El problema de los microplásticos es algo que se ha estudiado mucho en los últimos años. Sin embargo, sigue habiendo vertientes en su interior mucho menos conocidas, como el caso de los nurdles, un conjunto de pequeñas partículas de plástico, normalmente de colores vivos y brillantes, que se utilizan como ladrillo básico para construir todo tipo de objetos, desde botellas desechables hasta algunos aparatos electrónicos. Al tener un tamaño tan reducido, grandes cantidades de ellas son arrastradas voluntaria o involuntariamente hacia los mares y otros entornos acuáticos, donde ponen en peligro a los seres vivos que allí habitan.
Sal de mesa: el camino de vuelta de los microplásticos a nuestros hogares
Su apariencia, que puede incluso llegar a ser bonita cuando se acumulan en las playas, les ha valido ser conocidos también como lágrimas de sirena. Sin duda es un nombre idóneo, no solo por la estampa que ofrecen, sino también porque si estas ninfas marinas existieran, les pondría muy tristes comprobar el efecto que tiene este minúsculo enemigo sobre los océanos.
Gran peligro, tamaño pequeño
Se trata de bolitas de plástico, de entre 1 y 5 milímetros de diámetro, clasificadas como microplásticos primarios, junto a las microperlas utilizadas en detergentes y productos de cosmética. El resto de microplásticos, conocidos como secundarios, no se hacen directamente pequeños, sino que son el resultado de la degradación de piezas más grandes. ¿Pero por qué es tan preocupante su presencia? Al ser normalmente de colores llamativos, es fácil que llamen la atención de los animales marinos, que a menudo las ingieren, al confundirlas con comida. Una vez que se las han comido, pueden ser peligrosas de dos formas diferentes.
Por un lado, las propias sustancias a partir de las que están fabricados resultan tóxicas, especialmente cuando se acumulan en el organismo de los seres vivos. Por otro lado, su forma y porosidad las convierte en una especie de esponjas que atrapan todo tipo de agentes perjudiciales, tanto compuestos contaminantes presentes en el agua como algunos microorganismos patógenos. Como ejemplo, se han dado casos de nurdles cuyo análisis demostró la presencia de E.coli, una bacteria frecuentemente implicada en infecciones del tracto urinario o intoxicaciones alimentarias, entre otras patologías.
Tal es el peligro que puede llegar a suponer estas aparentemente inofensivas bolitas que se recomienda a las personas que se prestan voluntarias para limpiar las playas que se pongan guantes antes de tocarlas. ¿Qué no harán entonces al organismo de los animales acuáticos que las ingieren y del resto de especies que luego se los comen a ellos?
Contando lágrimas en el mar
Este es un problema desconocido para muchas personas. Por eso, se han creado proyectos como el de la Asociación para la Conservación Marina o Fidra, una organización benéfica ambiental escocesa, que se encarga de poner en marcha iniciativas destinadas a reducir los desechos plásticos y la contaminación química en mares, playas y el medio ambiente en general.
Ambas entidades se dedican a promover la colaboración ciudadana, a través de programas como el mapa global en el que se anima a voluntarios de todo el mundo a añadir los nurdles hallados en un periodo concreto de tiempo en sus playas. Dentro de estas campañas de recogida se han podido realizar cálculos tan escalofriantes como que en Reino Unido se recogen anualmente 53.000 millones de estas pequeñas partículas, lo cual sería suficiente para fabricar 88 millones de botellas desechables. En cuanto a España, hay datos de voluntarios que trabajaron en playas de Baleares, Canarias, Valencia, Galicia, Cantabria, Asturias, Cataluña y Andalucía occidental. De todas ellas, los datos más preocupantes son los de la Playa Flamenca, de Valencia, donde se recogieron más de 1.000 nurdles en 60 minutos. Algunos países, como México y la mayoría de naciones de América Latina no disponen de datos, por lo que ayudaría mucho que aparecieran voluntarios dispuestos a limpiar sus playas y dar información sobre las lágrimas de sirena encontradas en el proceso.
Los microplásticos superan una barrera más y llegan hasta nuestras heces
Cualquiera que quiera colaborar debe leer una pequeña guía en el que se enseña a diferenciar los nurdles de otras partículas pequeñas, como microplásticos secundarios, balines, bolitas de poliestireno o fósiles de tamaño reducido. Una vez aprendida la diferencia, solo queda equiparse con unos buenos guantes y salir a la playa, en busca de estas pequeñas partículas de plástico. La mitología suele hacer hincapié en el peligro del canto de las sirenas, pero parece ser que son todavía más peligrosas sus lágrimas. Y lo peor es que esto es la pura realidad.