Las redes sociales son sin duda un arma de doble filo. Cada vez son más los casos conocidos de niños y adolescentes atraídos por sectas o redes de pornografía infantil a través de este medio. También son muy criticadas por llevar a muchas personas a centrar más su atención en la imagen que darán en su próxima publicación de Facebook que en disfrutar del aquí y el ahora. Incluso pueden volverse realmente adictivas, interfiriendo claramente en el día a día de un individuo. Todo eso sin tener en cuenta lo fácil que hacen difundir bulos y fake news a velocidades que hubiesen resultado increíbles hace apenas unos años.

¿Son las redes sociales un peligro para la salud mental?

Sobran las razones para temerlas, pero también para apreciarlas, ya que un buen uso de ellas puede acarrear muchos beneficios para quienes las utilizan. Su ventaja más conocida es la capacidad para conectar entre sí a personas muy alejadas geográficamente, pero también tienen otras muchas virtudes. Un buen ejemplo de ello es el que acaba de publicar en PNAS un equipo de científicos procedentes de las universidades de Pensilvania y Stony Brook, en el marco del conocido como Proyecto Mundial del Bienestar (WWP por sus siglas en inglés). En dicha publicación estos investigadores muestran el resultado de varios años de trabajo en el desarrollo de un algoritmo capaz de diagnosticar depresión a través de las publicaciones en Facebook de una persona.

Facebook: donde los psicólogos no pueden acceder

El principal atractivo de usar las redes sociales para diagnosticar la depresión es que muestran partes de la vida de una persona a las que los psicólogos no pueden acceder fácilmente.

Esta es la máxima principal de los científicos responsables de este estudio, que comenzó hace seis años, cuando investigadores del WWP empezaron a estudiar cómo podrían relacionarse las palabras empleadas por una persona con su estado emocional. Al concluir que parecía haber una vinculación clara, el fundador del proyecto, Johannes Eichstaedt, se preguntó si podrían también asociarse al uso de las redes sociales. De ser así, podrían desarrollarse aplicaciones capaces de diagnosticar la depresión y otros trastornos mentales, incluso antes de que el entorno del paciente en cuestión sospeche.

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Para comprobarlo, utilizaron los datos de 1.200 personas que accedieron a compartir de forma anónima tanto sus publicaciones de Facebook como los registros de su historial médico. De todos estos individuos, 114 tenían en su historial un diagnóstico por depresión, por lo que pasaron directamente a formar parte del estudio. Además, por cada uno de ellos se tomaron otros cinco voluntarios sanos, que sirvieron como control. Solo se eliminó del estudio una persona, por no contar con suficientes palabras en sus publicaciones.

Establecidas las personas que participarían, se procedió a analizar las publicaciones en la red social de los pacientes depresivos en los años anteriores al diagnóstico y también las del grupo control en el mismo periodo de tiempo. De este modo, establecieron cuáles eran las palabras y expresiones más utilizadas por personas con depresión y utilizaron técnicas de aprendizaje automático para desarrollar un algoritmo capaz de detectarlas incluso tres meses antes del primer registro médico de la enfermedad.

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Estos marcadores principalmente se dirigen a expresiones relacionadas con procesos emocionales, cognitivos e interpersonales, como la hostilidad, la soledad o la tristeza. Buen ejemplo de ello es el uso repetido de pronombres personales en primera persona o palabras referidas a sentimientos negativos.

Aunque no todo el mundo exhibe su vida de la misma manera en redes sociales y, de hecho, mucha gente ni siquiera tiene cuenta en ellas, a grandes rasgos podría ser una buena herramienta. Los propios investigadores reconocen que el estudio cuenta con algunas limitaciones, como el uso de muestras poblacionales únicamente urbanas o el hecho de que no todos los diagnósticos por depresión establecidos en los registros médicos se realizaron a través de entrevistas clínicas estructuradas. De cualquier modo, es una clara señal de las nuevas aplicaciones que podrían tener las redes sociales en un futuro no demasiado lejano. Ya que exponemos toda nuestra vida en redes sociales, ¿qué menos que sacar algo positivo de ello?

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