En un Mobile World Congress protagonizado por la ausencia de grandes novedades, Samsung ha sido una de las pocas compañías que logró brillar en la feria. Su S9 tiene muchas papeletas para convertirse en el referente absoluto del sector, y, con total seguridad, alcanzará cifras de ventas del orden del millón.

No obstante, la última creación de la tecnológica surcoreana tiene un gran reto por delante: dar motivos suficientes para que el usuario final invierta los casi 1.000 euros por los que llegará a las tiendas.

El Galaxy S9 es un teléfono increíble, pero la ausencia de una característica rompedora hace que el Galaxy S8 gane enteros como opción de compra.

A diferencia de años anteriores, el problema no está solo en batir al iPhone X y posicionarse como una propuesta más solvente. En su propio feudo, Samsung tiene una lanza que afecta de forma directa a la nueva criatura. Se llama Galaxy S8, y en retailers como Amazon ya se puede adquirir por solo 518 euros.

La vieja estrella de Samsung presume de algunos de los mayores activos del Galaxy S9. Ofrece la pantalla infinity display, presenta un diseño realmente atractivo y cuenta con una cámara extremadamente solvente. Casi la misma "experiencia Samsung" en algo más de la mitad de precio que la nueva criatura surcoreana.

A diferencia de años anteriores, Samsung no goza de esa característica rompedora con la que "robar" la mente del consumidor. El S9 es más una evolución que una revolución; y eso, considerando lo increíblemente bueno que ya es el Galaxy S8, podría llegar a jugar en su contra.

Probamos el Samsung Galaxy S9 y Galaxy S9+: evolución sin revolución