La vigésima entrega del Universo Cinematográfico de Marvel ha supuesto un pequeño respiro después de lo que se nos echó encima en *Avengers: Infinity War (Joe y Anthony Russo, 2018). Porque *Ant-Man y la Avispa (Peyton Reed, 2018) es un entretenimiento ligero, muy alejado de la gravedad de las consecuencias en la batalla contra el titán loco, aunque teniéndola presente sin duda alguna como más adelante podréis ver. Sin embargo, igual que en toda película del UCM que se precie, hay escenas poscréditos en esta segunda peripecia de Scott Lang** (Paul Rudd) y Hope van Dyne (Evangeline Lilly) como protagonistas, que sirven sobre todo para fijarla en el tiempo.
Durante la primera escena, Scott se dispone a volver al Reino Cuántico por tercera vez para recolectar energía de ese mundo y mantener estable a Ava Starr (Hannah John-Kamen), a la que una explosión en un experimento de su padre, Elhias Starr (Michael Cerveris), cambió su estructura molecular, permitiéndole desplazarse cuánticamente y atravesar asombrosamente la materia pero también poniendo en peligro su integridad y su vida. Con este objeto, el doctor Hank Pym (Michael Douglas), la recién rescatada Janet van Dyne (Michelle Pfeiffer) y su hija Hope han construido un túnel cuántico en la parte de atrás de una furgoneta para que Scott la utilice.
Ya en el Reino Cuántico, Janet le advierte a este último que no se le ocurra ni acercarse a un flujo temporal porque se podría perder para siempre... y, de pronto, se hace el silencio, y Scott piensa que le están gastando una broma, fingiendo haber perdido la comunicación. Pero, en el mundo macroscópico, nos muestran que no hay nadie frente a los controles del túnel cuántico y que, **en los sitios donde estaban de pie Hank, Janet y Hope, sólo se ven las pequeñas partículas negras como último rastro de su desaparición: como la mitad de los habitantes del Universo, han sido víctimas del chasquido de dedos letal de Thanos** con el Guantelete y en posesión de las Gemas del Infinito.
Esto sitúa la acción de la película mientras los demás superhéroes luchaban contra él. Y, como los guionistas han sido precavidos y nada debe ser inútil en un buen libreto, los problemas que había experimentado el traje de Ant-Man durante el filme, y que tanta comicidad física nos habían procurado, seguramente impedirán a Scott su regreso del Reino Cuántico de la misma manera en que lo hizo al final de Ant-Man (Reed, 2015). De forma que, para salir del mundo microscópico y no quedar atrapado en él como Janet, es posible que deba desoír sus advertencias y zambullirse en el flujo temporal, y este tal vez le conduzca a un instante importante para subvertir el entuerto de Thanos en Avengers 4.
No hay que olvidar que este mundo de lo infinitamente pequeño es una dimensión que Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) **había visitado sin querer en su propia aventura con un empujoncito brusco del Anciano** (Tilda Swinton), y que, con el buen doctor fallecido, la Gema del Tiempo en manos del titán loco y Hank, Janet y Hope en las mismas circunstancias que Strange, da la casualidad de que Scott es el único que podría jugársela con los viajes temporales en el Reino Cuántico para afrontar la situación. De hecho, **el productor Kevin Feige ha declarado que, “al igual que la primera película, hay pistas en el Reino Cuántico para otras posibilidades y cosas”**.
La segunda escena poscréditos, por su parte, casi carece de importancia. En ella no vemos en principio más que a una de las hormigas gigantes de Hank Pym, concretamente a la que amaestró para que se comportara como Scott en su arresto domiciliario —por ayudar un poquito a Steve Rogers y compañía durante Capitán América: Civil War (Hermanos Russo, 2016)—, que los agentes del FBI con Jimmy Woo (Randall Park) al frente no notasen nada anómalo en sus movimientos por el detector que llevaba en el tobillo y, así, que el recluso pudiese abandonar la casa para afrontar su nueva aventura contra Ava y Sonny Burch (Walton Woggins).
La cuestión es que parece que todos se han olvidado de dicha hormiga, y ella continúa con lo suyo en casa de Scott, quien ya ha cumplido la totalidad de su condena: toca nada menos que la batería como la hubiese tocado este entonces si hubiera seguido con su rutina diaria; o porque el bichejo le ha tomado el gusto ahora lo suficiente como para dedicarle su atención. De modo que el filme concluye con otra escena que sólo incidiría en su espíritu lúdico, humorístico y mayormente ligero si no fuese por el mensaje que aparece en una televisión: “Esto no es una prueba. Se ha activado el estado de emergencia a nivel nacional. Por favor, estén preparados y esperen instrucciones. Esto no es una prueba”, lo que indica el auténtico caos que han producido las acciones del titán loco. Y con ambas escenas poscréditos, Ant-Man y la Avispa se convierte en la primera entrega del UCM sin el cameo agradecido de algún otro personaje, algo de lo más lógico teniendo en cuenta la tesitura poschasquido.