Los ratones son animales muy utilizados como organismo modelo en experimentación por muchas razones, entre las que se encuentra la rapidez de sus ciclos reproductivos. Una hembra alcanza su madurez reproductiva aproximadamente un mes y medio después de su nacimiento y la mantiene hasta los 13 o 14 meses de edad. A partir de este momento ya puede concebir, con un tiempo de gestación bastante corto, de aproximadamente 20 días. A lo largo de un año pueden tener entre 8 y 12 nidadas, con un total de entre 8 y 12 crías en cada una. Por lo general no viven todos los recién nacidos, por lo que se calcula que una sola hembra puede tener de media unos 20 ratoncitos al año.

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El problema es que esta virtud se convierte en un gran defecto cuando se trata de animales salvajes, ya que pueden desencadenar una plaga rápidamente. A menudo estas plagas se combaten a través de productos tóxicos para los animales. Sin embargo, frenar su reproducción también puede ser una buena forma de hacerlo si aún no han comenzado a expandirse. Este es el objetivo de un equipo de científicos de la Universidad de Tokio, cuyos resultados han sido publicados recientemente en Nature Communications. En este trabajo, analizan el poder de una feromona extraída de las lágrimas de las crías para disminuir el apetito sexual de las hembras, de modo que se resistan a ser fecundadas por los machos.

Ratones que no quieren tener hermanos

La feromona, llamada ESP22, se produce en las lágrimas de ratones con edades entre una y tres semanas y no tiene un olor particular detectable, ni ocasiona ningún efecto sobre otras especies animales. Sin embargo, promueve que tanto las hembras vírgenes como las que ya han sido madres rechacen ser fecundadas por el macho. De este modo, las crías que secretaron las lágrimas consiguen que sus madres les den hermanos y puedan invertir más energía y recursos en ellos.

Esta es una gran ventaja para los ratones pequeños, pero también para los científicos que buscan formas de controlar la natalidad de los ratones, como método para prevenir la formación de plagas de roedores. El único problema que presenta para ello es que es muy difícil de sintetizar, por lo que estos investigadores buscan generar una porción más pequeña de la molécula que se pueda agregar al agua de la que beben los ratones, evitando así que procreen descontroladamente.

Crédito: Kazushige Touhara CC-BY-SA.

Efectos en el cerebro de los ratones

Antes de ESP22, este equipo de científicos japoneses ya había estudiado la función de ESP21, otra feromona que en este caso es secretada por machos adultos, con el fin de aumentar la aceptación de las hembras al sexo. Al analizar cómo actúan ambas sustancias sobre el cerebro de las ratonas, comprobaron que ESP22 inhibía su libido, incluso si se encontraban expuestas a ESP21, por lo que parece ser que una señal anula la otra.

Lágrimas de los ratones jóvenes evitan que los adultos copulen con ellos

Observaron también que ambas feromonas son detectadas a través de receptores individuales, ubicados en las células de la nariz. Una vez emitidas las señales de ESP21 y ESP22, ambas viajan por separado, pero en paralelo, hasta llegar a una región cerebral, conocida como amígdala medial. Lo siguiente que quieren investigar estos científicos es qué ocurre después. No es la primera vez que se estudia el poder de esta feromona para inhibir el apetito sexual de las hembras. Sin embargo, hasta ahora no se había estudiado su capacidad para prevenir plagas de roedores. Aún falta mucho para llegar a ese punto, pero sin duda es una aplicación muy útil para este hallazgo.