Una mujer de 59 años conducía de vuelta a casa después de una visita al quiropráctico cuando una mancha, que ella describiría más tarde como un “renacuajo”, comenzó a interponerse en su visión. Al día siguiente el problema había empeorado, con la aparición de dos nuevas manchas, por lo que decidió acudir a su optometrista, que más tarde la derivaría al Kellogg Eye Center, de la Universidad de Michigan.
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La paciente fue diagnosticada con varias hemorragias prerretinianas, sin desagarros, junto a otra hemorragia sobre el nervio óptico y un desprendimiento vítreo posterior. Tras preguntarle qué había hecho justo antes de que comenzaran los síntomas, la mujer le explicó que su quiropráctico le había realizado una serie de ejercicios dirigidos al tratamiento de sus migrañas.
El terapeuta había utilizado una técnica conocida como manipulación de alta velocidad y baja amplitud, consistente en la realización de rápidas torsiones sobre la zona del cuello. Esta herramienta ya ha sido criticada previamente, por su posible implicación en el desarrollo de accidente cerebrovascular, pero hasta ahora no se sabía que pudiese generar también daños como los ocasionados en esta mujer. Afortunadamente, tras dos meses de tratamiento la paciente pudo recuperar totalmente la visión, según publican en el informe sobre el caso, en American Journal of Ophtalmology.
Una nueva consecuencia de las terapias alternativas
La quiropraxia es una técnica de la medicina alternativa consistente en el tratamiento de diferentes tipos de patologías a través de la manipulación de las vértebras. Entre las herramientas utilizadas, se encuentra la manipulación de alta velocidad y baja amplitud, que se realiza a través de torsiones muy rápidas de la columna cervical.
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En 2014, la American Heart Association lanzó una advertencia de los posibles peligros de someterse a esta técnicas, ya que pueden dar lugar a un accidente cerebrovascular. Esto se debe a que los movimientos bruscos del cuello pueden generar pequeñas roturas en las paredes de las arterias de la zona. Como resultado, un coágulo podría liberarse y viajar hasta alguna arteria cerebral, obstruyéndola e impidiendo que el oxígeno llegue correctamente hasta allí. Finalmente, se produciría un accidente cerebrovascular, con las terribles consecuencias que eso supone. Por suerte no es un fenómeno frecuente, pero debe tenerse en cuenta, pues se han documentado hasta cien casos de accidente cerebrovascular después de una sesión en el quiropráctico. Además, podría ocurrir que uno de esos coágulos bloqueara las arterias que oxigenan las células nerviosas de la retina, provocando problemas serios de visión.
Otra complicación que podría darse a causa de la manipulación rápida de las vértebras cervicales sería la alteración del humor vítreo, que se aleja de la retina, generando el desprendimiento vítreo que también se detectó en el caso de esta paciente. El humor vítreo es un líquido gelatinoso que se encuentra en el interior del globo ocular, entre el cristalino y la retina. Entre sus funciones está la de mantener una superficie de la retina uniforme, de modo que las imágenes se reciban más nítidas, por lo que si se desplaza se produce una deformación en la visión. Afortunadamente, en la mayoría de casos esta afección no requiere ningún tipo de tratamiento y desaparece por sí sola en un periodo aproximado de tres meses. Sin embargo, en algunos casos menos frecuentes sí que podría ser necesaria una intervención quirúrgica.
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En el caso de esta paciente no existía ninguna patología que pudiese haber provocado las hemorragias: ni hipertensión, ni diabetes, ni retinopatía leucémica. Además, tampoco había ningún desgarro; por lo que, si bien es complicado asignar con seguridad lo ocurrido a su visita al quiropráctico, la posibilidad de que ambos sucesos estén relacionados es muy alta. Por eso, se advierte que no se debe acceder a estas prácticas sin consultar primero con un médico. Para esta mujer todo quedó en un susto, pero la cosa podría haber sido mucho peor.