Hoy en día existen métodos anticonceptivos con una eficacia muy alta, que roza el 100% siempre que se usen adecuadamente. Sin embargo, muchas personas siguen asegurando que la mejor forma de evitar embarazos no deseados es la abstinencia.
Es un método duro, aunque indiscutiblemente fiable. Pero, ojo, que tampoco funciona siempre y si no que se lo digan a la anaconda de un acuario de Boston que este año trajo al mundo a dos bebés sin haber mantenido ningún tipo de contacto con machos. Lejos de ser un milagro, el hecho tiene una explicación científica, ya que aquellas crías fueron el fruto de un proceso de partenogénesis, un fenómeno común en plantas, pero que también puede darse en ciertos animales como rotíferos, platelmintos, insectos, peces, anfibios, aves y, por supuesto, reptiles.
Anna, una anaconda entre hembras
Anna es una anaconda que vivía en un terrario del New England Aquarium, en Boston, acompañada de unas cuantas hembras más. Al no haber ningún macho entre ellas, sus cuidadores jamás habrían imaginado que un día del pasado mes de enero encontrarían que la serpiente había traído varias crías al mundo.
Es una especie ovovivípara, lo cual quiere decir que pone huevos, pero estos permanecen dentro de su cuerpo hasta justo antes de la eclosión, que puede tener lugar aún en su interior o inmediatamente después de salir. Por eso, directamente los trabajadores del acuario se encontraron con los bebés de serpiente. Por desgracia, la mayoría habían nacido muertos y otro lo hizo pocos días después, pero dos de ellos se encontraban sanos, fuertes y dispuestos a afrontar su nueva vida.
El pez macho que robaba huevos para clonarse a sí mismo
Todo esto ya era de por sí fue una sorpresa, pero lo era aún más el hecho de que los bebés eran genéticamente idénticos a su madre. O, bueno, en realidad no eran algo tan sorprendente, pues esta fue la prueba definitiva para dar explicación a lo ocurrido. Anna había experimentado un proceso de partenogénesis, ¿pero qué es esto exactamente?
Partenogénesis: cuando no hay machos a la vista
Aunque cada especie animal tiene un número diferente de cromosomas, la mayoría coinciden en que las células sexuales(gametos) tienen la mitad que el resto, conocidas como somáticas. Por lo tanto, se dice que las primeras son haploides (n) y las segundas diploides (2n).
Esto se debe a que durante la fecundación el ovocito y el espermatozoide, ambos n, se unen para dar lugar a un zigoto 2n, que se irá dividiendo para originar al embrión y todas las células que después se diferencian en los diferentes tejidos del organismo. Todo esto ocurre durante lo que se conoce como reproducción sexual, en la que es necesaria la intervención de un macho y una hembra. Sin embargo, las hembras de algunas especies pueden experimentar un tipo de reproducción diferente a través de la partenogénesis, en la que el ovocito comienza a dividirse igual que el cigoto, pero sin necesidad de ser fecundado. Puede ocurrir directamente en un gameto femenino haploide, de modo que se obtendrán nuevos individuos haploides, pero también es posible que los cromosomas del ovocito se dupliquen antes de comenzar las rondas de división, en cuyo caso se obtendrían crías con células diploides y genéticamente idénticas a la madre. Esto precisamente es lo que ocurrió con la anaconda de Boston.
La isla de Komodo decide cerrarse al turismo tras el robo de 41 de sus dragones
El primer tipo es un procedimiento muy habitual en abejas y hormigas. En su caso, las células somáticas de machos y hembras son diferentes, ya que los primeros son haploides, mientras que las segundas son diploides. Esto se debe a que si el huevo de la hembra se fecunda dará lugar a una hembra, mientras que en caso contrario se produce una partenogénesis que finalizará con el nacimiento de un macho haploide.
En estos animales se da de forma rutinaria, mientras que en otros ocurre en condiciones extremas, en las que la hembra pasa mucho tiempo sin entrar en contacto con machos. Esto se ha documentado en reptiles, como el gecko, el dragón de Komodo o algunas serpientes, pero también en peces, como el tiburón martillo, o aves como las codornices. En todo caso solo se lleva a cabo si la situación es muy extrema, ya que la partenogénesis supone una gran pérdida de diversidad biológica, que dificultaría la evolución de las especies y, además, puede dar con más probabilidad al nacimiento de individuos muertos, como le ocurrió a Anna.
Ella llevaba mucho tiempo en un terrario rodeada de hembras, sin mantener relaciones con machos, por lo que su cuerpo “decidió actuar” en busca de una perpetuación de su especie. Lo que ocurrió después es realmente sorprendente, pero de ningún modo se trata de un milagro. Simplemente es ciencia.