Existe una creencia popular que dice que los seres humanos tienen un peor olfato que otras especies. La idea, concebida por el médico francés Paul Pierre Broca en pleno siglo XIX, se ha mantenido durante más de 150 años. Una revisión publicada hoy en la revista Science lo desmiente, aportando algunas evidencias que parecen indicar lo contrario.

Según el neurocientífico John McGann, profesor de la Universidad Rutgers de Estados Unidos, el olfato humano tiene un rendimiento similar al de otros mamíferos como los perros o los ratones. El investigador explica a Hipertextual que decidió analizar la evidencia existente sobre la capacidad olfativa de nuestra especie después de estudiar durante catorce años el sistema olfatorio de los ratones. Fue entonces cuando descubrió diversos datos que podrían desmentir el mito de la pobre habilidad humana para diferenciar aromas.

La evidencia actual dice que nuestra especie es capaz de discernir hasta un billón de olores distintos. Las conclusiones de McGann parecen tajantes; sin embargo, ¿el sentido del olfato es mejor o peor que el de otros mamíferos? A juicio de José Ramón Alonso, catedrático de Biología Celular de la Universidad de Salamanca, “los resultados son provocadores”. “Ha extrapolado datos conocidos, pero deja otros de lado que no encajan con su idea”, comenta al otro lado del teléfono. La polémica está servida.

El origen de la controversia

"Sabía por parte de algunos colegas que el olfato humano era mejor que su reputación, pero su capacidad realmente me sorprendió cuando comparé directamente su rendimiento y la neurobiología entre nuestra especie y los ratones", explica McGann a Hipertextual. En el siglo XIX, Paul Pierre Broca describió la estructura del bulbo olfatorio, una pequeña región del cerebro encargada de interpretar la información que recibimos de la nariz.

El bulbo olfatorio de los seres humanos es más pequeño que en el caso de los roedores. Mientras que en nuestra especie supone apenas el 0,01% del volumen de nuestro cerebro, el porcentaje aumenta hasta el 2% en los ratones. Diversos experimentos posteriores concluyeron que el olfato en diversos mamíferos era mucho más sensible que en los humanos. Por ejemplo, un estudio realizado en ratones demostró el efecto Bruce: ratonas eran capaces de autoprovocarse abortos si olían la orina de un ratón diferente al que las había dejado preñadas.

McGann realiza una revisión histórica en la que enumera el papel de Broca y otros científicos, como William Turner o C. Judson Herrick, que también estudiaron el sistema olfatorio. Su trabajo en Science llega incluso a mencionar a Sigmund Freud, quien llegó a afirmar que “el olfato humano estaba atrofiado”. El profesor de la Universidad de Rutgers, sin embargo, olvida las contribuciones de Santiago Ramón y Cajal en el estudio del olfato.

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“Freud no es nadie en la historia del bulbo olfatorio, mientras que las descripciones detalladas, los esquemas funcionales y las asombrosas ilustraciones de Cajal son una auténtica referencia”, critica Alonso. El investigador señala que el bulbo olfatorio de los primates, incluidos los seres humanos, tiene una organización menos definida y una menor variabilidad. “Su revisión plantea que nuestra especie podría seguir rastros, pero no aporta ninguna prueba. La realidad es otra: en los aeropuertos son los perros los que exploran las maletas de los pasajeros, no las personas”, sostiene.

En opinión de McGann, los seres humanos complementan el reducido tamaño del bulbo olfatorio con una mayor especialización de la corteza cerebral. El neurocientífico enfatiza el papel del córtex orbitofrontal, más grande y complejo en nuestra especie, que nos dotaría de una habilidad suplementaria a la hora de interpretar aromas. Para José Ramón Alonso, sin embargo, su idea es una trampa. “No poseemos bulbo olfatorio accesorio y no hay comprobación experimental de la capacidad que menciona”, dice en conversación telefónica con este medio.

“Un sentido demasiado desconocido”

La revisión en Science también realiza algunas afirmaciones llamativas sobre los genes que codifican los receptores olfativos o el papel de la plasticidad neuronal en el olfato humano. En otras especies, se ha observado neurogénesis, es decir, generación de nuevas neuronas, en el bulbo olfatorio, algo que no sucede en los humanos. A juicio de McGann, este hecho no es un inconveniente y apunta que habrá otros mecanismos, sin afirmar cuáles exactamente.

Algunos datos experimentales, por el contrario, sí parecen apoyar la idea de que el olfato humano puede ser mejor que en el caso de otros mamíferos. Por ejemplo, se ha demostrado que nuestra especie parece más sensible que los perros a un compuesto químico que se encuentra en los plátanos. “Podemos detectar y discriminar una variedad extraordinaria de aromas, somos más sensibles que los roedores y los perros en algunos casos, somos capaces de rastrear ciertos olores y nuestro comportamiento y situación afectiva están influenciados por el olfato”, esgrime en su revisión en Science.

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“El olfato es un sentido muy diferente a otros, tanto biológica como perceptualmente. La información que recibimos bordea el tálamo y va desde el bulbo olfatorio hasta la corteza y estructuras asociadas con las emociones (amígdala) y la memoria (hipocampo). Quizás, como resultado, cualquier aroma cuenta con un acceso privilegiado a la memoria emocional, pero al mismo tiempo podría despertar menos nuestra atención”, comenta McGann por correo. El neurocientífico también alude a la mezcla de aromas, como la que sucede en un café o en un perfume, para justificar ese convencimiento que, en su opinión, ha habido para minusvalorar la capacidad olfativa de los humanos frente a la percepción auditiva o visual.

Alonso no coincide con las hipótesis publicadas hoy en Science. “La revisión es interesante y provocadora, pero también muy discutible”, argumenta. "La revisión obvia la mayor complejidad estructural y neuroquímica de los sistemas olfatorios de los animales macrosmáticos y frente a la carencia de neurogénesis adulta, la ausencia de un sistema accesorio y el número mucho menor de genes olfatorios en humanos plantea hipótesis de las que, en mi opinión, no aporta evidencia suficiente", dice.

El catedrático de Biología Celular de la Universidad de Salamanca solo concuerda con McGann en que, hasta la fecha, “el sistema olfativo sigue siendo un gran desconocido”. “Incluso en algunos niveles no hay un buen conocimiento anatómico sobre las diferentes estructuras en los seres humanos”, apunta. El sentido del olfato es mucho más importante de lo que podríamos pensar, aunque no está claro si nuestra especie cuenta o no con un rendimiento igual o inferior. El debate está abierto.