la corteza.

Un año encerrados en la ladera de un volcán para aprender sobre Marte

El análisis de estas anomalías tiene múltiples aplicaciones, entre las que destaca el estudio de los volcanes, con el fin de conocer tanto su historia como sus posibles comportamientos futuros.

Desde su hallazgo en 2013, el origen del macizo Tamu había sido un misterio, de ahí que un equipo de geofísicos de la Universidad de Houston decidiera analizarlo de este modo. Para ello tomaron hasta 4,6 millones de lecturas de campo magnético tomadas por varios barcos en los últimos 54 años. Además, estos datos se unieron a más lecturas magnéticas vinculadas a ubicaciones GPS tomadas por el buque de investigación Falkor, con el objetivo de construir un gran mapa magnético. De este modo pudieron comprobar que en torno a la formación del supuesto volcán se habían generado múltiples anomalías magnéticas, que se corresponderían con la existencia de numerosos movimientos de las placas litosféricas, no por una sola erupción. En definitiva, indicaría que en realidad no está compuesto por un solo volcán, como el Mauna Loa, sino por varios de ellos, que dan lugar a una cordillera ubicada en mitad del océano.

Los volcanes más letales del mundo

Tanto el estudio inicial, en el que se calificó el macizo del pacífico como el volcán más grande del mundo, como este último, que desmiente lo dicho por el anterior, fueron dirigidos por el mismo científico, el geofísico William Sager. Esto lo hace todavía más interesante, si cabe, pues es un claro ejemplo de cómo la ciencia dentro de un mismo grupo de investigación puede evolucionar, de modo que un solo investigador refute sus propios resultados. Eso es lo más bonito, que la ciencia se encuentra en constante movimiento y nos recuerda que siempre debemos ser críticos e intentar ir más allá con lo que vemos y leemos, incluso si se trata de nuestros propios resultados.