"El escepticisimo debe ser un componente de la caja de herramientas del explorador, en otro caso nos perderemos en el camino. El espacio tiene maravillas suficientes sin tener que ser inventadas". Con esta profunda reflexión Carl Sagan cierra uno de los capítulos de su libro El mundo y sus demonios. El escepticismo, como sabemos, fue una característica fundamental de Sagan, el hombre que convirtió la divulgación científica en un viaje personal.

Carl Sagan, el hombre que convirtió la divulgación científica en un viaje personal

En el mismo libro, además de ayudarnos a distinguir falacias también nos insta a practicar el escepticismo en nuestra vida diaria. Porque dicha postura nos llevará a reflexionar, cuestionar, analizar y más que nada poner en duda todo aquello que se nos presenta como "hechos". Sin duda un ejercicio urgente en estos tiempos de fake news y poco rigor al compartir noticias y "hechos" en las diferentes plataformas de internet. También por la insistente presencia de pseudociencias en básicamente todos los aspectos de la vida.

Carl Sagan, además, nos da un "kit de herramientas para el pensamiento escéptico" y antes nos advierte: "El pensamiento escéptico es simplemente el medio de construir y comprender, un argumento razonado y —especialmente importante— reconocer un argumento falaz o fraudulento. La cuestión no es si nos gusta la conclusión que surge de una vía de razonamiento, sino si la conclusión se deriva de la premisa o punto de partida y si esta premisa es cierta".

Herramientas del kit del pensamiento escéptico de Carl Sagan:

  • Siempre que sea posible, debe existir confirmación independiente de los “hechos”.
  • Alentar el debate sustancioso sobre la prueba por parte de defensores con conocimiento de todos los puntos de vista.
  • Los argumentos de la autoridad tienen poco peso: las «autoridades» han cometido errores en el pasado. Los volverán a cometer en el futuro. Quizá una manera mejor de decirlo es que en la ciencia no hay autoridades; como máximo, hay expertos.
  • Baraja más de una hipótesis. Si hay algo que se debe explicar, piensa en todas las diferentes maneras en que podría explicarse.
  • Intenta no comprometerte en exceso con una hipótesis porque es conocimiento. Pregúntate por qué te gusta la idea. Compárala con justicia con otras alternativas.
  • Cuantifica. Si lo que explicas, sea lo que sea, tiene alguna medida, alguna cantidad numérica relacionada, será mucho más capaz de discriminar entre hipótesis en competencia.
  • Si hay una cadena de argumentación, deben funcionar todos los eslabones de la cadena (inclyendo la premisa), no sólo la mayoría.
  • El rasero de Occam. Esta conveniente regla empírica nos induce, cuando nos enfrentamos a dos hipótesis que explican datos igualmente buenos, a elegir la más simple.
  • Pregúntate siempre si la hipótesis, al menos en un principio, puede ser falsificada. Las proposiciones que no pueden comprobarse ni demostrarse falsas, no valen mucho.

El valor del pensamiento crítico

Así como el pensamiento crítico nos puede salvar de creer en bulos o caer en engaños, también libra a los demás de los nuestros que, aunque no sea intencional, podemos repetir por comodidad o por querer tener la razón a toda costa. El pensamiento crítico acepta y requiere caer en el error, es casi como un paso obligado, después de todo el valor de este estará en la luz que arroja, es decir, en la verdad.

Carl Sagan lo expresa así:

La aceptación crédula de un camelo puede costarle dinero; (...) Pero puede ser mucho más peligroso que eso y, cuando los gobiernos y las sociedades pierden la capacidad de pensar críticamente, los resultados pueden ser catastróficos... por mucho que lo sintamos por los que han caído en el engaño.

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