El Samsung Galaxy S9 ya es oficial. Nuevamente habrá dos modelos dentro de la misma familia, aunque las diferencias entre ambos serán mucho más notorias que en generaciones anteriores.
Concretamente, el nuevo Galaxy S9+ monta una segunda cámara principal (capaz de capturar fotografías en modo retrato y hacer zoom 2x sin pérdidas), una batería de mayor capacidad, más memoria (tanto RAM como interna) y una pantalla de unas 6,2 pulgadas de tamaño. El Galaxy S8+, en su momento, solo incrementaba el tamaño de la pantalla y de la batería (aunque su autonomía final era prácticamente similar al modelo inferior).
Mediante la polarización de las variantes, Apple da motivos de peso para que un cliente opte por la versión más costosa en lugar de la “estandar”.
¿A qué se debe esta mayor separación entre productos? Fácil; Samsung quiere replicar la misma estrategia que Apple lleva utilizando desde el lanzamiento del iPhone 7: polarizar, limitar y forzar al consumidor a obtener el modelo de mayor coste.
A la compañía de Cupertino le ha funcionado a las mil maravillas, y gracias a la exclusividad del modo retrato (solo presente en los modelos Plus) han logrado vender más unidades de la variante más costosa. La historia también se ha repetido con el iPhone X, cuyas prestaciones únicas (Face ID, nuevo diseño, etc.) no han impedido que se convierta en el modelo más vendido desde su lanzamiento.
El dato que mejor refleja ese progresivo viraje hacia los modelos más costosos del portfolio es el ASP (precio medio de venta, en inglés). Con el lanzamiento del 7 Plus, Apple logró incrementar notablemente este indicador, y lo mismo ha sucedido con el iPhone X.
Los beneficios de esta estrategia son muy evidentes: entra más dinero en las arcas de la empresa y, probablemente, el beneficio también sea mayor. No podemos olvidar que los productos de gamas superiores suelen ser los que más margen de beneficio tienen.