La conveniencia o no del aborto voluntario como derecho de las mujeres es un asunto que ha dividido a la población durante siglos, con ciertos periodos de mayor candencia. Para los detractores hay un gran número de argumentos, que van desde cuestiones éticas, como el de la vida del nonato, hasta otras relacionadas con la salud de la propia embarazada.

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En este último punto hay quién afirma que las mujeres que abortan voluntariamente desarrollan después síntomas o enfermedades que se podrían haber evitado de llevar el embarazo a término. Para comprobar si esto realmente tiene algún sentido, un equipo de científicos estadounidenses ha publicado en Annals of Internal Medicine un estudio en el que se sigue la evolución de 874 mujeres embarazadas que quisieron abortar entre 2008 y 2010. Algunas lo lograron, mientras que a otras se les negó la posibilidad de hacerlo y terminaron dando a luz. Posteriormente, se comprobó si cada uno de los grupos había desarrollado problemas de salud con el paso del tiempo. Y la respuesta, como cabía esperar, contradice de nuevo a los detractores del aborto.

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De todas las mujeres que participaron en el procedimiento, bautizado como estudio Turnaway, 328 abortaron durante el primer trimestre de embarazo, 383 en el segundo y 163 terminaron dando a luz por estar más allá del límite considerado apto para el aborto.

Todas ellas fueron entrevistadas telefónicamente por los autores del estudio durante los cinco años posteriores al embarazo. En estas llamadas se les preguntó por diversas cuestiones, desde su salud física y mental hasta los logros sociales o laborales que habían obtenido en ese tiempo. Además, contestaron a cuestiones sobre el estado de sus relaciones de pareja y los métodos anticonceptivos que estaban empleando.

Uno de los primeros puntos que se analizó fue si las que habían abortado se encontraban arrepentidas después de hacerlo. Muchos detractores de esta práctica, así como algunos estudios, aseguran que muchas de ellas caen en depresión o incluso llegan a suicidarse después de tomar la decisión. Sin embargo, en esta ocasión el 95% de ellas admitieron que interrumpir su embarazo había sido una buena decisión.

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En cuanto a los problemas de salud analizados, que incluyeron hipertensión, hiperlipdemia, asma, dolor articular, diabetes u obesidad, entre otros, las que abortaron no parecían haber experimentado un aumento en su incidencia. Sin embargo, fue diferente el caso de las que habían llevado el embarazo a término, pues sí que desarrollaron más problemas de salud, aunque en un porcentaje muy pequeño.

Concretamente, durante el embarazo destacaron en ellas condiciones como la hipertensión gestacional y, en los años posteriores, migrañas o dolor articular. En cambio, en el resto de síntomas físicos analizados no había apenas diferencias entre los tres grupos. Por otro lado, las que no abortaron mostraron más problemas relacionados con la ansiedad y una mayor propensión a permanecer en relaciones abusivas. Estos problemas psicológicos se manifestaron también en su desempeño laboral y social, ya que tenían una probabilidad menor de aspirar a nuevos planes de vida en el año próximo.

También hubo unas pocas muertes, cuatro entre las mujeres que dieron a luz y cuatro entre las que abortaron en el segundo trimestre. Sin embargo, las causas de estas defunciones no mostraron relación con el embarazo en ninguno de los grupos.

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En definitiva, este estudio muestra un pequeño aumento en el caso de problemas de salud en mujeres que parieron después de que se les denegara un aborto. Los propios autores del estudio admiten que las cifras no son suficientes como para encontrar una clara causalidad, más allá de la casualidad. Pero lo que sí están en disposición de sostener es que abortar no afecta a la salud de las mujeres, ni a nivel físico ni psíquico. Por eso, no debería usarse este argumento para rebatir lo que está más que claro que es un derecho humano. Por supuesto, se debe luchar siempre por el derecho a la vida. A una vida digna, en la que las mujeres puedan decidir qué hacer con sus vidas y sus cuerpos y todos los niños que vengan al mundo lo hagan deseados por quiénes los parieron. Este sí es un argumento que no se debería dejar de contemplar.