Recientemente se daba a conocer la muerte de dos personas y la hospitalización de otras cuatro a causa del consumo de queso contaminado por la bacteria Listeria monocytogenes. El queso, comercializado en Francia, había sido fabricado con leche sin pasteurizar, de ahí que el patógeno hubiese sobrevivido al proceso.

La noticia ha servido como recordatorio de un peligro que, si bien se ha reducido gracias a los grandes avances en materia de seguridad que ha experimentado la industria alimentaria en las últimas décadas, sigue estando vigente, especialmente a causa el fomento de conductas “naturales”, como el consumo de leche cruda. Aunque este último suceso ha tenido lugar en el país vecino, también en España esta bacteria es una vieja conocida de los hospitales, hasta el punto de considerarse como una de las infecciones transmitidas por alimentos con mayor tasa de letalidad. Por eso, investigadores del Instituto de Salud Carlos III y del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid han llevado a cabo un estudio en el que se analiza la evolución que ha tenido esta enfermedad en nuestro país entre 1997 y 2015, además de dar información de utilidad sobre los métodos de prevención que pueden llevar a cabo los consumidores desde sus hogares.

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Una bacteria muy extendida

L. monocytogenes está muy extendida en el ambiente, por lo que puede contaminar un gran número de alimentos y bebidas, cuyo consumo normalmente no causa síntomas, aunque en ciertas ocasiones puede provocar gastroenteritis o, en los peores casos, septicemia o meningitis.

La listeriosis puede afectar a cualquier persona, aunque es más frecuente y peligrosa en pacientes de riesgo, como las embarazadas, los mayores de 65 años, los recién nacidos o los individuos inmunodeprimidos. De hecho, según este estudio, publicado en Eurosurveillance, entre 1997 y 2015 hubo 5.696 hospitalizaciones, de las cuales la mitad eran personas mayores de 65 años, el 7% embarazadas y el 4% recién nacidos. Además, el 56’4% de las personas ingresadas tenían algún tipo de inmunosurpesión, principalmente por causas como el cáncer, la diabetes o la enfermedad hepática. La mortalidad general fue del 17%, aunque ascendía en los casos anteriormente mencionados, especialmente si se había desarrollado sepsis o meningoencefalitis.

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Debe quedar claro que todos estos datos corresponden a las personas que fueron hospitalizadas por listeriosis, pero no a los casos totales, ya que solo un pequeño porcentaje de las personas afectadas requiere el ingreso.
El estudio establece también que la evolución temporal de las tasas anuales fue creciente durante todo el periodo de estudio, especialmente en los mayores de 65 años, y que las tasas de hospitalización más altas se ubicaron en *el norte de España.

¿Cómo evitarlo?

La mayoría de brotes que tuvieron lugar en los 90 se desencadenaron por el consumo de salchichas o embutidos contaminados. Sin embargo, en la actualidad es más frecuente por la ingesta de productos lácteos no pasteurizados, como los quesos blandos, y algunas frutas y verduras. De cualquier modo, la bacteria puede multiplicarse a bajas temperaturas, de ahí que a veces se mantenga en los alimentos contaminados durante días o semanas y sea complicado determinar el origen de la infección una vez que esta se da.

Para evitar que esto suceda, la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos hace principalmente tres recomendaciones: mantener la nevera a temperaturas por debajo de los 4ºC, limpiarla regularmente y consumir los alimentos lo antes posible para no dar tiempo a que prolifere demasiado.

También es recomendable que aquellos vegetales que no se consumen enteros de una vez, como el melón, se mantengan en la nevera una vez abiertos.

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Finalmente, este es un asunto en el que deben intervenir las autoridades competentes en materia alimentaria y sanitaria. En el caso de Europa, la Unión Europea ha publicado una modificación del Reglamento sobre seguridad alimentaria para Listeria monocytogenes en las semillas germinadas, así como los criterios de higiene de los procesos de fabricación y de seguridad alimentaria relativos a los zumos de frutas y hortalizas no pasteurizados, que se comercializan listos para su consumo.

En definitiva, no debe cundir el pánico, pero sí habría que prestar especial atención a ciertas medidas de seguridad para evitar la infección de esta bacteria, que sí que puede jugar una muy mala pasada a pacientes de riesgo.