Los defensores de la homeopatía a menudo alegan a su favor que consumirla no aporta ningún daño y que cada cual es libre de tomar lo que quiera. Suele decirse que el único peligro que aporta es la posibilidad de dejar los tratamientos convencionales y basados en la ciencia. Sin embargo, afirmar que esta pseudoterapia es totalmente inocua en cualquier caso es bastante incorrecto, como ha quedado patente con un caso recientemente descrito en BMJ Case Reports.

Se trata de la historia de un hombre de 38 años que acudió al hospital aquejado de una serie de síntomas característicos de alguien que ha consumido grandes cantidades de alcohol durante un largo periodo de tiempo. Sin embargo, el paciente aseguraba que no había tomado ni una gota de bebida. En realidad estaba mintiendo a los médicos, pero no era consciente de ello, pues el alcohol que había bebido no se encontraba en una copa de vino ni una cerveza, sino en el remedio homeopático que había tomado a dosis crecientes para curar una dolencia que no requería ningún tipo de tratamiento.

Remedios alcohólicos

El paciente tenía obesidad, enfermedad hepática crónica, antecedentes de hígado graso y unos niveles elevados de bilirrubina en sangre, causados por una afección genética benigna conocida como síndrome de Gilbert. A pesar de ese desequilibrio en sus analíticas, no requería ningún tratamiento para disminuir los niveles de bilirrubina, pero el hombre decidió buscar una segunda opinión al respecto acudiendo a un homeópata.

Por supuesto, este le dijo que sí había un tratamiento para ello, basado en una serie de pastillas y formulaciones líquidas. Dos semanas después de comenzar a tomarlas empezó a experimentar una serie de síntomas como cansancio, somnolencia y sensación de intoxicación. Ante esta situación el homeópata le recomendó bajar la dosis de compuesto líquido y subir la de comprimidos, pero la enfermedad no solo no mejoró sino que comenzó a empeorar a gran velocidad. Sus ojos se tornaron de color amarillo, las piernas se hincharon y la orina se volvió oscura. Esta vez sí que acudió al hospital, donde las primeras analíticas mostraron un aumento súbito de los niveles de bilirrubina, que se encontraban diez veces por encima de lo normal. Además, también algunas enzimas hepáticas se encontraban claramente desbalanceadas.

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No había signos de hepatitis vírica ni ninguna otra infección y los análisis de drogas dieron negativos. Sus síntomas parecían los de un alcohólico, pero el hombre insistía en que no había tomado nada. Fue necesario hacerle una entrevista exhaustiva para descubrir que había estado tomando homeopatía.

Este tipo de remedios, así como otros de los conocidos como “naturales”, se suelen pasar por alto a la hora de evaluar los síntomas de una enfermedad o recetar una nueva medicación. Sin embargo, muchas hierbas pueden interaccionar con medicamentos de uso común, del mismo modo que la homeopatía puede causar problemas si, como en este caso, el solvente utilizado en la composición consta de un 18% de alcohol. Efectivamente, no estaba bebiendo, pero tomaba regularmente “pequeños chupitos de licor”.

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Una vez localizado el origen del problema los médicos que lo atendían comenzaron a probar diferentes tratamientos con él, además de trasladarlo a una unidad de trasplantes con el fin de buscar un nuevo hígado para él. Pero ya era tarde. Doce días después de su primera visita a la clínica falleció a causa de un fallo orgánico múltiple.

Desgraciadamente, esta historia ha llegado a su fin con un triste desenlace. Al menos, queda la esperanza de que sirva para concienciar sobre los problemas de recurrir a cualquier sustancia alternativa más allá de las aprobadas por la ciencia. No importa que parezcan totalmente inocuos. Si no hay evidencia, no hay tratamiento.

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