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Fuente: Pixabay

Atacama es, probablemente, el lugar más marciano de la Tierra. Al menos así lo describía el astrobiólogo Armando Azua-Bustos en una charla TED el pasado mes de abril, en la que el científico —que creció en este vasto y árido territorio al norte de Chile— hablaba de algunas de las formas de vida encontradas hasta la fecha en el desierto más antiguo y seco del planeta.

Hoy la ciencia vuelve a poner su atención en este extraño paraje, donde en algunos de sus rincones no ha llovido en los últimos cuatrocientos años. Pero no lo hace para anunciar el descubrimiento de nuevos seres vivos capaces de resistir las condiciones extremas de sequía. Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) muestra cómo algunos organismos son capaces de "reactivarse" años después de entrar en un profundo letargo.

La lluvia en Atacama trajo una sorpresa

El equipo de Dirk Schulze-Makuch viajó a Atacama por primera vez hace tres años. Su objetivo era analizar cómo los organismos son capaces de sobrevivir en un ambiente extremadamente seco; sin embargo, se toparon con una sorprendente noticia: estaba lloviendo. Después de aquel evento tan poco habitual para el desierto de Atacama, los científicos detectaron una "explosión" de actividad biológica en la región. Según su investigación, algunos microbios —principalmente bacterias, aunque también detectaron hongos y algunos tipos de virus— son capaces de vivir en el suelo, permanecer en estado durmiente durante décadas si no hay agua, para finalmente despertarse y reproducirse de nuevo en el caso de que llueva.

Su trabajo en PNAS precisamente recopila la evidencia sobre la viabilidad de los microorganismos en un terreno caracterizado por su gran aridez, lo que aumenta las posibilidades de que otros ambientes extremos, como Marte, pudieran contener microbios adaptados de forma similar a condiciones de sequía.

En particular, el grupo de Schulze-Makuch ha podido caracterizar las condiciones físico-químicas del suelo y la habitabilidad después de las precipitaciones ocurridas en 2015, identificar moléculas que pueden actuar como "señales" de la presencia de células vivas —como determinados metabolitos o ATP, la moneda energética de los organismos— y determinar la tasa de replicación y otros parámetros de los microbios.

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Crédito: Dirk Schulze-Makuch.

"Siempre me ha fascinado ir a lugares donde la gente no cree que algo es capaz de sobrevivir y descubrir que la vida de alguna manera ha encontrado la manera de hacerlo", explica Dirk Schulze-Makuch. "Dejando de lado las referencias de Jurassic Park, nuestra investigación nos dice que si los organismos pueden persistir en el ambiente más seco de la Tierra, existe una buena posibilidad de que pueda estar sucediendo en Marte de una manera similar", afirma el primer autor del trabajo.

Tras su hallazgo inicial en 2015, su equipo viajó en dos ocasiones posteriores a Atacama en 2016 y 2017 para monitorizar la actividad biológica en el corazón del desierto. Fue entonces cuando los científicos comprobaron que, a medida que la humedad desaparecía, los microorganismos volvían a su estado de letargo. El grupo de Schulze-Makuch defiende que los microbios detectados podrían estar dormidos "durante centenares o incluso miles de años en condiciones similares a las que encontraríamos en Marte y después volver a la vida cuando llueve".

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"La vida en el desierto es extremadamente tolerante"

Los resultados, a juicio del astrobiólogo Armando Azua-Bustos, son "una confirmación de lo que ya sabíamos por otros estudios". El investigador, que no ha participado en el artículo publicado en PNAS, explica por teléfono a Hipertextual que diversas aproximaciones desde 2015 han permitido identificar los lugares más secos del desierto de Atacama, donde destaca principalmente el conocido como María Elena, y microorganismos de estas regiones. El objetivo no es otro que determinar si existe un límite seco para la vida en la Tierra, es decir, si hay un máximo de aridez a partir del cual los organismos no pueden desarrollarse.

Lo que parece, según el artículo publicado en PNAS y otros trabajos anteriores, es que en efecto hay microorganismos que parecen haber evolucionado para ser tolerantes a la desecación. "La vida en el desierto es extremadamente resistente. Además estos científicos tuvieron la fortuna de toparse con lluvias altas e inesperadas, posiblemente encadenadas al fenómeno del cambio climático, que pueden reactivar el metabolismo microbiano", comenta. Azua-Bustos coincide con Schulze-Makuch al explicar que, si estamos encontrando formas de vida adaptadas a lugares tan secos, podría haber una tolerancia similar en alguna zona de Marte, caracterizado por su extrema aridez. Atacama, de hecho, se ha convertido en un entorno ideal para investigar el planeta rojo desde la Tierra.

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Atacama, un ambiente modelo para entender Marte

Esta no es la primera vez que los investigadores vuelven la vista a este territorio chileno para comprender mejor las condiciones y la posible habitabilidad del planeta rojo. En la década de los sesenta comenzaron las primeras descripciones de microorganismos que podían encontrarse en el desierto de Atacama, unos resultados que sirvieron para desarrollar los instrumentos con los que la misión Viking de la NASA rastrearía las posibles huellas de la vida en Marte.

Los estudios continuaron, sin mucha fortuna, hasta que en 2003 el equipo de Christopher P. McKay logró repetir los experimentos llevados a cabo por la sonda Viking Lander de la NASA tras aterrizar en Marte. Sus ensayos publicados en Science, no obstante, tuvieron lugar en el área de Yungay, a solo ochenta kilómetros de Antofagasta y en pleno corazón de Atacama. Los resultados fueron muy parecidos a los obtenidos en el planeta rojo, lo que abrió la puerta precisamente a que el desierto chileno sirviera como ambiente modelo para entender un poco mejor cómo es Marte y qué posibilidades hay de encontrar vida allí.

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NASA/JPL/USGS

Los esfuerzos de diversos grupos de investigación de todo el mundo han cristalizado en una mejor caracterización de las condiciones desérticas, la identificación de diferentes tipos de microorganismos que son capaces de resistir la aridez de Atacama y la determinación de los límites donde la vida todavía es posible.

El trabajo publicado en PNAS ahonda precisamente en este objetivo, aunque en la actualidad este mundo presente un ambiente todavía más extremo, algo que no ocurría hace miles de millones de años, cuando sí había agua en Marte. El desafío es saber si el planeta rojo pudo albergar vida en el pasado (e incluso todavía hoy) y, en caso afirmativo, confirmar si pudo resguardarse en algún rincón bajo el suelo, tal y como parece haber ocurrido en Atacama.

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