Sin duda Netflix está en otra etapa. Está cosechando los frutos de una amplia y ambiciosa estrategia que ha trabajado por años. El resultado es más que satisfactorio y los títulos originales de gran envergadura seguirán llegando a la plataforma. Uno de ellos es 22 de julio, película dirigida por Paul Greengrass que revive los atentados de Noruega del 2011.
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El drama histórico de este director británico fue escrito por él mismo basado en la novela "One of Us" de Åsne Seierstad. No es la primera vez que Greengrass se interesa por un atentado terrorista de grandes magnitudes, en 2006 estrenó su película Vuelo 93, en la cual cuenta la historia del avión de United Flight que se estrelló en Shanksville, Pennsylvania, durante los atentados de Nueva York en el fatídico 11 de septiembre del 2001. Como decíamos, en su nueva cinta, bajo el sello Original de Netflix, revive los atentados de Noruega perpetrados por Anders Behring Breivik, un joven de ultraderecha que hizo explotar una bomba en el centro de Oslo por la cual murieron 8 personas, y luego realizó un tiroteo en el islote de Utøya que dejó un saldo de 77 muertos y decenas de heridos.
Greengrass decidió no postergar la parte de la historia que ya conocíamos y muy pronto vemos a Anders Breivik —retratado magníficamente por Anders Danielsen Lie— en plena acción. Tan pronto como la ciudad está hecha un caos ya se dirige a Utøya. Una vez ahí el director decide enfocarse en las emociones y la tensión narrativa que presentar escenas explícitas —aunque las hay—, y para ello echa mano de dos personajes, Viljar y Torje Hanssen, dos jovencitos que asistieron, como muchos otros, al campamento de líderes que se llevaba a cabo en la tristemente célebre Utøya. A través de los Hanssen, en particular de Viljar —interpretado por un convincente Jonas Strand Gravli— nos muestra la historia que a Greengrass parece importarle más: la de las víctimas.
22 de julio demuestra que su intención principal es narrar, no se adentra a la crítica, ni se politiza, sino que quiere contar más que nada la resiliencia de los sobrevivientes y de sus familias. A ese punto Greengrass va una y otra vez y el resto lo muestra como una dolorosa causa. Claro, sí le da presencia al autor de los atentados y expone los sorprendentes argumentos que Anders Breivik dio en el juicio en el que fue condenado a 21 años de cárcel prorrogables hasta que las autoridades consideren que "ya no será peligroso para la sociedad", sin embargo, una vez más, lo más importante en la cinta es lo que tienen qué decir los sobrevivientes.
Llama la atención que 22 de julio está hablada originalmente en inglés, pese a estar actuada por actores noruegos y filmada completamente en ese país del norte de Europa. Sobre esta decisión —que jamás termina de hacer ruido pues algunos actores, si no es que todos, tienen un inglés con acento— el director ha dicho que fue por "fines prácticos" pues él no habla noruego. Eso sí, las localizaciones dan el realismo que deben, así como la atmósfera necesaria para retratar el peor día en la vida de ese país —y probablemente uno de los peores en la historia—.
Es de destacar las magníficas actuaciones del reparto, en particular de los protagonistas: Jonas Strand Gravli y Anders Danielsen Lie; este último con la titánica tarea de dar vida al perpetrador de los atentados. La frialdad de sus actos y su comportamiento durante el juicio nos estremece, claro que lo que más estremece es saber que todo estuvo inspirado en el escalofriante Anders Breivik de la vida real.
Así pues, 22 de julio es un drama de gran calidad y con una historia valiosa —y real— qué contarnos. Puede que no sea todo lo profundo que debería, pero seguramente nada podrá contener los eventos de ese 22 de julio. De cualquier forma se trata de un título muy recomendable que recién llegó a la plataforma de Netflix.