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A poco que uno hurgue en la narrativa de la literatura o del cine, se dará buena cuenta de que no hay historias de género puro, esto es, en las que solamente se encuentran características de un tipo de narración. Las razones de ello están muy claras: que quienes leen una novela o ven una película logren sumergirse en el relato que ofrece depende en gran parte de su verosimilitud, de lo que determina que el comportamiento de sus personajes ficticios y lo que les sucede resulte creíble, no impropio de la lógica que conocen en la realidad, sea en un mundo que nunca ha existido o no y hasta como una contraposición múltiple al que sí; y la realidad es heterogénea, variada en sus tonalidades emocionales y, podríamos decir, de distintos géneros que confluyen a la vez en una sola vida.

Así, **la propuesta de Counterpart, serie creada para la cadena HBO por el guionista estadounidense Justin Marks y estrenada este 2018, cumple con este requisito de diversidad genérica: es un lúcido drama de fantasía y un thriller de espionaje*, con nuestro mundo duplicado y diferente, el segundo como salido de un universo paralelo y los dos en comunicación por un pasadizo sobrenatural que recuerda en cierta forma a otros como los de la célebre Perdidos* (J. J. Abrams, Jeffrey Lieber y Damon Lindelof, 2004-2010), la española El Ministerio del Tiempo (Javier y Pablo Olivares, 2015-2017), con la que comparte la burocratización del fenómeno y el secretismo de la organización gubernamental que lo controla, o la alemana *Dark* (Baran bo Odar y Jantje Firese, desde 2017).

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Sin embargo, hay que comprender que **el elemento fantástico de Counterpart sólo constituye la base sobre la que se funda la intriga de espionaje interdimensional y el drama de los seres de ficción que participan en ella y sufren sus efectos, de modo que estos espías más o menos implacables pudieran haber actuado en las sombras de cualquier enfrentamiento internacional conocido —durante la Guerra Fría, por ejemplo— y, por otro lado, la duplicación de personajes le sirve a Marks y a su equipo de guionistas para aprovechar sabiamente la jugosa ocasión de meter el dedo en las llagas de las decisiones vitales y las oportunidades perdidas y nuevas**, de lo que pudiera haber sido el pasado y lo que podría ser el futuro, y de las alteraciones en la personalidad según los golpes que se reciben en la vida.

Los toquecitos de ciencia ficción son escasos de momento, y las explicaciones acerca de la extraña duplicidad, ningunas hasta ahora, pero suponemos que habrá temporadas suficientes para responder a nuestras dudas, quizá de manera explícita, masticándolo bien todo para evitar intolerables incertidumbres, o con la respetuosa sutileza de Perdidos, que cabreó a tantísimos telespectadores por su propia y lamentable falta de comprensión narrativa, tanto como para que Marks y sus compañeros se mofen a su costa igual en dos epílogos. No obstante, hay que tener en cuenta que, más incluso que en la serie de Abrams, Lieber y Lindelof, la fantasía de Counterpart solamente es una excusa para desarrollar los conflictos internos e interpersonales de sus atribulados protagonistas, sin que se descuide el misterio en ningún instante.

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Y da mucho gusto contemplar los cara a cara de los Howard Silk, a los que dota magníficamente de distintos matices el irreprochable J. K. Simmons (Spider-Man, *La La Land), muy bien acompañado por Harry Lloyd (Juego de tronos) como Peter Quayle, la impecable Olivia Williams (El sexto sentido) en la piel de Emily Burton Silk, Nazanin Boniadi (Homeland) como Clare, Sara Serraiocco (La ragazza del mondo) encarnando a Baldwin, su primer papel de veras relevante; el estupendo Ulrich Thomsen (Silencio de hielo, En un mundo mejor) como Aldrich, Nicholas Pinnock (Top Boy) interpretando a Ian Shaw, Liv Lisa Fries (Babylon Berlin) como Greta o el veterano Richard Schiff (Seven, Yo soy Sam*) al servicio de Roland Fancher.

Pero el otro actor de Counterpart que deslumbra con la construcción meticulosa de su personaje es el gran Stephen Rea (*Entrevista con el vampiro, Michael Collins, V de Vendetta*) como Alexander Pope, tal vez candidato a preferido entre los demás. A todos ellos se los ve como peces en el agua oscura, trabajando duro pero agradablemente en medio de la elegante puesta en escena y la conseguida atmósfera intrigante, y mecidos por la exquisita banda sonora compuesta por el prolífico Jeff Russo (*Legión, Altered Carbon, Star Trek: Discovery*) para una digna serie de televisión que, en lugar de escoger el asombro subrayado en las escenas de giros y revelaciones, prefiere la sobriedad una decorosa mesura que, en cualquier caso, contribuye a las ganas de saber cómo continuará.

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