El cierre de Google+ de forma definitiva el pasado mes de abril fue tan cacareado como el paso atrás dado con la que fuera su primera gran apuesta de hardware, las ya casi retro-futuristas Google Glass. Ambos son quizá los dos ejemplos más conocidos de productos que la compañía del buscador ha clausurado sin que nadie se quejara de ello. Ni la red social de los marketeros, ni las gafas de realidad aumentada encontraron espacio nunca en sus mercados.
Pero Google/Alphabet, que acaba de presentar varias de sus perspectivas de futuro en su última I/O, parece haberse convertido en una máquina de canibalizar sus propios productos a un ritmo endemoniado. Google ha comprado desde 2001 más de 200 compañías consolidadas -que requirieron un visto bueno por parte de los mercados, no startups iniciales ni patentes-, pero también ha volatilizado buena parte de los servicios en los que integró la tecnología que compraba.
Una pequeña herramienta cuyo cierre pudo pasar por alto fue el acortador de urls de Google, inoperativo oficialmente desde el pasado 30 de marzo. El servicio, utilizado principalmente por desarrolladores y medios para acortar enlaces con seguimiento, ha pasado a estar inscrito en su subsidiaria Firebase, adquirida en 2014 y centrada en un ecosistema para monitorear apps entre distintas plataformas.
Google decidió en definitiva cerrar su producto para confiar en otro adquirido. En otras ocasiones, como ha sido el reciente caso de Nest -empresa conocida por sus termostatos inteligentes y su posición puntera en la domótica- ha acabado fusionando completamente ambas marcas en un proceso que obligará a los antiguos usuarios a migrar sus datos a Google para seguir usando sus dispositivos. Un proceso de cierre o fusión por duplicidades que también se dio por ejemplo con Youtube y Google Video, con la diferencia de que aquí de nuevo el buscador decidió cerrar la compañía que llevaba su marca.
Google volatiliza el ecosistema Nest: cómo te afecta y qué hay detrás de ello
Suranga Chandratillake, socio de Balderton Capital, una firma de capital de riesgo especializada en tecnológicas, explicaba a Wired que la política de Google con respecto a sus adquisiciones se centraba en comprar talento aunque a priori fuera a pérdidas. “Gigantes de la tecnología como Alphabet han creado una tendencia por la cual se adquieren pequeñas empresas, a menudo ruinosas, simplemente como un método para obtener acceso a los empleados altamente cualificados que tienen en nómina”. Esto no es algo exclusivo de Google, otros gigantes como Apple también son conocidos por comprar cada año decenas de patentes y pequeñas startups, pero en el caso de la empresa dirigida por Sundar Pichai, su voracidad a la hora de lanzar nuevos productos y a la vez cerrar otros se ha acelerado de forma fastuosa en los últimos tiempos.
Un 2019 plagado de discontinuidades y cierres
Lo que va de 2019 ha llegado sin embargo cargado de un camión de cierres y discontinuidades por parte de Alphabet, a lo que suma el cese de muchas funcionalidades . Hagamos un breve repaso:
- Google Inbox fue descontinuada por una clara duplicidad con Gmail.
- Chromecast Audio se canceló el mes de enero
- Las anotaciones de Youtube se cerraron definitivamente ese mismo mes (esos links subrayados un tanto horrorosos que había, pero que han dejado multitud de vídeos cojos en la plataforma)
- Android Things, su principal desarrollo para el Internet de las Cosas, cambió para enfocarse en pantallas y altavoces inteligentes.
- Google Allo, una app de mensajería que seguramente nunca hayas usado, también cerró, y se espera que Hangouts como lo conocemos haga lo mismo para transitar a las nuevas apps Google Chat y Meet.
- Spotlight Stories, su apuesta de calidad por vídeos de realidad aumentada y búsqueda de nuevas narrativas, también sufrió varios despidos que la encaran al cierre en marzo.
- Y esta semana supimos la transición de Nest hacia Google Nest de forma obligada para sus usuarios.
Y es previsible que la lista no se cierre ahí en lo que queda de año, con apps como Google Play Music sintiendo el aliento en el cogote de su nuevo hermano gemelo: Youtube Music. ¿Pero qué pasa con los usuarios? Ars Technica recogía hace unos días una columna en la que pedía a Google que pensara en sus consumidores y todo el negocio que promueve, en el coste de tiempo y de confianza que le pueden acarrear todos estos cambios. Desde el maestro de escuela que pide a sus alumnos que adjunten las citas usando el acortador de Google al desarrollador que se ha especializado en Android Things pensando que puede ser la próxima panacea.
El asunto no es baladí, ya que Google, como referente que es, ha encontrado la confianza de otras grandes empresas como Volvo para presentar sus coches con Android Auto. Los plazos de desarrollo de un coche son muy amplios, ¿y si Google decide descontinuar también este producto?.
El caso de Nest, que ha recibido grandes críticas y obligó a Google a relanzar una aclaración, es otra muestra más. A nadie le apetece tener que reconfigurar sus dispositivos o pensar que va a perder conexiones por movimientos de este tipo. La desconfianza en la durabilidad de algunas apuestas de Google comienza a convertirse en cierto modo en meme, con webs como Google Cemetery que recopilan las apps 'muertas' de cada año o entrevistas como la que le hicieron en Kotaku a Phil Harrison, responsable de Google Stadia, el que será su servicio de videojuegos -sí, también han puesto un pie ahí- preguntándole de primeras “cúando va a ser clausurado su producto”.
En la búsqueda de no ser solo una empresa de publicidad
Con todo, es obvio que Google tiene todo el derecho de hacer con sus servicios lo que quiera, más aún si no son óptimos o si los acuerdos de posibles adquisiciones obligan a mantener marcas pre-existentes. Pero parece claro que detrás de esta misión por comprar multitud de empresas y cerrar productos está la búsqueda de la compañía de no ser solo Google; algo que quedó de forma metafórica plasmada con la agrupación bajo matriz de Alphabet, y sus apuestas en los últimos años -y no tanto los últimos- por poner parte de los huevos en el hardware de la mano de los Pixel y otros dispositivos y seguir apuntalando sus sistemas operativos con el anunciado Fuchsia.
Casos como el de Android, que Google adquirió por solo 50 millones de dólares en 2005 y ahora es el sistema operativo más usado en móviles, fue una gran victoria para ellos. Pero también ha tenido sus grandes derrotas sobre el papel. Motorola Mobility sigue siendo hasta la fecha la compra más cara realizada por Google cuando en 2011 pagó unos 12.500 millones por quedarse con la empresa. La firma de móviles fue de nuevo revendida a Lenovo por 2.900 millones tres años más tarde. Una mala operación se mire por donde se mire, de no ser porque Google se quedó por el camino con más de 17.000 patentes de Motorola que servirían para su división Pixel.
Según los últimos resultados presentados por Google, el 86% de su negocio sigue estando en los servicios de publicidad adheridos al buscador, principalmente Google Adwords y Adsense. Google sigue siendo en definitiva la mayor empresa de publicidad de la historia, pero quiere abrirse un espacio en otros terrenos, algunos nada convencionales. Esta nueva vertiente es la que intentó explorar con la compra y posterior venta de los robots a lo 'Black Mirror' de Boston Dynamics, el desarrollo de los coches autónomos de Waymo o Calico, su división de lucha contra el envejecimiento de toque futurista. Veremos cómo acaban resultando estas apuestas y, sobre todo, cómo tenemos que sobrellevar los usuarios las continuas reconversiones de una empresa que hoy en día rige buena parte de la vida en internet.