La contaminación por plásticos es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la sociedad actual. Muchísimos productos de nuestro día a día están elaborados a base de este material y muy pocos terminan en el contenedor amarillo, unas veces porque nos olvidamos, otras porque su composición, elaborada a partir de la mezcla de varios materiales, lo impide. Como resultado, muchos de estos productos terminan enterrados en vertederos, donde permanecen durante miles de años, o vertidos en entornos acuáticos, en los que pasan a la cadena alimentaria de los animales, que pueden morir intoxicados o atragantados por su causa. A veces se pescan antes de que eso ocurra, en cuyo caso somos nosotros los que podemos ingerir esos microplásticos, que se desprendieron de piezas más grandes.
Este gran problema ha llevado a que la búsqueda de nuevos materiales que puedan sustituirlo se haya hecho muy intensa en los últimos años. Una buena alternativa debe reunir las características positivas del plástico, pero también es importante que sea biodegradable. Para conseguirlo, no hay nada como observar el medio que nos rodea. De hecho, el mar, principal afectado en todo esto, lleva años mostrándonos a gritos la posible solución. Muchos productos procedentes de entornos acuáticos, como las algas, han sido estudiadas, por ejemplo para fabricar botellas biodegradables, incluso en algunos casos comestibles. Pero si hay una opción que ofrece un abanico de posibilidades inmenso, que ha sido muy estudiada en el pasado reciente, es sin duda una proteína procedente del calamar, que no solo aportaría una alternativa sostenible al plástico, sino que además facilitaría la fabricación de nuevos materiales casi sacados de una película de ciencia ficción.
Lágrimas de sirena, un contaminante marino desconocido
Mucho más que tinta y carne
El calamar es un animal muy preciado, tanto por su carne como por la tinta que desprende cuando se siente amenazado. Sin embargo, esa es solo una pequeña muestra de todo su potencial. Lo ha corroborado un equipo de científicos del Centro de Investigación sobre Tecnologías Avanzadas de Fibra (CRAFT) de la Universidad de Penn State, en una revisión publicada hoy en Frontiers in Chemistry.
En ella, analizan el papel de la proteína SRT, extraída de las ventosas del calamar, para la fabricación de nuevos materiales, sustitutos del plástico. En los estudios analizados se muestra que dicha proteína tiene la capacidad de transformarse en fibras y películas, cuya elasticidad, flexibilidad y resistencia es perfecta para la fabricación de todo tipo de productos. Además, también presenta propiedades muy útiles, tanto ópticas como de autocuración y de conducción térmica y eléctrica.
Naturalmente se encuentra en una especie de dientes situados en las ventosas, que el animal utiliza para sujetar fuertemente a sus presas. Las fibras que se forman a partir de ella pueden adoptar un gran número de conformaciones moleculares, de ahí que tenga tantas propiedades diferentes.
En un futuro no muy lejano SRT podría ser muy valiosa en la industria textil, por su capacidad para generar películas que protejan a las microfibras de la degradación en las lavadoras. Además, también se pueden fabricar recubrimientos autoreparables, que permitirían que la ropa dure más tiempo. Incluso ofrece la posibilidad de generar prendas “inteligentes”, que puedan proteger a quien las lleva de sustancias contaminantes, pero también aportar información sobre su salud, al generarse cambios visibles a raíz de la modificación de parámetros bioquímicos concretos.
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Por otro lado, sus características ópticas han llevado a que se esté investigando esta proteína para la construcción de dispositivos fotónicos flexibles, que podrían crear, detectar o manipular luz, procedente de LEDs o pantallas ópticas.
¿Se extinguirán los calamares?
Hasta aquí todo bien, pero cabe pensar que la producción a gran escala de materiales generados a partir de esta proteína haga necesaria la captura de miles y miles de calamares. Sin embargo, esto no tiene sentido, cuando el objetivo es precisamente cuidar al medio ambiente y obtener un nuevo material que se pueda generar de forma sostenible. Por eso, los trabajos analizados se centran en la síntesis artificial de la proteína, a través de cultivos de laboratorio. El animal da la idea, el ser humano la copia y trata de salvarlos a ellos y al resto de especies a los que matan los plásticos a día de hoy. Y de paso obtiene materiales con muchísimas propiedades beneficiosas. ¿Se puede pedir más?