Desde que Apple lanzara el iPhone X, la tendencia de lanzar actualizaciones para dotar a los smartphones de la posibilidad de ser desbloqueados mediante reconocimiento facial parece haberse hecho un hueco en los planes de futuro inmediatos de diversos fabricantes de Android. No obstante, dista mucho de ser lo ideal.
El reconocimiento facial y la posibilidad de acceder al teléfono haciendo uso únicamente del rostro es un viejo conocido ya en Android, dejándose ver en unos y otros modelos según la elección de los diferentes fabricantes. Más recientemente, Samsung ha sido la compañía que mayor hincapié ha hecho en anteriores versiones en esta facultad, aunque sin llegar a otorgarle especial relevancia. Presente en los Galaxy S8 y el Galaxy Note 8, por ejemplo, no deja de ser una alternativa un tanto deficiente ante el clásico patrón o al ya estandarizado lector dactilar –de acceso claramente mejorable, por otra parte–, que seguirá siendo el método de desbloqueo por defecto en los próximos S9 y S9+, según todo parece indicar.
Hasta la llegada hace unos meses del iPhone X y Face ID no existía ninguna propuesta, en definitiva, capaz de convencer y sentar unos precedentes que pudieran ser emulados por otros fabricantes. Como viene siendo costumbre, Apple ha sentado una suerte de cátedra sobre cómo deberá ser el futuro del desbloqueo en los smartphones al cagarse de golpe y plumazo Touch ID. Las secuelas ya se están dejando notar en el panorama Android a través de las mencionadas actualizaciones de software que algunos fabricantes están poniendo a disposición de los propietarios de modelos concretos (Honor 7X o OnePlus 5, por ejemplo), los cuales pasan a contar con una herramienta más de desbloqueo en su terminal.
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Una actualización no es suficiente
La llegada de dichas actualizaciones de software apenas unos meses tras la presentación del iPhone X evidencian el propósito de las empresas del sector por equiparar sus dispositivos con el más reciente de comapañía de la manzana en la que es su característica estrella, aunque el único parecido real que pueda haber en ello sea en el nombre. Incluso aunque un terminal con Android en sus entrañas traiga esta cualidad consigo de fábrica (e incluso se llegue a respaldar como una mejor solución, por su rapidez de desbloqueo, a lo ofrecido por el iPhone X, como ocurre con el OnePlus 5T), nada significa si no hablamos principal y fundamentalmente de seguridad, que es el argumento base para sustituir un sistema por otro.
Estas atropelladamente desarrolladas actualizaciones reducen su funcionamiento, en la amplia mayoría, a lo que la cámara frontal es capaz de obtener –con la honrosa excepción de los recientes Galaxy de Samsung, que sí cuentan con un proyector de infrarrojos–. Es decir, unos datos planos que en nada se asemejan a las diferentes proyecciones (de hasta 30.000 puntos) que realiza Face ID sobre el rostro con el objetivo de detectar la profundidad, cambios en los gestos y posibilitar el desbloqueo en todas las condiciones lumínicas posibles. No parece que esto sea óbice, sin embargo, para promocionar que este o aquel teléfono incorporan en la actualidad el desbloqueo mediante reconocimiento facial.
Esta es la razón, y no otra, de que Apple jamás vaya a implementar una posibilidad de reconocimiento facial en dispositivos anteriores al iPhone X (ni en el iPhone 8, claro). Dar una nueva opción de desbloqueo debería ser sinónimo de mejora, no de atraso. Y una actualización que habilite que la cámara frontal pueda ejercer esa función, se mire por donde se mire, no es ni mejor ni más seguro que un lector de huellas dactilares, los cuales se encuentran ya ampliamente extendidos a partir de la gama media.
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Una vez más, otra de tantas, los fabricantes están cayendo en la vieja costumbre de querer correr antes de haber comenzado a andar. Una vez más, otra de tantas, los usuarios parecen ser los principales beneficiados cuando en realidad el efecto es exactamente el contrario.
Malogrando (conscientemente) la experiencia de usuario
La situación actual que se está viviendo con la implementación de los sistemas de desbloqueo facial es algo diferente a la que en su día vimos con los lectores de huellas. Estos últimos han tardado algunos años en estandarizarse extenderse ampliamente en el mercado de smartphones, pero hasta los que llegaron con algunos fallos suponían un claro avance para aquella persona que había estado utilizando hasta el momento un patrón de desbloqueo gráfico o numérico, tanto a nivel de instantaneidad como de seguridad.
Por su parte, el desbloqueo facial parece estar perdiendo por el camino todo lo bueno de esta tecnología durante sus primeros pasos, al menos hasta que los fabricantes decidan comenzar a instaurarlo haciendo uso de sensores y sistemas que lleven a cabo un análisis efectivo en su totalidad. El intríngulis del prematuro esfuerzo por llevar el reconocimiento del rostro a cuantos más teléfonos mejor y de cualquiera radica, por tanto, en las vías que se utilicen para ello.
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Esta situación verá su final en algún momento durante los próximos años al tiempo que la tecnología termine por democratizarse, es evidente. Pero eso será cuando deje de aplicarse la norma del "todo vale"; porque es esta, lo pongan como lo pongan y lo vendan como lo vendan.