cultivo celular

kaibara87 (Wikimedia)

Con apenas siete años, Álex (nombre ficticio) se enfrentaba a uno de esos problemas que ningún niño debería afrontar durante su infancia. El pequeño padecía desde su nacimiento una enfermedad rara, llamada epidermólisis ampollosa, causada por una única mutación en su ADN y que provoca la aparición de la popularmente denominada piel de mariposa. Desde que era apenas un bebé, Álex había desarrollado ampollas y úlceras en todo su cuerpo, especialmente en el costado, las extremidades y la espalda. Su estado de salud se deterioró años después, cuando dos graves infecciones empeoraron su ya de por sí frágil piel.

Seis semanas antes de ser ingresado en el hospital, el niño sufrió la descamación casi completa de la epidermis, la capa más externa de la piel. Tras ser atendido en la Unidad de Quemados del Hospital Pediátrico, Universidad Ruhr, de Bochum (Alemania), los médicos intentaron tratar al menor con todas las estrategias terapéuticas disponibles. Pero ninguna funcionó. Álex se encontraba en un momento crítico, al borde de la muerte, ante la impotencia de los sanitarios y su propia familia. La situación era tan desesperada que los facultativos, con el consentimiento informado de sus padres, decidieron aplicarle una terapia de uso compasivo, al margen de cualquier ensayo clínico, para tratar de salvar su vida. Por fortuna lo consiguieron.

Terapia génica y celular para recuperar su piel

Los investigadores, procedentes de Alemania, Italia y Austria, han dado a conocer los resultados en un artículo publicado hoy en la revista Nature. El trabajo revela cómo los médicos lograron reemplazar el 80% de la piel del menor gracias a un injerto de epidermis modificada genéticamente. El grave estado de salud del pequeño llevó a los facultativos a extraer células procedentes de una pequeña región de su piel, no afectada por las ampollas y úlceras, con el fin de crear injertos en el laboratorio para sustituir la epidermis perdida.

Posteriormente lograron reparar la mutación causante de la patología, localizada en el gen LAMB3, gracias al uso de vectores virales. Así consiguieron obtener un cultivo de este tipo de células, llamadas queratinocitos, completamente sanas, con el objetivo de desarrollar una serie de injertos totalmente funcionales para reconstruir la piel de Álex. La estrategia, una combinación de terapia génica y celular, permitió introducir la epidermis modificada para cubrir la práctica totalidad de la superficie corporal del niño, una vez que los facultativos prepararon de forma adecuada las heridas que presentaba para que el injerto 'prendiese'.

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Crédito: Sergio Bondanza y Francesca La Mantia (CMR Unimore).

Aunque anteriormente se habían realizado otros injertos de piel modificada genéticamente, ningún intento había conseguido reparar un porcentaje tan elevado. El gran avance científico y médico, que logró salvar la vida del niño al reemplazar el 80% de su epidermis, le ha permitido volver a realizar actividades cotidianas como jugar al balón o montar en bicicleta. Tras seguir su progresión durante veintiún meses, los facultativos han corroborado el éxito del ensayo: la epidermis regenerada se ha adherido fuertemente a la capa subyacente, llamada dermis, curando la piel de Álex, que no ha vuelto a sufrir ampollas ni otro tipo de lesiones desde entonces.

Según los resultados publicados en Nature, la epidermis humana creada en el laboratorio cuenta con un número limitado de células madre que pueden autorrenovarse y de este modo reponer los queratinocitos sanos, según las observaciones realizadas tanto in vitro como in vivo. Además, dado que el trasplante de piel modificada genéticamente fue autólogo, es decir, la epidermis procedía de la misma persona ya que Álex fue al mismo tiempo donante y receptor, no se observaron problemas como un posible rechazo del injerto. Los investigadores quieren, no obstante, seguir monitorizando el estado de salud del pequeño, para comprobar que no aparecen efectos adversos derivados de la terapia, aunque en los veintiún meses de seguimiento el menor no ha tenido ningún problema.

Una enfermedad genética que no tenía cura

“La epidermólisis ampollosa es una enfermedad hereditaria que se produce por mutaciones en proteínas del ‘pegamento’ que une la epidermis y la dermis”, explica a Hipertextual el Dr. Raúl de Lucas, dermatólogo del Hospital Universitario La Paz, que cuenta con una de las dos unidades de referencia sobre esta patología que existen en España. “Ante pequeños traumatismos se producen ampollas que, dependiendo del nivel de profundidad, van dejando cicatrices”, lo que supone problemas como la pérdida de las uñas, la unión de los dedos, trastornos en la mucosa oral o anal, con las consiguientes dificultades para tragar y alimentarse, efectos ortopédicos y, en los casos más graves, la aparición de cáncer de piel e incluso el fallecimiento de los pacientes.

Hasta el día de hoy, por desgracia, la epidermólisis ampollosa no contaba con ninguna cura. De Lucas, que también forma parte del Grupo Español de Dermatología Pediátrica de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), comenta por teléfono que los pacientes reciben curas para prevenir las ampollas “con vendajes especiales que no se adhieren” y, en ocasiones, también se administran antibióticos si sufrían algún tipo de infección bacteriana o se llevaban a cabo tratamientos para dilatar el esófago y mejorar en lo posible la alimentación de los afectados. La extrema fragilidad de la piel no es el único problema al que se enfrentan, ya que también pueden sufrir complicaciones esqueléticas, cardíacas y renales, entre otras, como describe un trabajo publicado por la Asociación Española de Pediatría. Según datos de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, esta patología es muy poco frecuente, al detectarse solo un caso por cada millón de personas.

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Crédito: Sergio Bondanza y Francesca La Mantia (CMR Unimore).

El estudio presentado hoy en Nature, según Raúl de Lucas, “marca un hito” al demostrar que “lo imposible es posible”. El experto comenta a Hipertextual que anteriormente se habían practicado injertos de piel, tanto de donantes sanos como de familiares de los pacientes, pero que nunca se había logrado reemplazar una superficie de epidermis tan amplia. El caso de Álex, en su opinión, era “desesperado” ya que el niño “se moría”, pero el logro, que debemos tomar “con prudencia e ilusión”, es claramente una línea a seguir. “Hay pacientes muy desesperados, con grandes extensiones de piel afectada, que necesitan un tratamiento urgente”, asevera.

Sin embargo, a juicio de Raúl de Lucas, “hacer injertos de todo el cuerpo es tremendamente costoso y complicado”. Las operaciones a las que sometieron al niño, además, tienen sus riesgos, ya que hay que obtener las células madre y la piel modificada genéticamente, para después ‘pelar’ a los afectados y llevar a cabo el trasplante autólogo de epidermis, con todas las complicaciones técnicas que pueden surgir durante las intervenciones quirúrgicas. El dermatólogo también apunta que, en otras situaciones, los injertos podrían no llegar a ‘prender’ si las heridas de la piel están infectadas. Por último, la aplicación de queratinocitos modificados genéticamente mediante un vector viral suscita controversia, ya que existe la posibilidad de que se produzca una modificación en el genoma y aparezcan tumores, algo que de momento no ha ocurrido en el niño tratado en Alemania.

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Crédito: Sergio Bondanza y Francesca La Mantia (CMR Unimore).

Para evitar cualquier posible riesgo de cáncer, el grupo de Raúl de Lucas, junto con el equipo del CIEMAT liderado por Marcela del Río, estudia el uso del sistema CRISPR-Cas para editar el genoma y así corregir los errores en el ADN, sin tener que emplear virus como vectores. En opinión del dermatólogo, la epidermólisis ampollosa es una enfermedad tan grave y con complicaciones tan accesibles —al localizarse principalmente en la piel—, que es factible probar nuevas estrategias terapéuticas para intentar curarla. Otras patologías ocasionadas también por la mutación de un único gen, como podría suceder en las ictiosis, se beneficiarían de este tipo de tratamientos, en caso de demostrarse en nuevos estudios que son seguros y eficaces.

A pesar de los resultados positivos, de Lucas pide “prudencia” para no lanzar la idea de que ya contamos con una solución definitiva, lo que podría generar falsas esperanzas en los pacientes y sus familias. Dado que son enfermedades que dificultan mucho la calidad de vida y la imagen física de los afectados, además de ocasionar mucho dolor, es importante mantener la cautela ante promesas como la publicada hoy en Nature. Los científicos Mariaceleste Aragona y Cédric Blanpain, de la Universidad Libre de Bruselas, comparten su opinión, al destacar la “viabilidad” y “seguridad” a la hora de sustituir por completo una epidermis afectada por una enfermedad tan devastadora. La curación del niño, sin duda, es “un éxito” para la terapia génica y celular, una estrategia que, con todas las precauciones necesarias, abre la puerta al tratamiento de otras graves patologías.

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