Una de las complicaciones más peligrosas que se pueden dar durante un embarazo es la preeclamspia, consistente en la presencia de hipertensión y signos de daño de otros órganos de la gestante, especialmente el hígado y los riñones. Se calcula que afecta aproximadamente entre un 2% y un 7% de los embarazos. Por otro lado, en torno a un 4% de las mujeres sufre un aborto espontáneo por causas naturales, antes de la semana 20 de gestación.

Aunque ambos fenómenos pueden darse por razones muy variadas, uno de los factores que más pueden influir en ellos es la presencia de anomalías en la placenta. Esto no es extraño, ya que este órgano, que se desarrolla en el interior del útero de las embarazadas, es el principal encargado de aportar al feto los nutrientes y el oxígeno que necesita para sobrevivir, además de facilitar la eliminación de los productos de desecho. Un fallo en cualquiera de estos mecanismos podría ser fatal para el bebé, incluso para la madre, por lo que su estudio es vital para conseguir reducir los porcentajes mencionados anteriormente.

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Lamentablemente, no es un estudio sencillo para realizar en el laboratorio. Esto se debe a que, por un lado, no hay animales que puedan servir como buen modelo experimental, ya que ninguno tiene unas características gestacionales con el parecido suficiente a las del ser humano. Por otro lado, el cultivo de células placentarias ha sido todo un reto durante años. Pero solo hasta ahora, ya que un equipo de científicos de la Universidad de Cambridge ha publicado hoy en Nature un estudio en el que se describe cómo han conseguido cultivarlas hasta el punto de obtener miniplacentas funcionales, que pueden servir para analizar las condiciones que conducirían a un mal funcionamiento del órgano in vivo.

La revolución de los organoides

Durante los últimos años, el desarrollo de organoides o versiones miniaturizadas y simplificadas de órganos funcionales, con el fin estudiar in vitro los mecanismos naturales implicados en su funcionamiento ha experimentado una gran revolución. Cada vez son más los órganos reproducidos de esta manera, desde minipulmones hasta minihígados o minicerebros. La Universidad de Cambridge posee a algunos de los científicos más experimentados en este ámbito. Sin embargo, durante tres décadas han tratado de conseguir generar miniplacentas, sin éxito.

Ahora, un equipo de investigadores del Departamentos de Patología y Fisiología, Desarrollo y Neurociencia de dicha universidad ha logrado cultivar un tipo de células extraídas del tejido placentario, llamadas vellosidades, generando así modelos funcionales en miniatura de la placenta temprana. Estas miniplacentas son genéticamente estables, sobreviven a largo plazo y tienen la capacidad de secretar las proteínas y hormonas que afectan al metabolismo de la madre, por lo que pueden servir para estudiar todos los procesos implicados en este.

Pero eso no es todo, ya que estos investigadores pretenden estudiar otros muchos factores. Por ejemplo, se sabe que la placenta impide que muchas infecciones pasen de la sangre de la madre a la del feto. Sin embargo, son incapaces de “cortar el paso” al virus del Zika. Gracias a estos modelos in vitro, en un futuro se podría encontrar una explicación a este misterio. Además, esperan que sirvan para analizar el efecto que tienen sobre la placenta algunos de los fármacos que se podrían administrar a las mujeres embarazadas durante las primeras etapas del embarazo.

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Estos mismos investigadores consiguieron el año pasado cultivar en el laboratorio modelos funcionales en miniatura del revestimiento uterino. Ahora, con la pareja completa, podrán estudiar a fondo cómo se comunican ambos órganos durante el embarazo. Seguro que la “conversación” que descubren resulta de lo más interesante.