Disponer de sentido del olfato puede parecer una condena cuando nos encontramos cerca de un basurero o cambiando el pañal de un niño pequeño. Sin embargo, es toda una ventaja que, como otros muchos animales, los seres vivos hemos conservado para nuestro propio bien.
Gracias a él, podemos detectar situaciones peligrosas, como un escape de gas o un alimento en mal estado. Además, también es esencial para mantener una buena alimentación. Esto se debe a que el sabor está muy ligado al sentido del olfato, de modo que si este se deteriora sería muy difícil discernir los sabores de los alimentos y el apetito del individuo disminuiría, ya que no encontraría ninguna “recompensa” al comer. De hecho, se considera que el 50% de las personas mayores de 65 años sufren un deterioro más o menos intenso del sentido del olfato y que en muchos casos esto puede afectar a su alimentación, precisamente por ese motivo.
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Está claro que la pérdida de otros sentidos como el oído o la vista pueden dificultar mucho más el día a día del individuo, pero no por eso se debe menospreciar al 5% de la población que se calcula que tienen esta condición, llamada anosmia. Es cierto que en muchos casos esta condición se puede solucionar tratando otras afecciones que pueden interferir en la capacidad para detectar olores, como la obstrucción nasal o la sinusitis. Sin embargo, en otras ocasiones son los nervios del bulbo olfativo los que están dañados y eso es mucho más difícil de solucionar con las técnicas de las que se dispone en la actualidad. Por eso, un equipo de científicos del Massachusetts Eye and Ear ha comenzado a investigar un mecanismo que en un futuro podría desembocar en la elaboración de implantes que restaurarían el sentido del olfato, de un modo similar a los que hoy en día utilizan algunas personas con pérdida de audición.
Electrodos para volver a oler
Para la realización de este estudio, que ha sido presentado en el Foro Internacional de Alergias y Rinología, los investigadores reclutaron a cinco pacientes con anosmia, a los que se insertaron una serie de electrodos en la nariz, a través de endoscopia. El objetivo de estos dispositivos era estimular los nervios del bulbo olfativo para intentar inducir el sentido del olfato. Finalmente, tres de ellos afirmaron poder detectar aromas intensos, como el del antiséptico u otros olores ácidos y afrutados.
Aunque este es solo un primer paso, los resultados pueden animar al desarrollo de nuevas técnicas, que finalmente den lugar a un implante definitivo para inducir el sentido del olfato. Lo ha explicado en un comunicado de prensa el autor principal del estudio, Eric Holbrook, al recordar que el desarrollo de implantes cocleares, por ejemplo, no se aceleró realmente hasta que alguien colocó un electrodo en la cóclea de un paciente y descubrió que este escuchó una frecuencia de algún tipo.
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Hasta ahora se han desarrollado un gran número de narices artificiales, con aplicaciones de lo más variadas, desde diagnosticar enfermedades hasta detectar si un alimento está en mal estado. Sin duda se trata de grandes herramientas que nos serán muy útiles en el futuro, pero tener en cuenta también a las personas que no saben lo que es el olor a café recién hecho, a hierba mojada o a libro nuevo también debería ser una prioridad. Por eso avances tan pequeños como este pueden considerarse como una gran noticia.