Durante el mes de agosto de 1854, el londinense barrio del Soho fue sacudido por un duro brote de cólera, que terminó con la vida de más de seiscientas personas. Cerca de la zona vivía John Snow, un médico inglés que llevaba mucho tiempo interesado por el origen de esta terrible enfermedad, que durante los últimos años había dejado un gran reguero de víctimas por todo el mundo. Por aquel entonces se creía que el origen del cólera residía en el aire. Sin embargo, Snow estaba convencido de que el agua contaminada podría tener que ver. Lo manifestó en un artículo publicado en 1849, pero nadie le hizo caso. Por eso, con el nuevo brote que a tantos vecinos estaba matando vio la oportunidad de demostrar la validez de su teoría.

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En esa época pocas personas tenían agua corriente en sus hogares, por lo que la mayoría acudían a pozos y bombas de agua en busca del suministro que necesitaban para su día a día. Esto llevó a Snow a informarse de los domicilios de las personas infectadas y comprobar cuál era su pozo más cercano. Con ayuda de una cuadrícula dibujada sobre el plano observó que la gran mayoría de casos se encontraban en torno a un lugar concreto: la bomba de Broad Street. Además, muchos de los clientes de un bar en el que se servía agua de aquel pozo también estaban infectados. Había algo que no parecía cuadrar, pues muy pocos de los presos de una prisión cercana habían manifestado síntomas. Sin embargo, solo tuvo que indagar un poco para descubrir que el centro contaba con su propio pozo, por lo que no habían bebido agua contaminada.

Este John Snow sí que sabía muchas cosas y por eso muchos lo consideran el padre de la epidemiología, pues supo encontrar la raíz de una enfermedad observando los factores que influían en su expansión y, como consecuencia, pudo hallar los métodos necesarios para frenarla. Desde entonces, gracias a esta rama de la ciencia, en la que las matemáticas y la biología trabajan mano a mano, muchos brotes se han podido parar a tiempo, antes de que se convirtieran en epidemias y, en caso de que se haya hecho demasiado tarde, los científicos han dispuesto de datos para evitar que lo ocurrido se repita.

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Lo que no resulta útil, pero sí de lo más curioso, es el estudio epidemiológico que ha llevado a cabo recientemente un equipo de científicos de la Universidad Macquarie, en Australia. En él se analizan exhaustivamente los factores de riesgo de muerte que han llevado a los personajes de Juego de Tronos a caer como moscas durante las siete temporadas que se han rodado hasta ahora. Más de un siglo después, el nombre de Jon Snow aparece de nuevo en un estudio sobre epidemiología, aunque esta vez no se trata del médico al que tanto le debemos, sino de uno de los personajes de la serie cuyo desenlace tendrá mordiéndose las uñas a medio mundo hasta el próximo mes de abril. ¡Qué maravillosa casualidad!

Nota: si eres de esas personas que están esperando a que la serie termine para ver desde el principio todas las temporadas y has conseguido sobrevivir a los spoilers, te aconsejamos que no sigas leyendo.

Regla número 1: nunca le cojas cariño a un personaje

Esto es lo primero que se suele decir a alguien que se dispone a ver la serie por primera vez. Y no es para menos, pues en el momento en que Ned Stark es decapitado al final de la primera temporada el espectador comprende que George R.R. Martin es totalmente infiel al estereotipo de que el personaje protagonista nunca puede morir. Empieza así un largo viaje cargado de incertidumbre en el que constantemente surge la misma pregunta: ¿quién será el siguiente?

A solo una temporada del final la pregunta va más allá. ¿Quién llegará vivo hasta el último episodio? Hasta el momento, gracias a la información filtrada a través de unos documentos judiciales, solo se sabe a ciencia cierta cuál será uno de esos afortunados. En cuanto al resto, solo queda hacer apuestas.

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Pero un grupo de científicos especializados en epidemiología de la Universidad Macquarie no quería hacer las apuestas sin información suficiente. Por eso, han decidido llevar a cabo un estudio epidemiológico en el que se analizan las causas de muerte de los personajes más importantes de la serie, con el fin de buscar una tendencia que permita adivinar quiénes serán los siguientes. Sus resultados se han publicado en la revista Injury Epidemiology.

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Si quieres sobrevivir, mejor cambia tus lealtades

“Cuando juegas al Juego de Tronos, o ganas o mueres”. Con esta reveladora frase que Cersei Lannister le dirigía a Ned Stark en el capítulo 7 de la primera temporada ya se veía venir cuál iba a ser la dinámica de la serie. Por eso, si quieres sobrevivir, más te vale cambiar a quién le debes tu lealtad.

Este es uno de los factores analizados en el estudio, ya que se considera cambiar la lealtad como factor que disminuye el riesgo de muerte. Un claro ejemplo de ello es el de Tyrion Lannister, que abandona la lealtad que le debía a su propia familia para convertirse en el consejero de Daenerys Targaryen. ¿Lo hará alguien más en la octava y última temporada? Eso aún está por ver.

Pero este no es el único punto analizado, ya que el estudio es mucho más exhaustivo. Concretamente, se analiza la evolución de 330 personajes, de los cuáles 186 ya habían muerto al final de la séptima temporada.

En general se registraron datos sobre el estado sociodemográfico de los personajes, incluyendo su sexo, estado social, tipo de ocupación, afiliación religiosa y lealtad, junto con su tiempo de supervivencia y las circunstancias de su muerte. Entre las conclusiones más importantes destaca que los personajes de “baja cuna” tienen más probabilidades de morir que los que tienen un estatus social más elevado. Aunque, como ya sabemos, no todos los muertos en Juego de Tronos son pobres, ni mucho menos.

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En cuanto a las muertes, la mayoría de ellas tienen lugar en Poniente (80’1%), principalmente por lesiones, de las que un 73’7% se ubican en torno al cuello y la cabeza. Destacan entre ellas un total de 13 decapitaciones. A continuación, las siguientes causas de defunción son las quemaduras (11’8%) y las intoxicaciones (4’8%). En cuanto a las causas naturales, solo dos personajes hasta el momento han fallecido por motivos naturales propios de la edad.

También se analizan las circunstancias de la muerte, que tienen lugar en su mayoría durante asaltos (63%), pero también durante la batalla (24’4%) y en ejecuciones legales (5’4%).

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Muertes rápidas

Otro de los grandes sellos distintivos de Juego de Tronos es la rapidez con la que mueren algunos personajes. Por eso, en este estudio también se tiene en cuenta esto. Concretamente, se calcula que la probabilidad de morir durante la primera hora en pantalla es de aproximadamente el 14% y que el tiempo de vida de los personajes fallecidos hasta ahora oscila entre los 11 segundos y las 57 horas y 15 minutos. El tiempo de vida media, por lo tanto, se encuentra en torno a las 28 horas y 48 minutos. Más nos vale no pestañear, nos vayamos a perdernos una muerte importante mientras tanto.

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En base a todos estos datos, se podría deducir qué personajes tienen más probabilidades de morir. Sin embargo, si hay algo que se le da bien a Martin es sorprender al espectador. Ya solo quedan unos meses para saberlo. El invierno está aquí.