El interesante comienzo de “Ghouli” (11x05), con esa manipulación visual en un escenario tan fantasmagórico, resulta de lo más prometedor, y nos recuerda las ocasiones en que *The X-Files* ha optado por ambientaciones navales, como en impresionante “End Game” (2x17), el perturbador “Død Kalm” (2x19), los interesantes “Piper Maru” (3x15) y “Apocrypha” (3x16), ese curioso ejercicio de estilo que es “Triangle” (6x03) o el pasable “Nothing Important Happened Today II” (9x02). El nombre del transbordador abandonado y decrépito remite a otro episodio, “Chimera” (7x16), es decir, una cosa “que se propone a la imaginación” como posible o verdadera y no lo es; lo cual, junto con la frase incluida en los títulos: “Ves lo que yo quiero que veas”, para sustituir a la habitual, nos remite a esa tradición de la serie sobre fenómenos paranormales relacionados con sujetos que manipulan lo que ven otras personas.
Les hacen sufrir alucinaciones o les impiden percatarse de la realidad que hay frente a sus narices, y las consecuencias acostumbran a ser mortales. Así ocurre en el imaginativo “Sleepless” (2x04), los inolvidables “Pusher” (3x17) y “Kitsunegari” (5x08), el angustioso “Wetwired” (3x23), el entretenido “Unrequited” (4x16), el aterrador “Folie à deux” (5x19), el divertido “How the Ghosts Stole Christmas” (6x16) y el aceptable “Badlaa” (8x10). Pero no se queda el asunto ahí, sino que su interés sube otro poco cuando se implica a la agente Dana Scully (Gillian Anderson) en este expediente X, cuyos detalles nos expone ella misma al hablar de la hipnagogia, la inquietante situación de tránsito entre la vigilia y el sueño que experimenta y que se vincula más tarde con una investigación de su departamento en el FBI, y de las alucinaciones que se pueden desencadenar en tal estado.
Luego se produce una lúcida conversación entre Fox Mulder (David Duchovny) y Scully sobre los monstruos del pasado y los de hoy en día: “No hay posibilidad de sentir algo, como con Frankenstein o el Hombre Lobo”, dice él. “No sólo inspiraron un miedo profundo; también había pathos: Frankenstein le teme al fuego y solamente quiere un amigo”. Una crítica directa a aberraciones como el Demogorgon de *Stranger Things* (Matt y Ross Duffer, desde 2016) y compañía. Y, de repente, tras otro suceso violento, todo cobra un relevante sentido por la posibilidad de que en lo que pasa esté implicado William, el hijo extraordinario en paradero desconocido; y nos descerrajan a continuación un elocuente y conmovedor monólogo de Scully acerca de las difíciles decisiones que tomó años atrás sobre él, cuando no era más que un criatura a la que se vio forzada a dar en adopción durante “William” (9x16) para protegerle de la mejor manera posible de los peligros que le acechaban.
Una nueva desaparición de un cadáver de la morgue, de la que se larga por su propio pie, nos trae a la memoria las del pasable “Miracle Man” (1x18), el tremendo “Leonard Betts” (4x12), el descacharrante “Bad Blood” (5x12) y el digno “Existence” (8x21), en el que precisamente viene al mundo William. Y qué déjà vu supone contemplar al Fumador (William B. Davis) dándole a su vicio característico en el despacho del director adjunto Walter Skinner (Mitch Pileggi), como desde “Tooms” (1x21) hasta “Paper Clip” (3x02). Y es Skinner el que ensancha nuestra perspectiva del caso conectándolo con la vieja conspiración, y con los experimentos terribles para crear un híbrido de alienígena y humano de los que tuvimos conocimiento en el sorprendente “The Erlenmeyer Flask” (1x24) y no una explicación satisfactoria hasta el fundamental “One Son” (6x12).
Con lo que ha encontrado en unos archivos confidenciales del Departamento de Defensa y las informaciones de Skinner, Mulder deduce lo que el Fumador le hizo a Scully en la escena hurtada de “En Ami” (7x15), según lo que nos revelaron en “My Struggle III” (11x01). Y por fin nos presentan a William (Miles Robbins), cuya personalidad y motivaciones parecen de entrada algo inconsistentes o confusas, sobre todo respecto a lo que origina su prueba o su broma con el Ghouli. Y, tras la persecución correspondiente y el enfrentamiento a tiros a la manera de Robert Patrick Modell (Robert Wisden) y su hermana, Linda Bowman (Diana Scarwid), en los ya mencionados “Pusher” y “Kitsunegari” y como colofón de este buen episodio, apuntalado por una inspirada partitura de Mark Snow, el jovenzuelo le guiña un ojo a su atribulada madre y deja pendientes a los espectadores de las seguras intervenciones que tendrá en el futuro.