Científicos de la Universidad de California (Los Ángeles) y de la Universidad de Wisconsin han analizado unas rocas situadas en Australia, que podrían albergar los restos de vida más antiguos conservados en la Tierra. Su estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), investiga unas muestras descubiertas hace más de dos décadas que podrían tener 3.465 millones de años. Según el equipo de John W. Valley, los resultados apoyan la hipótesis de que la existencia de vida en el universo es más común de lo que se cree, aunque su trabajo no está exento de polémica.
Los autores reconocen en el artículo en PNAS que el propio origen de los restos es controvertido. El grupo liderado por Valley defiende que las muestras contenidas en un chert (roca sedimentaria) son fósiles microscópicos que identifican como la primera evidencia de vida en la Tierra. Otros científicos, sin embargo, han rechazado que los restos procedan de fuentes biológicas. Aunque la polémica no está resuelta, los investigadores norteamericanos han llevado a cabo un detallado análisis sobre once especímenes embebidos en las rocas localizadas en el oeste de Australia.
Sus resultados sugieren que dos de las especies encontradas podrían haber llevado a cabo de forma primitiva actividades metabólicas como la fotosíntesis, el consumo y la producción de metano. Esto supondría que la vida en la Tierra evolucionó rápidamente, dado que el origen de nuestro planeta ocurrió hace 4.500 millones de años. Los resultados, en opinión de J. William Schopf, catedrático de paleobiología e investigador principal, muestran que los seres vivos habrían aparecido de forma significativamente temprana, lo que confirmaría "que no fue difícil para la vida primitiva desarrollarse y evolucionar hacia microorganismos más avanzados".
Los científicos han caracterizado las muestras utilizando técnicas tan variadas como la geoquímica isotópica, la espectroscopía Raman y la espectrometría de masas de iones secundarios (SIMS, por sus siglas en inglés). El estudio ha permitido realizar el análisis más detallado hasta la fecha sobre estas muestras, cuyo origen biológico fue defendido por el mismo equipo de investigación en otro trabajo publicado en Nature en 2002. Las diferencias en los isótopos de carbono encontradas ahora son una prueba, según defiende el grupo de Schopf, de sus características biológicas y sus funciones metabólicas. Sus resultados apoyan la idea de que la vida puede surgir en cualquier lugar del cosmos, ya que sería extremadamente raro que lo hubiera hecho en la Tierra y no en otras regiones, aseguran los científicos.
La controversia sobre el origen biológico
"Estos 'fósiles' han sido y vienen siendo foco de controversia. Personalmente, me resulta curioso y sorprendente que los autores utilicen el término microfósil en el planteamiento del problema cuando todavía no está demostrado que lo sean, o al menos cuando los propios autores indican que su origen es aún controvertido", explica a Hipertextual Jesús Martínez Frías, jefe del Grupo de Investigación del CSIC de Meteoritos y Geociencias Planetarias en el Instituto de Geociencias (IGEO). Martínez Frías, director de la Red Española de Planetología y Astrobiología (REDESPA) y miembro de la Comisión de Astrobiología de la Unión Astronómica Internacional, describe los resultados obtenidos como "un avance muy importante".
Su valor destaca especialmente por su aplicación "en los intentos de utilización de la morfología y las características químicas, isotópicas y espectroscópicas como marcadores de biogenicidad", la propiedad relacionada con la existencia de organismos vivos. Sin embargo, el experto cree que "el origen biológico [de los restos] sigue siendo cuestionable" a día de hoy. "Si queremos ser rigurosos en el establecimiento del origen de la vida en la Tierra y en su búsqueda más allá de nuestro planeta, geomarcadores y biomarcadores deben estar perfectamente diferenciados y no se debe hablar de los segundos hasta que las evidencias sean claras e inequívocas", zanja el investigador.