El pasado julio nos hacíamos eco de **los desbarros de Christopher Nolan durante la promoción de *Dunkerque* contra Netflix, la plataforma de vídeo bajo demanda con series y películas distribuidas y originales de más éxito en la actualidad, desbarros que revelaban sobre todo una triste miopía ante lo que sucede en la industria del cine y la incomprensión más deplorable de hacia dónde se encamina. Ya rebatimos entonces sus palabras, pero parece ser que no fueron las únicas que soltó aquellos días en el mismo sentido*: “Netflix tiene una extraña aversión a apoyar películas para cine”, comentó a IndieWire*. “Tienen esa política absurda de que todo tiene que estrenarse y ser transmitido de forma simultánea, lo cual obviamente no es sostenible para las proyecciones en los cines. Así que ni siquiera entran al juego y yo creo que se están perdiendo de una gran oportunidad”.
Y continuó de la siguiente manera, sin mejorar demasiado su perspectiva: “Creo que la inversión que Netflix está haciendo en cineastas y proyectos interesantes sería más admirable si no fuera utilizada como una especie de extraño apalancamiento para el cierre de cines. Es tan inútil… Realmente no lo entiendo”. Claro que no lo entiende, y si quisiera, no tendría más que informarse sobre los números que año tras año deja alegremente **la taquilla mundial: entre 2005 y 2014, la recaudación pasó de 23,1 a 36,4 billones de dólares, mientras Netflix ha conseguido casi 110 millones de abonados en 190 países desde que comenzó su servicio en 1999; y la única conclusión posible es que la actividad de la compañía no afecta a los beneficios por la exhibición en los cines, que estos no van a cerrar por su causa, que ha ampliado la oferta y que, así, los espectadores vemos ahora más películas y series que antes**.
Pero hete aquí que el célebre director le ha enviado a Ted Sarandos, jefe de contenido de Netflix, un correo electrónico personal para disculparse por los comentarios negativos que lanzó sobre la compañía en julio. “Debería haber sido más educado”, ha admitido Nolan a *Variety*. “Dije lo que creo, pero no era diplomático en la forma en que lo expresaba. No estaba aportando ningún contexto a la naturaleza francamente revolucionaria de lo que Netflix ha hecho. Es extraordinario. Necesitan el debido respeto por eso, que yo les tengo”. No obstante, sigue erre que erre: “Toda mi vida adulta han lanzado películas directamente en vídeo. Como cineasta, cuando comencé en los 90, la pesadilla de uno era el lanzamiento directo al vídeo. No hay nada nuevo al respecto: lo que es diferente y lo nuevo es venderlo a Wall Street como innovación o disrupción”.
E insiste: “Cualquier otra industria, ya sea la industria del automóvil o de lo que sea, controla cuándo se lanza un producto. La idea de que el negocio del cine debería olvidar eso y simplemente juntar todo al mismo tiempo no tiene sentido”, asegura el director británico. “No es un buen negocio, y la gente se dará cuenta de eso eventualmente”. Pues no tiene pinta de que vaya a ocurrir según los datos económicos de la empresa, que en septiembre había alcanzado los 373,4 millones de dólares de beneficio, un 211,4% más que en el mismo periodo de 2016. Y lo de equiparar la venta de VHS, DVD y Blu-ray con la distribución de vídeo bajo demanda es no comprender en absoluto lo que supone la eliminación de barreras físicas de las innovaciones tecnológicas.
Como tampoco demuestra comprensión ninguna al analizar la distribución cinematográfica de hoy con el esquema de hace casi veinte años, antes de la expansión definitiva de internet y de los modelos de comercialización multiplataforma. Porque no existe ningún descontrol de cuándo se lanzan las series y los largometrajes en los servicios de Netflix, HBO, etcétera, ni estas plataformas entorpecen la exhibición en los cines de toda la vida: los espectadores acuden a ellos cuando estrenan los filmes que les interesan, igual que se plantan delante de sus televisores, ordenadores portátiles y demás aparatos para disfrutar de los contenidos de VOD. Pero que Christopher Nolan no se equivoque: el tono de sus comentarios originales no era grosero ni por él le hacía falta pedir disculpas; como en cualquier otro ámbito, lo grosero de verdad es hablar así de lo que uno demuestra no tener ni la idea más remota.