Una constante en telefonía móvil en los últimos años ha sido el crecimiento continuado de precios, alcanzando el punto álgido en los 1159€ de los que, incluso a día de hoy, parte el modelo de entrada del iPhone X. Supone el mayor aumento de un modelo de un año a otro, y en muchos sentidos, se habla de nueva estrategia para obtener, como ocurrió con los modelos grandes, un margen mayor. Ya vimos, eso sí, que antes de la era smartphone, los precios eran mucho mayores.

Con la referencia casi absoluta en gama alta del mundo Android, los Samsung Galaxy S, la evolución del precio ha sido similar desde 2010 hasta ahora, y aunque las quejas del público no suelen alcanzar a las que rodean cada presentación del iPhone, tampoco gusta entre el público, pues además se considera que no hay relación entre subidas de precios y aumentos de calidad real.

¿Son los móviles premium cada vez más caros? Veamos qué dicen los datos

Hasta cierto punto, esa sensación puede justificarse. La era moderna del smartphone viene de 2007, y a día de hoy, la sensación es que los terminales no ofrecen mucho más en este contexto de lo que ofreció el iPhone en ese año o el Galaxy SII en 2011. Como suele pasar en tecnología, dentro de la innovación se piensa que todo es gradual, y que incluso los costes se van reduciendo.

Esto último ocurre, siempre que la calidad se mantiene, o si el avance es escalonado. Cuando hay saltos grandes, sin embargo, el coste de los componentes aumenta. Es una información de la que se puede disponer gracias a los análisis de costes de la industria que IHS (antes iSuppli) lleva haciendo muchos años, en lo que se conoce como BOM (bill of materials). Sobre esto, hay que recalcar varios asuntos.

En primer lugar, el BOM es una estimación, y la que llega a los medios de forma abierta a veces resulta demasiado temprana. Figuras como Tim Cook afirman que "los números no son cercanos a la realidad". En ese sentido, el BOM no recoge los costes de marketing en los que se incurre en el lanzamiento de un terminal, los costes de investigación y desarrollo, la logística, etc. En segundo lugar, el BOM representa los precios de los componentes en el mercado minorista, no el coste que para una empresa como Apple tienen aplicando las economías de escala.

¿Por qué lo tenemos en cuenta entonces? Aunque se trate de estimaciones, lo son para todos, y al menos sirven para, dada la trayectoria de IHS aplicando una metodología repetidamente durante años, conocer variaciones porcentuales y la evolución del precio estimado del conjunto respecto al precio de venta del producto final.

El caso de los iPhone

La curvatura de la pantalla del iPhone X eleva mucho su precio respecto a otras OLED.

Más que para lo que lo estamos usando hoy aquí, el BOM suele usarse erróneamente para acusar a las compañías de que ganan mucho dinero por cada terminal vendido, como si no fuesen empresas cuya acción se mantiene con el beneficio. Los datos con el iPhone no dejan dudas. Desde 2007, el precio de los terminales ha crecido enormemente pero, partiendo del iPhone 3G, el primero "normal", más lo han hecho sus componentes. Comparando ese modelo con el iPhone X, el último disponible, hablamos de un aumento de precio del 66% en Estados Unidos, pero de un aumento del precio del coste estimado de los materiales de un 112%.

Viendo el gráfico, no es díficil extraer la conclusión de que, independientemente de otros factores que se nos escapan, como una escala menor, la época en la que se podía ganar más por dispositivo fue desde 2008 hasta 2015, creciendo a partir de ese momento mucho el coste. Según los datos, pese a las subidas de precio, Apple no ganaría hoy proporcionalmente más por dispositivo de lo que lo hizo en 2014, cuando subiendo ligeramente el coste de fabricación del iPhone 4, el terminal subió 50 dólares en su precio.

Algo que llama la atención, precisamente, es que aumentos de calidad como supusieron la construcción y la pantalla Retina del iPhone 4 en su momento, repercutieron muchísimo menos que lo que hoy ha supuesto integrar el nuevo panel OLED. En ese sentido, y actualizando la inflación a 2018, la pantalla del iPhone 3GS tendría un coste de 41 dólares, por 44 de la Retina del iPhone 4. Se trata sin duda del componente cuyo precio más ha aumentado. En el iPhone 8 Plus tiene un coste estimado de 52 dólares, y en el iPhone X de 110 dólares. En este último modelo, respecto al iPhone original, en el cual la pantalla fue el componente más innovador, el coste conjunto de panel de imagen más el panel digitalizador ha crecido un 165%. De hecho, la pantalla del iPhone X tiene un coste un 40% superior a la considerada mejor del mercado, la del Samsung Galaxy S9+.

El coste se mantiene relativamente estable en componentes como las baterías, se ha reducido enormemente en memoria de almacenamiento interno desde los primeros terminales con 64, pero también se ha casi cuatruplicado en cámara desde el iPhone 3G y duplicado desde el iPhone 4S. Por último, también experimenta un gran salto el coste del procesador, suponiendo en el iPhone X prácticamente el triple de lo que sumaba en el iPhone 4, donde Apple incluyó el SoC chip de diseño propio, el A4.

Por último, y sin que sea nada nuevo, es interesante mencionar que, como ocurre con las memorias, la diferencia de precio (100 dólares) de los iPhone Plus con respecto a los normales siempre ha sido mucho mayor que la diferencia de costes, donde la mayor pantalla, batería y la estabilización óptica de imagen sumaban unos 20 dólares. Fue así hasta que el iPhone 7 Plus introdujo una diferencia mayor como la doble cámara.

El caso de los Samsung Galaxy S

Con los Samsung Galaxy S ocurre algo muy parecido a lo que hemos repasado con el iPhone. No contamos con datos de los dos primeros terminales pero, comparando precios, vemos que hasta hace relativamente poco, los Galaxy eran más caros de producir y tenían menos margen sobre el precio final. La clave está en que todos los modelos contaban con paneles OLED. Por ejemplo, la pantalla del Galaxy S4, con precios actualizados a 2018, suponía unos 80 dólares, frente a los 44 dólares de la del iPhone 5s del mismo año.

A medida que pasaba el tiempo, el porcentaje del precio de fabricación era cada vez mayor sobre el precio de venta al público, pero el punto donde todo cambia, aunque la subida de precio amortigua el efecto, es en el Samsung Galaxy S6 edge, cuya pantalla tiene un coste 22 dólares superior a la del Samsung Galaxy S5 por la dificultad añadida que supone la fabricación de las novedosas curvas. A ello hay que sumar el abandono del plástico por aluminio y cristal.

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