En 2015, la química china Tu Youyou se convertía en la primera mujer de su país en ganar el premio Nobel de Medicina, por haber encontrado casi medio siglo antes el tratamiento para la malaria. Para llegar hasta él había leído a fondo varios escritos antiguos de medicina tradicional china, en los que dio con las propiedades de la artemisina, una sustancia presente de forma natural en el ajenjo, que mataba al parásito causante de la enfermedad. Además, tuvo que investigar, también con ayuda de aquellos antiguos tratados, cuáles eran las propiedades de extracción idóneas, hasta dar con un compuesto capaz de generar una respuesta frente a la malaria.
Como ella, en la actualidad otros muchos investigadores han analizado las propiedades de numerosas plantas, para quedarse finalmente con un solo compuesto, por sus propiedades medicinales. Un ejemplo reciente es el de un equipo internacional de científicos, que ha descubierto una molécula presente en el brócoli y otras verduras crucíferas, capaz de devolver su poder antitumoral a un gen determinado. ¿Significa eso que comer brócoli cura el cáncer? Por supuesto que no, pero aporta información útil sobre un compuesto concreto que podría ser de gran utilidad en la lucha frente a esta terrible enfermedad.
No, el Nobel de Medicina de 2015 no ha premiado las pseudociencias
Una cadena de acontecimientos
El PTEN es uno de los genes supresores de tumores que con más frecuencia se silencia, muta, regula o elimina en los cánceres humanos. Esto significa que frecuentemente su función se ve bloqueada, facilitando la proliferación de las células tumorales. De hecho, se conocen algunas mutaciones hereditarias de dicho gen, que confieren a quien las tiene una mayor susceptibilidad al cáncer.
Se ha comprobado que las células tumorales poseen niveles más bajos de PTEN, algo que ha llevado a los científicos a plantearse si la búsqueda de alguna herramienta que permita reforzar su función podría aportar un tratamiento eficaz frente al cáncer.
Para dar respuesta a esta incógnita, los autores de este estudio, liderados por el director del Instituto de Investigación del Cáncer del Centro Médico Beth de Israel, Pier Paolo Pandolfi, identificaron a las moléculas y compuestos implicados en la regulación del gen. Así fue como dieron con WWP1, un gen que también se relaciona con el desarrollo de tumores y que codifica a una enzima capaz de inhibir a PTEN. Esto quiere decir que si WWP1 está activo, se impide que PTEN detenga la proliferación del gen, facilitando su desarrollo. Había que detener a WWP1, ¿pero cómo?
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Aquí precisamente es donde entra en juego el brócoli, pues estos científicos encontraron en él una molécula, llamada indol-3-carbinol (I3C), capaz de inactivarlo y, por lo tanto, mejorar el papel supresor de PTEN.
El brócoli es muy sano, pero no cura el cáncer
Tu Youyou no dio a los pacientes directamente el ajenjo, sino que extrajo el principio activo que le interesó para tratar la enfermedad. En este caso, se debe tomar la misma precaución y no lanzar ideas equivocadas sobre las crucíferas.
El propio Pandolfi lo avisa en un comunicado de prensa, donde explica que para obtener algún efecto sería necesario tomar casi tres kilos de coles de Bruselas al día. Además, el estudio se ha llevado a cabo en ratones, por lo que no hay pruebas de que puedan obtenerse resultados similares en humanos.
Es muy importante mantener una dieta adecuada; pero, digan lo que digan algunos gurús pseudocientíficos, comer un alimento concreto no detendrá el desarrollo del tumor.
De cualquier modo, sí que es cierto que esta verdura crucífera es muy rica en vitaminas C y A, así como en otras sustancias, como el magnesio, el hierro y el fósforo. Sin duda su consumo es muy positivo para mantener una buena salud. Para lo demás, la ciencia será la encargada de dar con las sustancias interesantes que pueda albergar y encontrará el modo de hacerlas funcionar.