¡Ya vienen! La noche de Reyes ya está aquí y, como todos los años, niños de todo el mundo recibirán los regalos con los que Sus Majestades de Oriente premian su buen comportamiento durante los pasados doce meses.

Llegarán a lomos de los tres icónicos camellos con los que viajaron a dejar oro, incienso y mirra al niño Jesús. Pero estos animales son mucho más que simples transportistas de regalos. Son uno de los seis pilares fundamentales de una familia de lo más interesante: los camélidos. ¿Pero quiénes son los otros cinco? Más vale empezar por presentarlos.

Los Reyes Magos según la Biblia: ni reyes, ni tres, ni Melchor, Gaspar y Baltasar

Mucho más que camellos

La familia de los camélidos está compuesta por tres géneros: Camelus, al que pertenecen el camello y el dromedario, Vicugna, compuesto por la vicuña y la alpaca, y Lama, en el que se encuentran el guanaco y la llama.

Estos dos últimos géneros habitan fundamentalmente en los Andes y, poco a poco, también se están haciendo su propio hueco en Navidad. No hay más que ver la gran oferta de adornos protagonizados por llamas con los que hemos podido ver muchos hogares y establecimientos decorados durante estas fiestas.

La inestimable ayuda de la llama en la lucha contra la gripe

Aunque cada especie cuenta con algunas diferencias con respecto al resto, en general comparten muchas curiosidades, unas más conocidas que otras.

Ovulación, solo cuando es necesaria

Ovular solo cuando se necesita y evitar dolorosas menstruaciones sería el sueño de cualquier mujer. Pero no de las hembras de dromedarios, camellos, alpacas y llamas, pues estos animales sí que cuentan con ese “don”.

Es decir, es un estímulo generado durante el apareamiento el que facilita que se generen los óvulos que después tendrán que ser fecundados. Hasta hace poco se creía que se trataba de un estímulo físico, ejercido por el pene durante la cópula. Sin embargo, un estudio, publicado en 2012 en Proceedings of the National Academy of Science of United States of America, establecía que en realidad la responsable de este fenómeno es una proteína presente en el semen.

Menos contaminantes que una vaca

El metano es uno de los gases involucrados en el desarrollo del temido efecto invernadero. Aunque podamos pensar que la mayoría de estos gases contaminantes proceden de procesos industriales, en este caso concreto el 20% de las emisiones proceden de la digestión de los rumiantes. Esto se debe a la existencia del rumen, un primer estómago en el que se digiere parte del alimento ingerido con ayuda de bacterias, que generan el metano como producto.

Animales domésticos como las vacas o las ovejas son grandes productores de este gas, de ahí que durante años se hayan buscado las formas de reducir estas emisiones, a través de modificaciones en su dieta. ¿Pero qué tiene que ver todo esto con los camélidos?

El segundo gran culpable del sobrecalentamiento del planeta

Aunque por definición no pueden considerarse como rumiantes, también poseen varios estómagos, concretamente tres. Esto, junto al mantenimiento de procesos digestivos similares, conlleva que también sean productores de metano. Sin embargo, lo hacen en mucha menos cantidad.

La razón está en su metabolismo, que requiere una ingesta menor de alimentos, por lo que hay menos materia que convertir en gas durante la digestión. Por este motivo, en los últimos años se ha comenzado a recomendar que en los países en los que son frecuentes estos animales se introduzcan en la ganadería, con el fin de reducir las emisiones contaminantes.

Todo se aprovecha

Sin duda es una buena opción para la ganadería. De hecho, durante años han sido una fuente inagotable de recursos para el ser humano.

El camello es el más utilizado en este aspecto, pues se aprovecha desde su leche hasta su carne. Incluso su piel se ha empleado tradicionalmente en la fabricación de productos como calzado, cantimploras y prendas de ropa.

En cuanto a sus familiares americanos, también se crían con aplicaciones similares. Tanto, que en los años 60 casi se extinguen con motivo de su caza indiscriminada por representantes de la industria textil.

El falso mito de las jorobas-cantimplora

Es común escuchar que las jorobas de camellos y dromedarios sirven para almacenar agua, que aprovechan para hidratarse en los áridos paisajes en los que suelen vivir. Sin embargo, no se trata de una afirmación correcta. En realidad, lo que almacenan es grasa, que les sirve como reserva energética periodos de escasez.

De cualquier modo, cuando se topan con algo de agua aprovechan el momento, llegando a poder beber 135 litros en 13 minutos. Además, apenas sudan, por lo que mantienen en su organismo esas ingentes cantidades de agua, aprovechándola lo máximo posible para evitar la deshidratación.

Los superhéroes del desierto

Su capacidad para resistir a la deshidratación no es el único “superpoder” de estos animales. De hecho, son capaces de beber agua muy salada, sin enfermar, e incluso pueden resistir en ambientes contaminados por radiación.

Los camellos también están perfectamente adaptados para resistir a las tormentas de arena, gracias a los tres párpados que protegen sus ojos y a la capacidad para cerrar las fosas nasales en momentos concretos, evitando que la tierra penetre en ellas.

La eterna confusión

Es bastante común ver imágenes de los Reyes Magos cabalgando sobre camellos magníficos, ataviados con sus mejores galas y una reluciente silla de montar colocada sobre su joroba. Todo precioso, pero un poco incoherente, pues en realidad los camellos tienen dos jorobas, mientras que los que solo cuentan con una son los dromedarios. Pero en realidad esto no es un problema, por un lado porque la Biblia no hace referencia concretamente a que se trate de camellos y, por otro, porque en realidad el dromedario pertenece al género de los camellos (Camelus dromedarius), por lo que puede considerarse uno más. Total, puestos a disfrutar de los regalos, ¿qué más da el número de jorobas que tuviese el animal que los transportó?

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