Unos más que otros, pero en general la mayoría de seres humanos tenemos pelo en zonas del cuerpo como la cabeza, las piernas o los brazos. Sin embargo, en otras como las palmas de las manos o las plantas de los pies no nace ni el más mínimo atisbo de vello, independientemente del sexo, la edad o la tendencia a la vellosidad del individuo. ¿A qué se debe esto?
¿Se nos cae más el pelo en verano?
Esta es una pregunta que se han hecho muchos científicos y que ahora contesta un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pennsylvania, con el objetivo de aplicar estos conocimientos al tratamiento de la alopecia o la recuperación del crecimiento del pelo en cicatrices de quemaduras y grandes heridas. Además, sus resultados, que han sido publicados hoy mismo en Cell Reports, explican por qué algunos animales, como los conejos, sí que tienen vello en zonas del cuerpo en las que otros roedores, como los ratones, no.
Inhibiendo la señalización más “peluda”
Estos investigadores centraron su estudio en la vía de señalización WNT, conocida por tener un papel esencial en el desarrollo de los folículos pilosos y el crecimiento del cabello. Está claro que, en condiciones normales, esta vía funciona a la perfección en zonas del cuerpo como las piernas o los brazos, pero no lo hace en otras, como las palmas de las manos.
La respuesta, como describen estos científicos en su estudio, está en una proteína inhibidora de dicha vía, llamado Dickkopf 2 (DDK2). Comprobaron que el gen que codifica para dicha proteína se encuentra muy expresado en la piel plantar de los ratones, en los que, igual que ocurre en las plantas de los pies de los humanos, no crece nada de vello. Sin embargo, si se inactiva el pelo comienza a desarrollarse como en el resto del cuerpo. Esto demuestra que la vía WNT se encuentra también en estas zonas, pero está paralizada a través de la acción de DDK2.
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Por último, comprobaron que en los conejos no se expresa este gen, de ahí que su piel plantar, como la de los osos polares, sí posea pelo. Así se demuestra que, a lo largo de la evolución, esta vía ha seguido caminos diferentes, en función de las necesidades concretas de cada especie animal.
Más allá de la curiosidad
Todo esto da respuesta a una pregunta curiosa que nos hemos hecho durante mucho tiempo, pero el objetivo de este equipo de científicos va mucho más allá.
Se sabe que los folículos pilosos se desarrollan en los fetos humanos, pero detienen su producción después del nacimiento. Por eso, cuando una gran quemadura o una herida cicatrizan, la nueva piel está carente de pelo. En busca de una solución a este problema, se han propuesto comprobar si es DDK2 el que está implicado en la paralización del desarrollo de los folículos pilosos; ya que, de ser así, en estos casos concretos podría volver a activarse para favorecer que la nueva piel tenga pelo.
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Pero, sobre todo, la mayor preocupación concerniente a la carencia de pelo es la de las personas con alopecia. Según datos de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), el 40% de los hombres con edades comprendidas entre los 18 y los 39 años padece alopecia androgénica. Además, el porcentaje alcanza un 95% en varones con edades por encima de los 70 años.
Aunque no suponga problemas de salud, va acompañada en muchas ocasiones de un gran descontento con el aspecto físico, por lo que muchos científicos tratan de buscarle una solución. Estudios anteriores han encontrado a DKK2 como un candidato potencial a la aparición de esta pérdida progresiva de pelo, por lo que estos investigadores pretenden centrar también los siguientes pasos de su trabajo en analizarlo. Sin duda, si consiguen llegar a buen puerto, muchísimas personas se alegrarán por sus hallazgos.