El 91% de todos los jóvenes entre dieciséis y veinticuatro años utilizan con frecuencia las redes sociales. Más que "utilizar", hace falta un cambio de expresión, de paradigma, para explicarlo: "viven" con las redes sociales. Sus interacciones, sus relaciones interpersonales apoyan gran parte del peso en estas herramientas hijas de Internet.

La interacción con otros seres humanos es un apartado esencial para la salud de los seres humanos, que somos primates eminentemente sociales. ¿Cómo afectan las redes sociales a nuestro bienestar? Algunas entidades han disparado diversas alarmas. ¿Tienen razones para ello?

Ansiedad, depresión, falta de sueño...

La Royal Society for Public Health, o RSPH, publicaba no hace mucho un inquietante informe en el que afirman que el exceso de uso de las redes sociales tiene un enlace claro con dos grandes males de nuestro tiempo: la ansiedad y la depresión. Bajo el hashtag "#StatusOfMind", la entidad promueve una campaña para legislar y limitar el uso de las redes sociales entre los más jóvenes. ¿En qué se basan para querer hacerlo?

Según el estudio, los casos de depresión se han incrementado en un 70% durante los últimos veinticinco años. En el texto también se afirma que los jóvenes que pasan más de dos horas al día en las redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram están más ligados a sufrir de algún tipo de problema mental, incluyendo la depresión severa.

Además de estos problemas y asociados directamente, también se incide en la posibilidad de sufrir problemas del sueño, que repercuten en el bienestar psicológico; percepción negativa de la propia imagen (especialmente en cuestiones estéticas corporales); o el miedo a perderse algo, también conocido como FoMO (Fear of Missing Out), que consiste en pensar que todos los demás están haciendo algo divertido mientras nosotros estamos perdiendo el tiempo.

Relacionado con las redes sociales y la salud mental está el cyberbullying, un concepto evolucionado del acoso escolar pero trasladado a las redes sociales. Son numerosos los casos de depresión grave generados por este tipo de interacción perniciosa. Pero además de todo lo anterior, la interacción con las redes sociales también tiene, según el informe, su parte positiva.

Entre ellas, describen, está la posibilidad de leer otras experiencias, la capacidad de sentirse apoyado por la comunidad o la habilidad de mantener una socialización constante y productiva. A pesar de esta última parte, la RSPH está abogando por tomar medidas para contrarrestar estos efectos negativos. ¿Y de qué medidas se trata? Por ejemplo, una alerta obligatoria de uso excesivo que aparecería en las redes sociales al pasar demasiado tiempo en ellas.

Otra de las propuestas es obligar a las redes sociales a que alerten de las fotografías manipuladas o, aplicar las medidas parecidas de formación que se utilizan para educar a los jóvenes en el uso de redes sociales de forma responsable.

Además de esto, también han propuesto la posibilidad de compartir información en el momento en el que se detecte un comportamiento anómalo, de manera que el personal especializado pueda tomar cartas en el asunto.

El caso del Cyber bullying

Si existe una consecuencia negativa asociada a las redes sociales es el cyberbullying. Esta manifestación "moderna" del bullying opera bajo los mismos patrones que su "antecesor". Cuando hablamos de acoso, existen muchos factores a tener en cuenta como el contexto familiar, el socio-cultural o el educativo. También existen componentes genéticos o por estilos parentales y dinámica familiar.

En algunos casos concretos hay una posibilidad de que la agresión desencadene una respuesta de recompensa en el cerebro del acosador. Esto no es común y normalmente se asocia a un desorden neurofisiológico o psicológico. En cualquiera de los casos, volviendo a su versión digital, los mecanismos de agresión son muy parecidos, excepto por dos cuestiones: la violencia física, que no es necesario ejercer. Y la capacidad de compartir información digital como fotos o vídeos también es crucial.

"En la dinámica bullying los implicados directos son las víctimas y los agresores", nos cuenta Mª Fuensanta Illán Abellán especializada en psicología clínica y de la salud, con amplia experiencia en Protección Civil como responsable y psicóloga dentro de la Unidad de Primeros Auxilios Psicológicos (UPAP) y el ERIE Psicosocial de Cruz Roja. "Pero también nos encontramos a otros alumnos implicados en este fenómeno: los espectadores que pueden asumir varios roles, apoyando la intimidación, manteniéndose neutrales o tolerando los comportamientos.

También tenemos a los "defensores", también denominados "héroes", que se enfrentan al agresor asumiendo los riesgos de su acción". Mediante la interacción en redes sociales, esta relación entre las distintas partes se manifiesta de una manera más compleja e intensa debido a la facilidad e inmediatez que permiten las redes sociales.

¿Hay razones para preocuparse?

Pero a pesar del estudio presentado, existen diversas cuestiones que no dejan de levantar perspicacias. ¿Existen razones reales para preocuparnos por las redes sociales? En realidad la investigación es, cuanto menos, compleja de asumir. Y esto se debe a que, en primer lugar, parte de varias premisas un tanto complejas. Por ejemplo, el hecho de que se asocie el aumento de la depresión con el uso de las redes sociales. Es una premisa no comprobada y que ya condiciona el resto de la investigación.

Otro punto crucial es el tipo de experimento realizado. Según explican en el informe, se realizó mediante la encuesta de 1.479 jóvenes de Reino Unido de entre catorce y veinticuatro años. Es, de por sí, una muestra sesgada que podría inducir a error experimental. En general, aunque existen diversas y buenas referencias en el reporte lanzado por la RSPH, lo cierto es que parece que la información no es del todo concluyente. No serviría por completo a la misión correspondiente, encontrándose algunas faltas en el método científico.

Algunas de las más graves, como decíamos, pasan por hacer suposiciones que enlazan causas con consecuencias (depresión, baja autoestima, problemas de salud mental... con horas de uso de redes sociales, por ejemplo) sin tener una relación clara. Recordemos que causalidad no es lo mismo que casualidad, como se suele decir en estos casos. Y, por último, aunque algunas de las peticiones son de lo más coherentes, todo tiene su parte negativa.

Por ejemplo: ¿qué le ocurriría a un social manager si cada hora le apareciese un mensaje alertándole de que lleva demasiado tiempo en la red social? Sería muy molesto. O, ¿qué violación de la privacidad supondría la transmisión de cierta información, a pesar de que con ella consiguiéramos alertar a las autoridades para prevenir un intento de suicidio? Las cuestiones son muchas, muy variadas y de diversa importancia. Pero ninguna baladí.

Está claro que el auge de las redes sociales nos afecta a nuestra vida cotidiana. Y nos afecta mucho. Tampoco hace falta un experimento para percatarse de ese hecho. Sin embargo, sí que hacen falta muchos experimentos para poder atender con responsabilidad a sus efectos. Por el momento todavía no tenemos información concluyente que nos permita exigir medidas concretas sobre las redes sociales. Porque, como decimos, ¿sabemos que las redes sociales tienen un efecto en nosotros? Sin duda. Pero, ¿sabemos qué efecto?

No, no lo sabemos con seguridad. Imponer medidas sin ese conocimiento es un poco dar palos de ciego que podría resultar contraproducentes. Debemos seguir estudiando el caso para poder llegar a conclusiones que maximicen los resultados en esfuerzos contra la depresión o el malestar. Fenómenos que aparecen, sin duda, relacionados con las redes sociales. Pero a los que no podemos atribuirles la culpa tan a la ligera.

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