bennu

NASA/Goddard/University of Arizona

La primera misión de retorno de muestras de la NASA acaba de llegar a su objetivo: el asteroide Bennu. OSIRIS-REx partió de la Tierra el 8 de septiembre de 2016. Si todo va según lo previsto, volverá a nuestro planeta para 2023 y traerá un mínimo de 60 gramos y un máximo de 2 kilos de material para su estudio por parte de la agencia espacial norteamericana.

Aunque Bennu ya tiene compañía, por el momento no va a ser visitado. "No vamos a aterrizar, nos pondremos a orbitar el asteroide, en lo que llamamos la fase de survey donde iremos haciendo mapas de su superficie con los distintos instrumentos, obteniendo toda la información necesaria para, más o menos en julio de 2020 iniciar la fase de recogida de muestras", explica a Hipertextual Julia de León, investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), que participa en esta misión.

Créditos: NASA/Goddard/University of Arizona

El satélite OSIRIS-REx va a pasar más de dos años en Bennu. Primero estudiándolo desde el cielo y, tras esto, recogiendo muestras: "Vamos a estar más o menos dos años y algunos meses entre la fase de cartografiado (survey) y la recogida de muestras", comenta la astrofísica. "El mecanismo de recogida de muestras está preparado para coger tanto partículas de polvo muy fino (llamado regolito) como pequeñas rocas de hasta 20 cm de diámetro", señala De León. Aunque no será hasta marzo de 2021, si todo sale como ha sido organizado, que comience la fase de regreso, que concluiría en septiembre de 2023 cuando previsiblemente la sonda llegara a la Tierra de nuevo.

De León, que ya participó en la misión Rosetta analizando imágenes de (21) Lutetia, hará un trabajo similiar. En esta misión, la astrofísica observará las imágenes que lleguen desde Bennu para decidir dónde tiene que aterrizar la sonda para hacer la recogida de muestras.

YouTube video

Retorno de muestras

Pero OSIRIS-REx no es la única misión de este estilo que se está llevando a cabo. El pasado mes de junio, Hayabusa 2, misión de la agencia espacial japonesa (JAXA), llegó al encuentro de Ryugu, su asteroide objetivo. Aunque su aterrizador no descendió hasta el pasado 3 de octubre. Ambos asteroides presentan un parecido sorprendente para quien observe sus fotografías.

¿Por qué los asteroides Bennu y Ryugu se parecen tanto?

¿Por qué es importante estudiar estos asteroides? "Los asteroides en general son restos de la formación de nuestro Sistema Solar, así que preservan de alguna manera los materiales que existían durante esas primeras etapas", responde a la pregunta la astrofísica. Tanto Bennu como Ryugu "son asteroides de tipo primitivo", afirma. Un asteroide de tipo primitivo apenas ha tenido cambios significativos desde que se formaron hace 4.540 millones de años, tal y como señalan desde la web de la NASA para esta misión.

¿Cómo es Bennu?

asteroide Bennu
NASA

Bennu tiene un diámetro ecuatorial de 500 metros y su diámetro polar es de 510 metros. Para entender de qué tamaños estamos hablando solo hay que mirar hacia el edificio Empire State, que tiene una altura de 443 metros, por debajo de las medidas de este asteroide.

Bennu da una vuelta sobre sí mismo cada 4,3 horas y tarda 1,2 años en dar una vuelta alrededor del Sol. Además, el asteroide se cruza con la Tierra en su máximo acercamiento cada 6 años.

¿Y de qué puede estar compuesto? "Creemos que contienen compuestos basados en el carbono, incluyendo compuestos orgánicos, y también minerales que han visto alterada su estructura por el contacto durante miles de millones de años con agua líquida. Eso no significa que vayamos a encontrar agua, pero nos daría pistas para entender mejor cómo llegó el agua, y por tanto la vida, a la Tierra", ilustra la investigadora del IAC.

Los expertos no esperan encontrar agua: "Por lo que hemos estudiado desde Tierra, no parece que vayamos a encontrar agua en ninguna de sus fases. Pero esperamos encontrar la presencia de agua de forma indirecta, como en los filosilicatos". ¿Y qué son los filosilicatos? "Son un tipo de silicatos que han visto alterada su estructura cristalina por haber estado en presencia de agua líquida durante miles de años", explica a Hipertextual la investigadora. "Existen diferentes tipo de filosilicatos y se encuentran tanto en la superficie de Marte como en muchos asteroides de tipo primitivo. También se encuentran de forma abundante en la Tierra", añade De León.

"Hasta la fecha, todos los asteroides que se han visitado han dado sorpresas", comenta la astrofísica al ser preguntada por qué esperan encontrar al visitar y analizar las muestras. "En el caso de Ryugu, los miembros de la misión se han encontrado con una superficie cubierta de rocas de tamaño considerable, y realmente nada o casi nada de polvo, algo que no se esperaba teniendo en cuenta las superficies de otros asteroides visitados", explica a Hipertextual.

"En el caso de Bennu, esperamos identificar minerales hidratados, porque a nivel global y desde tierra, no se han detectado de forma clara. También queremos confirmar la naturaleza primitiva de su superficie y poder estudiar los efectos del llamado space weathering o climatología espacial: el bombardeo constante de partículas cargadas del viento solar y de micro-meteoritos que altera las superficies sin atmósfera de los asteroides", explica De León.

¿Puede colisionar Bennu con la Tierra?

La poca distancia que le separa cada seis año a Bennu de la Tierra ha hecho que se le catalogue como un asteroide potencialmente peligroso para nosotros, aunque por el momento no parece que se vaya a producir ningún tipo de colisión con nuestro planeta, por lo que no hay que preocuparse.

¿Qué riesgo real existe de que un asteroide choque contra la Tierra?

"Bennu, al igual que otros asteroides que se acercan a la Tierra, está clasificado como Potencialmente Peligroso: es decir, tiene un diámetro superior a 140 metros y su órbita hace que se acerque a la Tierra a una distancia igual o menor que 20 veces la distancia Tierra-Luna (unos 350.000 kilómetros)", explica a Hipertextual la astrofísica del IAC. "Actualmente ninguno de estos asteroides supone un peligro real de impacto, pero es necesario vigilarlos y hacerles un seguimiento, dado que cada vez que se acercan a la Tierra, la gravedad de ésta modifica ligeramente su órbita y hay que rehacer los cálculos para actualizar las predicciones de cada acercamiento", añade. "De hecho, la misión OSIRIS-REx va a estudiar cómo la nave, al interaccionar gravitatoriamente con el asteroide, va a modificar su órbita", concluye De León.