george a. romero

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Ni siquiera los creadores cuyo trabajo se convierte en un invencible icono cultural saben a ciencia cierta cómo lo han conseguido, qué se les ha pasado por la mente para escoger cierto número de elementos que, al unirlos en una obra, han conectado con los intereses y las inquietudes del público de diversas generaciones. El cineasta neoyorkino George A. Romero nos entregó en 1968 una de las películas de mayor influencia en la entera historia del cine: La noche de los muertos vivientes (The Night of the Living Dead), cuyos terroríficos zombis han bastado para que él pase a la posteridad.

No es que no hubiese ya ficciones sobre resucitados, pero los de Romero, caníbales en descomposición que infectan a los vivos a dentelladas y con los que no se puede acabar sin destruir su cerebro, aunque estén hechos pedazos, tienen algo de enfermizo, de terrible morbosidad fúnebre, de violencia perturbadora que fascina, angustia y repele a partes iguales. Son personas a las que probablemente alguien quiso alguna vez, que se han transmutado en seres horribles y asesinos, y su determinación descerebrada e inquebrantable que extiende su mal como epidemia y causa así el fin del mundo es absolutamente aterradora.

Tal fue el éxito de los zombis destripadores de Romero que, de los quince largometrajes comerciales que rodó a lo largo de su carrera, seis se los dedica a ellos. Una década después de su debut, en 1978, llegó **Zombi (Dawn of the Dead), y en 1985, **El día de los muertos (Day of the Dead) como cierre de su primera trilogía, que luego ha contado además con sus inevitables remakes. Porque veinte años más tarde inició otra con La tierra de los muertos vivientes (Land of the Dead) en 2005, que continuó con **El diario de los muertos (Diary of the Dead) en 2007 y concluyó en 2009 con **La resistencia de los muertos (Survival of the Dead).

george a. romero
'La noche de los muertos vivientes' (1968) - Image Ten, Laurel, Market Square, Off Color

La valoración de la crítica y el público de estas seis películas es descendente de forma lineal y, en las dos centrales, Romero incluyó una subtrama curiosa: la capacidad de aprendizaje de los zombis, en el Bub (Howard Sherman) de El día de los muertos y el Big Daddy (Eugene Clark) de La tierra de los muertos vivientes. Y que a nadie que le quepa duda de que el rodaje de ambas trilogías se debió a la fiebre desatada por sus zombis, que no es ningún invento: sabed que existen más de 700 obras cinematográficas de infinidad de nacionalidades, entre cortos, largos y series de televisión, centradas en el tipo de muertos vivientes que él sacó de su chistera y el apocalipsis que son capaces de provocar.

Es probable que las más conocidas, aparte de las rodadas por el propio Romero y sus remakes, sean Braindead (Peter Jackson, 1992), 28 días después (28 Days Later, Danny Boyle, 2002), Resident Evil (Paul W. S. Anderson, 2002), Zombies Party (Shaun of the Dead, Edgar Wright, 2004), [·REC] (Jaume Balagueró, 2007), Dead Set (Charlie Brooker, 2008), Bienvenidos a Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), The Walking Dead (Frank Darabont, Robert Kirkman, Charlie Adlard y Tony Moore, desde 2010), Guerra Mundial Z (World War Z, Marc Forster, 2013) y Fear the Walking Dead (Kirkman y Dave Erickson, desde 2015). Y sus continuaciones y otras que vendrán.

Pero se equivocan quienes crean que los apocalipsis zombi de Romero no son más que un banquete de sangre y terror. Aparte de sus críticas más o menos sutiles de la violencia social, el consumismo o la falta de ética en los medios de comunicación, en sus películas y en unas cuantas de sus sucesores, los verdaderos monstruos son los vivos por su incapacidad para colaborar entre ellos y sobrevivir. Lo único que uno tiene que decidir es qué pesa más en su sensibilidad como espectador, el espectáculo de las vísceras y la sanguinolencia o la sátira dramática del destructivo individualismo humano. Sea como fuere, George A. Romero no necesita resucitar ahora de entre los muertos porque sigue vivo en su influyente obra, y sólo de unos cuantos se puede decir lo mismo.

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