Por magnitud todo hace creer que Tinder, la app de dating más popular a nivel global, tiene el monopolio de las citas. Y en cierto modo, este pensamiento no está exento de razón. No está del todo claro cuál es la magnitud de Tinder en su desglosado por países –es su secreto mejor guardado–, pero el total supera los 50 millones de usuarios activos, con millones de matches cada día. El fenómeno de las apps de citas, que lejos de quedarse en una simple aplicación inocente ya juega con los corazones del mundo en los mercados públicos, ha ido calando poco a poco entre geografías cambiando las reglas del juego allá por donde pasa.
En lo que respecta a Latinoamérica, México se lleva el premio en todos los sentidos. Sólo en este país se realizan una media de tres millones de matches al día y, de 65 millones de personas con acceso a Internet, se estima que 54 millones cuentan con una aplicación de dating descargada. No son malas cifras para un negocio que se alimenta de jugadores extranjeros y nativos.
El amor en los tiempos de Tinder
El caso de Mi Media Manzana, bajo las reglas de Tinder
Nacía en Perú a mediados de 2013. Tinder empezaba a moverse por las universidades de Estados Unidos allá por el año 2012, pero faltaría tiempo para que el ingenio de un grupo de estudiantes abordase otros países. El negocio de las citas venía gestándose desde hacía 15 años en Estados Unidos, pero muy alejado del mobile. Sin embargo, en América Latina no existía nada vinculado a este nicho de mercado que ya prometía millones de ingresos en un futuro no muy lejano. Y aquí, explica Pedro Neira fundador de Mi Media Manzana, estaba el futuro:
"Los modelos de negocio llegan a Latinaomérica con unos 10 años de retraso, como Amazon, Mercado Libre, Linio y este tipo de cosas. Más o menos era el timing para que algo empezase en Latam después de haber nacido hace unos años en EEUU. Era el momento correcto. Se daba el espacio y los skills para empezar Mi Media Manzana".
Sin Tinder cambiando el paradigma del amor en medio mundo, el primer enfoque de la startup peruana, que pronto se extendería por el resto de países de habla hispana, era el modelo de compatibilidades de Estados Unidos que, a través de una lista de cientos de preguntas, promete encontrar a la pareja ideal de entre los candidatos propuestos. Aquellos que, además, se encontrasen a una distancia prudente, alejándose de la idea de conocer personas fuera de una misma ciudad. Esto de la ciudad hubo que cambiarlo con el paso del tiempo porque, como explica Neira, "la distribución geopolítica de algunos lugares de América Latina es muy compleja y ni sus propios ciudadanos saben explicarla". Así que, en vez de hablar de ciudades o distritos, se habla de distancia en kilómetros.
El algoritmo del amor: la historia de Tinder
Centrados en una demografía mucho mayor que sus competidores norteamericanos, entre 33 y 34 años, la realidad es que el efecto Tinder también les afectó en cuanto la compañía del match empezó a conquistar el mundo. De repente, todo el negocio se volcó en el mundo mobile y cualquier que no estuviese preparado para ello estaría abocado al fracaso más estrepitoso. Mi Media Manzana se vio obligada a cambiar sus complejas encuestas a un sistema más simple que pudiese gestionarse en el entorno smartphone. Ahora, casi el 80% de los usuarios vienen de ahí.
Buscar pareja y nada más
Ocurre algo curioso con las apps para ligar y es que, prácticamente ninguna de ellas se define como tal y por esta razón nunca aparecen las primeras en las listas de ligues. Tinder, Happn o Adopta un Chico están catalogadas con el tag de life style en las tiendas de aplicaciones lo que hacen es dejar una curiosa realidad en el mundo: ellos dan la herramienta y los usuarios deciden cómo emplearla. Lo cierto es que no en todos los países su entrada ha tenido el mismo uso o dimensión: los países nórdicos en Europa se centran en la amistad, en Alemania existe un uso más directo hacia el contacto íntimo antes de cualquier otro apego y, tanto en España como en América Latina, se centra en el segmento de los jóvenes a partir de los 20 años, aproximadamente, que quieren algo más que amistad; con complicaciones o sin ellas.
Otros, por su parte, dejan clara su intención, lo cual no aleja la realidad de que no todo lo que en las aplicaciones se mueve puede ser de verdad. Más o menos como en la vida real; una realidad que, comentaba Eparquio Delgado en una entrevista a Hipertextual, no está del todo clara porque, "¿cuál es esa realidad de la que todo el mundo habla?". Neira sabe que "también se puede buscar lo esporádico" en una aplicación que sirve, al 100%, para encontrar lo que ellos llaman pareja estable. Un hecho que "no se puede controlar, ni se pretende" puede maquillarse, como comenta, con pura empatía comunicativa: "Ahora quizá eso de decir que buscas una relación a largo plazo y estable no está de moda, pero eso es la forma en la que se comunica la gente y hay que adaptarse". El único control que se puede imponer es a aquellos que ya cuentan con pareja y quieren, podríamos decir, ampliar fronteras. Tinder o Happn no ponen límites a este hecho, en el caso de Mi Media Manzana es requisito indispensable. Algunos podrían decir que es imposible de controlar, pero, como explica Neira, "la gente no sabe cuántas cosas se pueden averiguar a través de Facebook con una simple búsqueda manual". Aún así, la mentira que persiste en la esfera analógica no iba a ser diferente en el mundo digital porque, explicaba Eparquio, este nuevo paradigma "sólo es un reflejo de nuestra vida real".
El estigma, a años luz de Estados Unidos
Es bastante común escuchar el dato de que una de cada tres parejas que nacen tienen origen en esta o aquella aplicación de citas. Pero, a la hora de la verdad, pocos son los que asumen o confiesan haber recurrido a ellas. El problema del estigma de ligar a través de Internet tiene su origen en los primeros portales de citas que nacieron en Estados Unidos. Como comenta Neira, "el estigma existe y no vamos a tapar el sol con un dedo". Pero, la realidad es que ese estigma está menguando y decrece con los años en medida que las nuevas generaciones adoptan como normal el hecho de encontrar pareja a través de las redes.
Para Estados Unidos era impensable el estado actual de la cuestión. El tema es que les ha costado casi 20 años llegar al estado actual, explica el fundador. Tanto así está pasando en Europa, donde poco a poco se establece la normalidad. "Esto terminará pasando tarde o temprano en todo el mundo" y Latinomérica no será un excepción.
Conexión y seguridad, los mayores retos
No hay que confundirse con esto de las apps para ligar. Son compañías que tienen como fin último generar ingresos a sus arcas. Para ello necesitan de un ecosistema que sea propicio al servicio que ofrecen.
Uno de sus mayores enemigos, especialmente en América Latina es el tema de la conexión. Pese a que el público objetivo de la mayor parte de ellas se localiza en zonas urbanas, donde el acceso a la red es mucho mejor, la realidad es que sigue siendo un gran escollo que batir. Y vinculado a esto esta el siguiente gran drama: "en la parte de pagos, ahí sí que existe una gran brecha". "No hay demasiada costumbre de hacer pagos online de cualquier cosa y es nos afecta de manera importante porque nuestro producto premium va por suscripción y es algo bastante impulsivo, donde si tú no puedes cerrar la compra en el mundo online se pierde", explica Neira. Tanto así les ocurre a Tinder o Happn a la hora de querer ir un poco más allá en el tema de la monetización. Y no sólo a ellos: precisamente la cuestión de los pagos móviles ha sido el Talón de Aquiles de muchas de las compañías estadounidenses que vieron en Latinomérica un lugar para el negocio fácil.
¿Y qué ocurre con la seguridad? Grandes compañías internacionales han tenido que modificar algunos aspectos de su actividad para incrementar las medidas de validación y seguridad de sus aplicaciones en Latinomérica. Si BlaBlaCar, Uber o Cabiby han invertido horas en validaciones prácticamente manuales de sus usuarios, Tinder, Happn o Mi Media Manzana no iban a ser menos. En el caso de estos últimos se revisa foto a foto y caso por caso. Y aún así, no es fácil.