“Ser o no ser, esa es la cuestión”. Esa escena en la que Hamlet, calavera en mano, divaga sobre la vida y la muerte después del fallecimiento de su padre es sin duda una de las imágenes que antes se dibujan en nuestra mente si pensamos en el teatro. No es para menos, pues Shakespeare fue uno de los principales representantes de este género literario, que hoy celebra su día mundial.

Igual que la poesía, el teatro también puede entrelazarse fácilmente con la ciencia y eso es algo que el dramaturgo inglés sabía muy bien. Tanto, que en sus obras se pueden intuir nociones sobre algunos de los avances científicos más importantes de su época, realizados especialmente en el área de la astronomía. Sus personajes no hablan abiertamente sobre estos hallazgos, pero en muchas ocasiones sí que se podía intuir que estaba muy al día, según las conclusiones a las que han llegado muchos investigadores después de analizar su obra.

Los poetas también son ‘de ciencias’

Shakespeare y la astronomía

En 2014 el periodista científico Dan Folk publicaba su libro La ciencia de Shakespeare, en el que analizaba cómo la revolución que atravesaba la ciencia durante la época en la que vivió el Bardo, como muchos lo llamaban, influyó seriamente en sus obras. Fueron años en los que las teorías de Galileo y Copérnico marcaron un antes y un después en la historia de la astronomía, con obras como el tratado Sidereus Nuncius, publicado por Galileo en 1610. En él, entre otros puntos, el astrónomo italiano describe el planeta Júpiter, con sus cuatro lunas alrededor. Y esto debió llamar la atención de Shakespeare, pues en el quinto acto de su obra Cimbelino el dios Júpiter, baja hasta la Tierra rodeado de cuatro fantasmas, pertenecientes a cuatro personas que en vida fueron parientes del protagonista. Podría ser una simple casualidad, sí, pero no es lo que los opinan la mayoría de científicos que han analizado su obra.

Tampoco parece casualidad si se tiene en cuenta que no es la única referencia a los componentes del sistema solar que se pueden encontrar en sus obras. Por ejemplo, en El Rey Lear el asesinato del monarca y la usurpación del trono tienen lugar en un ambiente revuelto, marcado por tormentas y eclipses.

También hace referencia al astro rey en Romeo y Julieta, donde se habla en repetidas ocasiones de la salida del Sol, llegando a comparar a Julieta con él.

Finalmente, un caso curioso y muy estudiado es la parte de Julio César en la que el emperador enuncia la frase: “Pero yo soy constante como la estrella Polar, que no tiene parangón en cuanto a estabilidad en el firmamento”. En la época del autor inglés la estrella ya era conocida como polar, por señalar hacia dónde se encuentra el polo norte, pero no en la época de Julio César, cuando se calcula que este se encontraba a más de 12 grados de ella. Un pequeño anacronismo que, tratándose de uno de los mejores dramaturgos de la historia, se perdona.

Shakespeare y la medicina

El estudio de las obras de William Shakespeare evidencia también ciertos conocimientos de medicina, quizás favorecidos por la influencia en su vida del médico John Hall, quien en 1607 se casó con su hija Susanna. Se conoce que suegro y yerno tenían una buena relación, que incluso les llevó a realizar algunos viajes de negocios juntos, por lo que no sería extraño que los conocimientos de medicina de Hall hubiesen quedado plasmados en algunas de sus obras.

De cualquier modo, obras anteriores al matrimonio del médico con Susanna ya muestran el interés del dramaturgo por la medicina. Este es el caso de Hamlet, en el que los rasgos del personaje principal evolucionan en base a lo que algunos expertos han descrito como una depresión maniática, posiblemente acompañada por esquizofrenia.

Por qué Shakespeare es el buque insignia de la literatura inglesa

Todo esto no tiene por qué significar que tuviese conocimientos sobre psiquiatría o psicología, ni siquiera que supiese la base biológica de estas enfermedades, pues esto es algo que se conoció mucho después. Lo que está claro es que Shakespeare era una persona observadora, curiosa y ávida de aprendizaje. Conocer la realidad es esencial para aprender a imaginar la ficción. Y eso es algo que pocos han hecho tan bien como lo hizo él.