Stan Lee se ha ido, pero nos ha dejado todo un universo repleto de personajes cuyo mayor superpoder será ayudarnos a recordarlo siempre. Entre ellos, dos de los que más recientemente han aparecido en las pantallas de los cines de todo el mundo han sido Ant-man y la Avispa, una pareja de héroes que al enfundarse unos trajes especiales adquieren la capacidad de encogerse hasta el tamaño de los insectos que les dan nombre, pero aumentando aún más su fuerza, como si de balas se tratase.
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Como personajes de ciencia ficción que son, se les permite esta capacidad, igual que no debe extrañarnos que un hombre lance seda de araña y trepe por las paredes después de ser mordido por uno de estos arácnidos o que un dios nórdico baje a la Tierra para salvar a los humanos a golpe de martillo. ¿Pero qué pasa si nos ponemos serios, científicamente hablando? Esto es lo que han hecho recientemente dos científicos de Virginia-Tech, con la realización de un estudio que ha sido presentado hoy mismo, en la 71º Reunión Anual sobre Dinámica de Fluidos de la American Physical Society, que se está celebrando en Atlanta.
En él, demuestran que si Hank Pym y Janet Van Dyne o sus sucesores Scott Lang y Hope van Dyne fuesen reales tendrían serios problemas de salud al reducir su tamaño. Por suerte, también aportan soluciones a este pequeño problema. Con más ciencia, por supuesto.
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El mal de altura de los superhéroes
Los científicos encargados de este estudio, el estudiante Max Mikel-Stites y su supervisora Anne Staples, suelen centrar su trabajo en la dinámica de fluidos biológicos, prestando especial atención a la respiración de los insectos. Para ello, han desarrollado en su laboratorio una serie de dispositivos microfluídicos inspirados en el sistema respiratorio de estos artrópodos, en los que se puede controlar el caudal y la dirección del flujo con la ayuda de válvulas que se abren y se cierran. De este modo pueden reproducir situaciones diferentes, como el inusual ejemplo de Ant-man y la Avispa. Su conclusión principal después de hacerlo fue que se someterían a un conjunto de síntomas similares a los que padece alguien sin aclimatar en la conocida como zona de la muerte de los picos montañosos. ¿Pero qué ocurre exactamente en esta zona?
A grandes rasgos, durante la respiración pulmonar el oxígeno pasa de los alveolos a la sangre, a través de un mecanismo por el que los gases pasan fácilmente de una presión elevada a otra más baja. En condiciones normales esto no supone ningún problema, pues la presión parcial del oxígeno atmosférico que pasa a los alveolos es suficientemente alta para pasar a la sangre. Sin embargo, al aumentar la altura la presión atmosférica disminuye, por lo que el proceso se vuelve mucho más complicado. Además, también hay menos densidad atmosférica, lo que implica que se obtendrían menos moléculas de oxígeno por inhalación. Esto suele empezar a causar una afección conocida como mal de altura a partir de los 2.500 metros y puede volverse fatal al escalar hasta la zona de la muerte, situada entre los 7.500 y los 8.000. Los síntomas de alguien en esta situación que no se haya aclimatado correctamente suelen ser dolor de cabeza y mareos en los casos más leves y acumulación de líquido en el cerebro y los pulmones en los más graves. En esta última situación puede terminar produciéndose la muerte.
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Según la simulación de estos científicos, aun estando a ras del suelo, los efectos para Ant-man y la Avispa serían los mismos que si se encontraran a una altura de 7.998 metros. Generalmente sería problemática la diferencia de densidad, como explica Mikel-Stites en un comunicado de prensa: “Una persona de tamaño normal que respira profundamente puede inhalar cierta cantidad de moléculas de oxígeno. Sin embargo, cuando esa persona se reduce al tamaño de una hormiga, a pesar de que todavía se necesita la misma cantidad de moléculas de oxígeno (sigue siendo humano), obtendrá muchas menos moléculas en una bocanada de aire”.
Además, al someter el caso a la ley de Kleiber, que relaciona la tasa metabólica de un animal con su tamaño, comprobaron que las tasas metabólicas por unidad de masa de los superhéroes en el tamaño del insecto aumentarían en aproximadamente dos órdenes de magnitud, al igual que su demanda de oxígeno.
Todo tiene solución
Afortunadamente, estos científicos han tenido en cuenta todos los detalles, por lo que también han calculado cómo podrían estos dos intrépidos superhéroes poner solución a su problema. Para ello bastaría con integrar en su casco dispositivos como las bombas de Knudsen o compresores de gas a microescala, que facilitarían la captación de oxígeno en un tamaño reducido. Y si nada de esto funciona, no importa, seguro que también podrían seguir sobreviviendo. Para eso son superhéroes.