La historia de la humanidad está llena de personajes importantes, cuya relevancia les ha dotado de un halo de misterio a su alrededor, construido a base de leyendas, con niveles muy diferentes de veracidad. Frases que nunca pronunciaron, lugares en los que nunca estuvieron o incluso dudas sobre su propia existencia son algunos de los mitos más típicos en torno a estas figuras históricas.

Entre ellas destacan casos como el de Isaac Newton y la falsa historia de la manzana o Galileo y las dudas sobre su frase más famosa. Pero si retrocedemos mucho más atrás en el tiempo nos encontramos casos aún más legendarios, como el de la enigmática Cleopatra. Su vida estuvo plagada de decenas de situaciones fascinantes, cuya historia ha perdurado en el tiempo, transmitiéndose de generación en generación. Sin embargo, muchos de estos relatos no obedecen a ningún registro ni documento de la época, por lo que no hay manera de saber si realmente ocurrieron.

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A pesar de todo, las nuevas historias sobre esta reina egipcia siguen creciendo a día de hoy, llegando incluso a verterse noticias falsas sobre la aparición de su enigmática tumba. De hecho, si bien en los últimos días hemos podido leer en algunos medios de comunicación que un famoso arqueólogo ha dado con el lugar exacto del enterramiento, él mismo ha reconocido que se trata de una mala traducción de sus declaraciones y que él jamás ha dicho tal cosa. La incógnita sobre el lugar en el que descansan sus reales restos sigue estando en el aire. Afortunadamente, algunas otras historias legendarias sobre ella sí han podido ser desmentidas o apoyadas por la ciencia, utilizando como base la información verídica que se conserva de la época.

Mucho más que maquillaje

En la mayoría de representaciones existentes sobre Cleopatra, igual que en las de otras mujeres y hombres de la nobleza egipcia, aparece con vestimentas opulentas y un llamativo maquillaje sobre su cara. Lógicamente, en su época no existían los compuestos que a día de hoy se utilizan en cosmética, pero lo cierto es sabían apañárselas bastante bien, dentro de lo posible por aquel entonces. Al menos eso es lo que se concluye en un estudio publicado en 1970 por un equipo de investigadores del Louvre y el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. Su trabajo comenzó cuando, analizando manuscritos de la época, encontraron un jeroglífico en el que se hablaba sobre el uso de plomo para fabricar un pigmento negro, empleado como maquillaje. Pero el documento no se centraba solo en esta aplicación estética, sino que iba más allá, describiendo el potencial de esta sustancia en la prevención de enfermedades oculares debidas a infecciones bacterianas.

En un principio todo esto llamó la atención de los científicos, ya que se conoce que este metal es muy tóxico. De hecho, es el responsable de una enfermedad conocida como saturnismo, que puede generar problemas muy variados de salud y, en el peor de los casos, la muerte. Sin embargo, para comprobarlo decidieron seguir al pie de la letra la “receta” descrita en el jeroglífico, ajustándose a las cantidades especificadas. Y cuál fue su sorpresa al comprobar que no solo no generaba toxicidad; sino que, además, era capaz de estimular el sistema inmunológico en su lucha contra las bacterias. Está claro que hoy en día disponemos de opciones de maquillaje más seguras, junto a medidas de higiene que previenen en la medida de lo posible las infecciones oculares. Pero hay que reconocer que para tener más de 2.000 años, la receta de los egipcios era mucho más que aceptable.

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Leche de burra para estar más joven, ¿mito o realidad?

Más concretamente, la leyenda dice que Cleopatra se bañaba con leche agria de burra. Suena bastante poco apetecible y ni siquiera podemos estar seguros de que fuera cierto. Sin embargo, en 2017 el químico y profesor de la Universidad Mc Gill Joe Schwarcz publicó en la página de dicho centro su propio análisis sobre las razones que pudieron llevar a la reina egipcia a llevar a cabo este singular ritual.

Según cuenta, cuando la leche se pone agria, la lactosa es procesada por bacterias, que la transforman en ácido láctico, una sustancia que en contacto con la piel provoca que su capa más superficial se desprenda, dejando paso a una nueva, más suave y sin imperfecciones. De este modo se genera lo que se conoce como una exfoliación química. Sin embargo, por mucha leche que empleara, la cantidad de lactosa no sería suficiente para obtener resultados. Quizás por eso recurría también a otras alternativas, como los excrementos de cocodrilo en polvo. Posiblemente tampoco le dieran resultado, pero por probar no perdía nada y lo cierto es que las heces de este reptil eran muy utilizadas en la época, con múltiples aplicaciones.

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Lo cierto es que a Cleopatra le gustaba experimentar, al menos eso es lo que se cuenta. De hecho, se dice que ideó un tratamiento para la calvicie de Julio César, consistente en dientes de caballo molidos y mezclados con médula de venado. Lo más probable es que tampoco funcionara; pero bueno, en ese caso, siempre le quedaría la corona de laurel.

Desmentida la mordedura de serpiente

Tras su derrota, por parte de Octavio Augusto, Marco Antonio no pudo soportar el dolor que le causaba y terminó suicidándose con su propia espada, seguido poco después por su amada Cleopatra. Hasta aquí todo es correcto. Sin embargo, muchas circunstancias en torno a la muerte de la pareja están envueltas de su ya característico halo de misterio. Buen ejemplo de ello es el método elegido por la reina para quitarse la vida. Según la leyenda, utilizó una cobra, oculta en un cesto de higos, para que la matara con su mordedura, a ella y a sus dos sirvientas, Charmion y Eiras.

Esta es la historia que ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, en 2015 un equipo de egiptólogos de la Universidad de Manchester analizó los hechos, obteniendo una conclusión muy diferente. Tras analizar los documentos antiguos que cuentan la historia y consultar a un experto en reptiles, concluyeron que había dos puntos que no tenían sentido en el relato. Por un lado, una cobra es demasiado grande como para poder esconderse en un cesto de higos sin ser visto. Por otro, hay solo un 10% de probabilidad de morir por el mordisco de una cobra, pues la mayoría de sus mordidas son secas, sin inyección de veneno. Por lo general, solo utilizan su ponzoña cuando cazan o si se sienten amenazadas, de modo que las posibilidades de que mordiera y matara a las tres mujeres son muy bajas.

Por el contrario, estos expertos opinan que debió suicidarse con un cuchillo o, como mucho, extraer el veneno de los colmillos de la cobra e inoculárselo ella misma, aunque esa hubiese sido una muerte mucho más lenta y dolorosa.

En busca de la tumba perdida

Otro de los grandes misterios que envuelven la vida de Cleopatra es el del lugar de su enterramiento. Según los escritos de los historiadores Suetonius y Plutarco, tras su suicidio y el de Marco Antonio se permitió que fuesen enterrados juntos, pero nadie sabe dónde. Por eso, durante siglos la búsqueda de la tumba de los dos enamorados ha sido la obsesión de muchos arqueólogos.

Este es, por ejemplo, el caso de la arqueóloga y abogada Kathleen Martínez, quien ha excavado durante años en el interior de las ruinas de Taposiris Magna, un complejo situado al oeste de Alejandría, que alberga en su interior un templo dedicado a Osiris e Isis. Se sabe que Cleopatra solía compararse a sí misma en vida con esta última diosa, por lo que podría ser un buen lugar para construir su tumba. Sin embargo, la búsqueda hasta ahora ha sido infructuosa.

Por el contrario, otros expertos, como la egiptóloga Joyce Tyldesley, del Museo de Manchester, opinan que los restos no serán jamás encontrados, pues es probable que fuesen incinerados, quizás para evitar que se atentara contra ellos.

Esta larga búsqueda pareció llegar a su fin recientemente, cuando el arqueólogo egipcio Zahi Hawas, colaborador de Kathleen Martínez en Taposiris Magna, aseguró saber por fin dónde se encontraba el cuerpo de Cleopatra. Sin embargo, en declaraciones a Live Science el propio Hawas ha asegurado que en ningún momento dijo eso, sino que estaban cerca de encontrar los restos. Debió ser, por lo tanto, una mala traducción, que avivó las esperanzas de quienes llevan más de una década manteniendo el aliento con cada palada de tierra retirada por los arqueólogos.

Encontrar la tumba de Cleopatra no solo supondría el fin de un largo viaje, sino que también podría ayudar a resolver muchos misterios en torno a le legendaria egipcia, como cuál era su apariencia. Se describe como una mujer bella, pero a día de hoy nadie sabe cuál era realmente su fisonomía. Encontrar sus restos podría ayudar a conocer un poco más a esta mujer, que además de reina también fue alquimista, diplomática y comandante naval. Incluso dominaba las matemáticas, la medicina y otras ramas de la ciencia. Encontrarla podría ayudar luz sobre otra de esas historias de mujeres, cuyo legado fue en parte borrado de la historia. ¿Quién sabe? Quizás su historia real fuese aún más interesante que la que narran las leyendas.