El Google Pixel 2 XL se ha convertido, oficialmente, en el producto más polémico de esta segunda mitad de año. El drama comenzó con las absurdas críticas a la calibración de su pantalla, que premiaba la fidelidad de color frente a la vistosidad. No obstante, el plato fuerte empezó a servirse poco después, cuando las carencias de los paneles OLED de LG surgieron en forma de decoloración, heterogeneidad, banding y quemados.

La polémica está siendo mayúscula, y no debería ser menos. Un producto de casi mil euros concebido por una empresa del calibre de Google no puede presentar este tipo de errores. Menos aún si se tiene en cuenta que Samsung —y Apple— están mostrando una increíble fortaleza con sus recientes productos.

Un producto de casi mil euros concebido por una empresa del calibre de Google no puede presentar este tipo de errores.

No obstante, lo verdaderamente sorprendente de esta situación es el incesante alarmismo que se está generando en relación a este incidente. Las deficiencias de la tecnología OLED no son nada nuevo; llevan entre nosotros más de un lustro, y parece que la mayor parte de la industria, hasta ahora, no había hecho más que girar la cabeza y mirar hacia otro lado.

El ejemplo más reciente de estas deficiencias lo encontramos en el Galaxy S8, que presentó tintes rojos durante sus primeras semanas a la venta. La lista continúa si se mira hacia atrás. De hecho, casi todos los teléfonos que Samsung ha lanzado con la tecnología OLED han presentado alguna clase de defecto. Aún permanecen en la memoria los problemas de quemado del Galaxy Nexus o la heterogeneidad de los Galaxy S6 Edge.

Samsung es la empresa que más fortaleza muestra en el desarrollo de paneles OLED para smartphones. Tras ocho años invirtiendo en ellos, ahora está comenzando a recoger los frutos.

Samsung ha paliado poco a poco la mayor parte de los problemas que presenta esta tecnología, aunque no ha sido hasta el Galaxy Note 8 cuando ha alcanzado un nivel óptimo. Todos los smartphones previos, en mayor o menor medida, quedaron manchados por heterogeneidades y otros problemas derivados del OLED.

En el caso de LG, la situación es incluso peor. Las pocas veces que la compañía ha coqueteado con la tecnología OLED en teléfonos móviles, el resultado ha sido decepcionante —véase el LG G Flex o el recién presentado LG V30—. La situación, en general, es casi tan esperpéntica como la incorporación de Dmitro Chigrinskiy a Can Barça.

Que el Pixel 2 XL monte una pantalla OLED repleta de defectos es, sin duda, una noticia terrible para Google, los consumidores y la industria en general. La magnitud de la polémica, en cambio, es ridícula. Este tipo de incidentes son, a día de hoy, uno de los riesgos que conlleva el juego del OLED. Y todo apunta a que, al menos durante un tiempo, seguiremos lidiando con ellos.