La última racha de adaptaciones al cine de la obra narrativa del escritor norteamericano Stephen King no parece acabarse. En los últimos meses hemos tenido oportunidad de ver *La Torre Oscura (Nikolaj Arcel, 2017), It (Andrés Muschietti, 2017) y El juego de Gerald (Mike Flanagan, 2017) y las series de televisión The Mist (Christian Torpe, 2017) y Mr. Mercedes (David E. Kelley, desde 2017); y hace poco, *Netflix nos ha traído 1922, con la que el director australiano Zak Hilditch adapta la novela corta homónima incluida en la recopilación Todo oscuro, sin estrellas, de 2010**, sobre un hombre hundido que escribe una confesión detallada del crimen que cometió en el año que da título a la historia.
Lo primero que debemos tener muy claro si nos disponemos a ver esta respetable película es que **nuestras esperanzas no han de depositarse en el horror puro y duro, porque 1922 no es un filme de terror según a lo que nos tiene acostumbrados un género tan herido como este y las ideas que inspira a muchos la ignorancia del auténtico Stephen King*. Como ocurre con El juego de Gerald*, en esta película de Hilditch hay más de drama digno, adulto y verdadero, de oscuridades humanas que nadie de entre nuestros congéneres debería transitar o dejar salir a la superficie nunca y, en secuencias muy particulares, de horror psicológico que relámpagos terroríficos a cada rato, en una sucesión prefabricada, con los que lo único que se busca es el escalofrío vano y el brinco repentino del espectador, puesto que no lo son todos.
Porque lo que King quería contar no entraña frivolidades, y lo que el realizador comprende muy bien es que, como tantas otras narraciones del literato de Maine, la propuesta se halla lejos de satisfacer a los incomprensibles amantes de la casquería, la sanguinolencia o la trivialidad de los sustos. He aquí las circunstancias de un hombre cuyo odio grandísimo y cocinado a juego lento supera lo inimaginable, cuya ambición no se detiene ante nada y ni tan siquiera en el respeto a personas próximas a él y, en fin, cuyo absurdo espíritu reaccionario e inmovilista, inútil a todas luces en cualquier momento de la historia, es el germen y el guía de sus maquinaciones criminales, y su estúpida y cumplida satisfacción, el propósito de las mismas.
La personalidad de Wilfred James, al que encarna por un Thomas Jane (The Expanse) irreprensible que sabe perfectamente en qué zapatos se ha metido, podría haber sido compuesta, no ya por la británica Agatha Christie, sino más bien por la estadounidense Patricia Highsmith si le hubieran interesado las mezquindades y los impulsos asesinos de granjeros como este; y los adecuados y ricos matices de la interpretación de Jane, indistinguible de alguien semejante real, hubieran sido muy de su agrado como lo son del nuestro. Y merece la pena señalar que 1922 es la tercera adaptación de una novela de King que Jane protagoniza tras la fallida El cazador de sueños (Lawrence Kasdan, 2003) y la desoladora La niebla (Frank Darabont, 2007).
Por otro lado, si bien los demás actores no se le acercan a Jane en exactitud, se defienden con sus propios personajes, desde Molly Parker (House of Cards) y Dylan Schmid (Érase una vez) como Arlette y Henry James hasta Kaitlyn Bernard (Cadence) y Neal McDonough (Minority Report) como Shannon y Harlan Cotterie o Brian d’Arcy James (Spotlight) como el Sheriff Jones, Bob Frazer (Cold Squad) como Andrew Lester y Eric Keenleyside (Érase una vez) como Lars, para quien también es su tercera participación en las adaptaciones relacionadas con King después de La zona muerta (Michael Piller y Shawn Piller, 2002-2007) y Hospital Kingdom (King, 2004).
Como quinto largometraje de Hilditch tras The Actress (2005), Plum Role (2007), The Toll (2010) y Las últimas horas (2013), no cabe duda de que **1922 entraña justo el planteamiento contrario a su filme precedente: si bien el protagonista del mismo, James (Nathan Phillips), se esfuerza por encontrar la redención cuando su vida se acaba y nuestro granjero pretende liberarse del peso de su culpabilidad descargándola en su postrera confesión, Las últimas horas enfila por el camino de la enmienda y la obra de Netflix relata el de la perdición** de Wilfred James, y carece de la luminosidad final de la primera, como la misma, de las pinceladas roedoras y sobrenaturales de horror intenso con las que se manifiesta la culpa, que no podían faltar en otra tétrica adaptación de Stephen King.