Parece que la fiebre de las historias contextualizadas en un apocalipsis zombi a lo George A. Romero, esa que este director inició con La noche de los muertos vivientes (1968), no acaba nunca. Con la serie televisiva más famosa de este subgénero de terror, *The Walking Dead* (Frank Darabont, 2010), en su novena temporada y pariendo spin-off y futuros largometrajes, a nadie puede sorprender que Netflix haya apostado en Corea del Sur por una propia, sobre todo tras el éxito de la decente Train to Busan (Sang-ho Yeon, 2016), que tendrá una secuela, titulada Península y del mismo director, este 2019: *los seis episodios de Kingdom son obra de Kim Seong-hoon (A Hard Day) según los libretos y el cómic web de Kim Eun-hee (Signal) y el dibujante Yang Kyung-Il, y su argumento medieval nos recuerda vivamente a la del filme Rampant* (Sung-hoon Kim, 2018), cuyo fin del mundo también sucede con la dinastía Joseon en el trono.

Lo cierto es que, tal como le ocurre a *Fear the Walking Dead* (Robert Kirkman y Dave Erickson, desde 2015), esta nueva ficción tarda un poco en arrancar después de un prólogo espeluznante, pues se ocupa de construir el enfrentamiento dinástico y mostrar que, como toda trama honesta de similares características, los verdaderos monstruos son los vivos. Pero una de las últimas imágenes del episodio uno, bastante icónica, resulta difícil de olvidar. Y, de todas formas, la locura terrible de la violencia zombi no tarda mucho en desatarse, y el director la muestra con la tensión precisa, un gran sentido del horror epidémico y unos muertos vivientes en los que se mezcla, entre otras cosas originales, su canibalismo clásico y la rapidez pavorosa que vimos en 24 Days Later (Danny Boyle, 2002) y su continuación, 24 Weeks Later (Juan Carlos Fresnadillo, 2007), retomada precisamente en Train to Busan.

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La clase de zombis, por fortuna, no llega a tener la habilidad exageradísima de la lamentable Guerra mundial Z (Marc Forster, 2013), esos espantajos sobrehumanos que actúan como una masa informe y no en terroríficas hordas, tan artificiales a los ojos que no pueden horrorizar a ningún cinéfilo experimentado. Cosa que sí consiguen con sólo retorcerse los de Kingdom, cuya enrarecida tesitura se ve muy favorecida por la ambientación de época con las localizaciones exóticas, las cuales la convierten en algo distinto a lo que estamos acostumbrados en materia de apocalipsis con fiambres antropófagos. Además, la sencilla intriga política no se halla al margen del problemón con los muertos vivientes como en la mucho más compleja y disfrutable de *Juego de tronos* (David Benioff y B. D. Weiss, desde 2011), sino que está directamente relacionada con él, lo que supone un plus de valor narrativo.

El aparato visual se encuentra bastante lejos de las intenciones funcionales, con encuadres de cierta elaboración y movimientos de cámara convenientes, que enfatizan el tono de alarma en el montaje rápido de las escenas de acción y el siniestro en las del palacio real. Las actuaciones se resienten un pelín, no demasiado, por la típica solemnidad asiática y por el empeño de los personajes ridículos, los cobardicas o los atemorizados que rayan en lo histriónico. Pero, en general, los actores se defienden bien, desde Ju Ji-Hoon (The Spy Gone North) como el príncipe Chang, Kim Sang-ho (The Informers) encarnando al guardia personal Moo-yeong, la reconocible Doona Bae (*Sense8) como la médica Seo-bi, Kim Sung-Kyu (The Outlaws) en la piel del soldado Yeong-shin, Ryu Seung-ryong (Miracle in Cell No. 7) como el poderoso consejero Jo Hak Jo, Kim Hye-jun (Reunited Worlds) como la reina o Heo Joon-ho (Beautiful Mind*) como el respetado guerrero An Hyun.

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El último de los seis episodios que componen la primera temporada —la inaugural de Fear the Walking Dead también contó con esa cantidad de capítulos—, pareciera que no cumple con cierta norma no escrita, inconsistente en todo caso, por la que una narración cinematográfica alimentada por la tensión debe ser un continuo crescendo dramático y, tratándose de una serie televisiva, cada nueva emisión, un aumento del mismo. Pero a lo que se juega aquí es a preparar un giro completamente inesperado, que complica mucho la situación, y con el que se termina este primer ciclo por todo lo alto, en cliffhanger. Por esta razón, por las escasísimas propuestas decentes que nos ha brindado el subgénero zombi en medio siglo y, sí, por lo inusual de esta, Kingdom pasa el corte sin creerse más de lo que es y uno estará dispuesto a tragarse con gusto la segunda temporada, que Netflix ha confirmado ya.

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