Lo de la primera temporada de **True Detective, oscura serie antológica sobre investigaciones criminales que fue creada por Nic Pizzolatto* (Los siete magníficos*) para la HBO en 2014, fue una historia de amor con la audiencia, que tuvo a bien elevarla a los altares de la edad de oro de la ficción televisiva estadounidense. Pero, como muchos la sobrevaloraron, el digno segundo ciclo les resultó decepcionante hasta la tortura psicológica, la indignación y los tirones de cabellera, lo que no supuso más que un reconocimiento de la realidad, sazonado con la carencia de un personaje con el interés y el escéptico carisma de Rust Cohle (Matthew McConaughey). Y la tercera temporada no tiene a alguien semejante a él, pero sí a otros que se perciben como verdaderos seres humanos con sus propias tinieblas y conflictos interiores.
La inquietud se instala desde el minuto uno de The Great War and Modern Memory (3x01), tras los hermosos y muy elaborados títulos característicos de la serie, y queda claro que la historia con un mismo protagonista, el detective Wayne Hays del ya doblemente oscarizado Mahershala Ali (*House of Cards*), se distribuirá a base de flashbacks y flashforwards a menudo en tres hilos narrativos con décadas entre ellos. Y, esta vez, la curiosidad que pueda sentir el espectador para continuar zampándose cada capítulo, ocho en total, se debe al propio misterio que nos cuentan y a las pistas que adelantan de alguna forma lo ocurrido, pero no por la elocuencia de los diálogos o los personajes, a todas luces muy inferior a la de las otras temporadas, ocasional y casi sin su atractivo existencialismo.
Sin embargo, True Detective sigue siendo un drama estimable, que avanza con serenidad absoluta pero sin detenerse ni a echar el chorrete en alguna parada innecesaria, en ningún momento, durante su camino de retorno a los orígenes, cuyo siniestro puzle arma mientras construye el carácter de sus protagonistas con mimo al tiempo que la idiosincrasia de la América profunda que nos muestra, con retazos de surrealismo en la demencia senil, que nos traen a la memoria otros episodios como “Sleepless” (2x04), de *The X-Files (Chris Carter, desde 1993), o “The Queen” (1x07), de Castle Rock* (Sam Shaw y Dustin Thomason, desde 2018). Y en ciertas ocasiones, la tercera temporada es algo que no solían ser las otras dos: conmovedora, como en la última escena de “If You Have Ghosts ” (3x05).
Especialmente en dicha escena y en no pocas más, Mahershala Ali y Stephen Dorff (Enemigos públicos) están espléndidos como Hays y Roland West, muy bien acompañados por Carmen Ejogo (*Animales fantásticos y dónde encontrarlos*) como Amelia Reardon, Scoot McNairy (*Halt and Catch Fire) y Mamie Gummer (The End of the Tour) en la piel de Tom y Lucy Purcell, Ray Fisher (Liga de la Justicia) como Henry Hays, Sarah Gadon (Un método peligroso) interpretando a Elisa Montgomery, Michael Greyeyes (Fear the Walking Dead) como Brett Woodard, Brett Cullen (Perdidos) encarnando a Gerald Kindt, Scott Shepherd (The Young Pope) como Harris James, Steven Williams (The Leftovers) en los zapatos de Junius Watts o Michael Rooker (The Walking Dead*) como Edward Hoyt.
La banda sonora compuesta por el habitual T. Bone Burnett (Crazy Heart) y el incorporado Keefus Ciancia (La caza) contribuye a la inquietud del espectador sin destacar demasiado, como los bellos colores y la estupenda iluminación de la fotografía de Germain McMicking (Gallipoli) y Nigel Bluck (Niwemang). La planificación visual está unos cuantos pasos por delante del pragmatismo estricto, de modo que sus decisiones se hacen casi invisibles, excepto en aquellas relacionadas con transiciones muy específicas, como las que inciden en la narración a través de los tres hilos temporales en “Now Am Found” (1x08), o las oníricas sobre la condición del viejo Wayne Hays. Y el cierre de esta tercera temporada, más luminoso en cierta forma que de costumbre, nos recuerdan el estupor causado por The Pledge (Sean Penn, 2001), pero su enorme coherencia no se puede poner en duda.