El futuro de Uber está más que claro y pasa, a ras de suelo, por los coches sin conductor y, sin duda alguna, por entrar en la gestión del tráfico aéreo en las ciudades. La tecnológica anunciaba en abril de este mismo año la puesta en marcha de su división de drones para pasajeros, UberAir, a través de la publicación del libro blanco de los modelos de transporte por aire silenciosos y rápidos. ¿Su objetivo? Que los sistemas de transporte vía dron estuviesen en marcha en Dubai y Dallas allá por 2020. Lo cierto es que lo que parecía una realidad utópica está cerca de convertirse en algo bien cierto a través del nuevo acuerdo de la firma creada por Kalanick acaba de cerrar con la NASA.
La idea de la compañía se ha centrado en el concepto de estar los primeros en el desarrollo de la gestión del espacio aéreo no tripulado. Para ello, y junto con la agencia gubernamental estadounidense, Uber se ha sumado a la creación del proyecto aéreo no tripulado en Estados Unidos a partir del cual desarrollará los requerimmientos y las pruebas tecnológicas paras las operaciones en áreas urbanas. Todo esto, además, les otorga la licencia de ser los primeros con capacidad para explotar el negocio en el país y, de ahí, al resto de geografías. O lo que es lo mismo: obtener los permisos mucho antes que sus competidores directos actuales y lo que vengan en un futuro cercano.
CEO de Uber anuncia nuevas ‘reglas culturales’
Pese a que en un principio, la ciudad estadounidense elegida para iniciar las operaciones de la nueva división fue Dallas por su legislación laxa, finalmente se ha terminado eligiendo a Los Ángeles como la localización perfecta para la nueva experiencia del Uber aéreo en el momento en el que empiece a operar. En 2020, según dice la teoría de la compañía, se podrán empezar a ver vehículos no tripulados de cuatro plazas; eléctricos, silenciosos y con despegue y aterrizaje vertical. Por otro lado, y a través de los datos generados por los trayectos de Uber todos estos años, la tecnológica tiene la base de datos perfecta para identificar las rutas más populares y congestionadas a través de las cuales elaborar las rutas aéreas del futuro.
En cualquier caso, quedaría por resolver la cuestión de la seguridad en las ciudades y los procesos que seguirán los estudios para adaptar la fisionomía de las mismas a los nuevos modelos de transporte; algo quizá mucho más complejo que solventar la fase normativa.