Que los tiempos han cambiado y que no volverán a ser como antes es un discurso que no sólo corresponde a los más ancianos. Es un hecho que todos, incluidos los jóvenes, han notado. Lo que en Hipertextual se ha definido como Ligar en los tiempos de WhatsApp es otra forma de decir que la tecnología ha venido para quedarse. Para cambiar los paradigmas sociales, abrir nuevos debates y hacernos vivir la vida, amorosa en este caso, desde un nuevo punto de vista.
En este contexto, las apps para ligar han sido determinantes. Un negocio de nicho hace algunos años, con usuarios limitados por un alto estigma social, está viviendo su época dorada. Pese a que los años estrella de la revolución sexual se diesen a lo largo del siglo XX, con especial repercusión en los años 50 y décadas venideras, esta sigue teniendo variaciones en la actualidad. La moral victoriana ha sabido enmascararse con el paso de los años e incluso en la actualidad encuentra su cauce para manifestarse. Porque, a pesar de todo, el estigma muchas veces se perpetúa y se intenta mantener al statu quo del momento. Después de todo, las estadísticas hablan de que al menos el 60% de la población utiliza una u otra app para encontrar pareja o hacer contactos. Y, sin embargo, "nadie las usa".
El negocio del amor
Empezaron con las primigeneas páginas de contactos. Sitios web aislados por la opinión pública, carentes de estética y plagados de publicidad que hacían las delicias de algunos y servían de tema central de conversación a otros. Tuvieron su manifestación también en los teletextos o en las cartas epistolares en años anteriores.
Llegaron los smartphones y nadie supo lo que traían consigo. Las primeras, Tinder o Meetic, sólo podían anunciar a golpe de match que algo se estaba cociendo en las líneas de código de muchos diseñadores en el mundo. Pronto empezaron a florecer, una tras otra. A convertirse en multinacionales e, incluso, a cotizar en los mercados públicos. Después de todo, casi todas las apps emplean el modelo freemium para atraer más clientes que consigan, en su magnitud, hacerles ganar ceros en su cuenta. Y sin embargo, casi ninguna es rentable, como es el caso de Happn:
"El aporte de estas opciones de pago cumple nuestras expectativas business, hoy en día la empresa no es rentable porque invertimos mucho en esfuerzos de marketing para ampliar nuestro alcance internacional."
El negocio del amor crecía a cada segundo y, lo que antes era un reducto para nerds, se popularizaba como una de las prácticas más comunes. Las habilidades sociales para la toma de contacto se adaptaban, en lo que podríamos llamar el nuevo paso de la evolución humana, y buscaban su mejor entorno vía app. Ya no consiste en acudir al lugar de moda y que confluye con tus preferencias, ahora la descarga de la app adecuada ha tomado el papel protagonista.
Tinder como la que más gente acumula. Lovoo que se define por algunos usuarios como el lugar perfecto "para pillar". 3nder para los que busquen tríos. Meetic para huir de los adolescentes. Badoo, Twoo o Happn como las opciones secundarias tras la reina madre Tinder. Grindr para buscar pareja del mismo sexo. AdoptaUnTío que quiere hacer las delicias de las féminas como controladoras de la situación y Groopify, que se ha encontrado metida en un sector en el que no se encuentra demasiado cómoda. Y así podríamos crear una lista que sería casi infinita con las miles de opciones disponibles.
La mayor incógnita dentro de todo este embrollo es el número de usuarios que manejan las mismas; ninguno quiere anunciar el preciado dato que, de revelarse, les pondría en evidencia ante el resto. En el caso de la francesa AdoptaUnTío, y según nos cuentan ellos, tienen más de un millón de usuarios, de los cuales el 60% se mantiene activo. Casi las mismas cifras de hombres y mujeres, son los menores de 35 los más activos. Happn, con un 60% de hombres, asegura que llegan a 21 millones de usuarios, siendo Latinoamérica los más activos. Lovoo, por su parte, confirma que son 60 millones de personas que se distribuyen sobre todo por las regiones de habla inglesa.
Tomando como idea básica que todo estos datos hay que tomarlos "con pinzas" porque ninguna quiere confesarse, el hecho de que son cada vez más populares está claro. Aunque algunos apuntan, quizá, a un tipo de negocio sobredimensionado que poco tiene de verdad en los datos que publica, pero al que le interesa poner buena cara. Podríamos llamarlo la inflación del amor.
El amor no ha cambiado, ¿o sí?
Si en algo coinciden Happn, Lovoo y AdoptaUnTío es en la idea de que "ellos no han cambiado el amor", pero sí la forma de acercase a el.
La presencia virtual elimina fronteras y las posibilidades son infinitas. Con ellas "se modela la percepción y la forma en la que nos relacionamos con el tiempo y el espacio", según explican desde Happn. Los nuevos códigos de movilidad desencadenan cambios en todos los ámbitos y las citas románticas no son una excepción. El uso de emojis para expresar emociones, selfies o fotos, argumentan desde Lovoo, son añadidos a una nueva era en la que quedar a las 17:00 en algún lugar para conocerse y hablar no sea el único recurso.
Se añade el dramático hecho de que ya no hay tiempo para encontrar pareja. La era de la tecnología ha traído consigo el triste hecho de que tenerla suponga un esfuerzo sobrehumano y que quite tiempo a otras tareas y actividades de "las que no podemos prescindir". Es "en este contexto en el que nacen este tipo de aplicaciones, que facilitan esos contactos y agilizan el proceso de conocer a una nueva persona", añaden desde AdoptaUnTío. Como hacer la declaración de la renta, pero en el mundo del amor.
¿Y que hay del tema del sexo? Una de las mayores, podríamos decir críticas, es que los que están en esas redes sólo buscan sexo, no hay hueco para el amor de toda la vida. Lo cierto es que todas se definen como lugares para conocer gente y hacer amigos, ampliar las relaciones sociales de uno, sin ser su prioridad el sexo. Pero, al final, la realidad es la que es. En Happn reconocen que "ha habido bastantes críticas dirigidas a las dating apps y a cómo estas han contribuido a aniquilar el arte del romance, haciéndolo todo demasiado fácil para los solteros de la actualidad". Pero es verdad que estas aplicaciones no dejan de ser un fiel reflejo de la sociedad en la vida real y aunque fuese sólo sexo, ¿cuál sería el problema? La cultura de los “encuentros casuales” ha sido gracias a un cambio generalizado en nuestras actitudes" añaden, y aunque las apps lo magnifican no han inventado nada nuevo.
Todos hablan de una nueva realidad. Pero, Eparquio Delgado, Psicólogo sanitario en el Centro Psicológico Rayuela, opina que "es complicado determinar qué es la realidad porque cuando hablamos de ella hay que determinar de cuál estamos hablando". La tecnología ha estado presente en cada momento y lo que tenemos en cada época son formas de vida adaptadas, y en cada una de ellas, la tecnología ha estado presente de una forma u otra. ¿A que realidad nos referimos?
El paradigma de las relaciones sociales
De la misma forma que el uso del teléfono era algo normal hace unos años, abrirse un perfil en Facebook y, en segunda instancia, en alguna aplicación para buscar pareja, no es algo que pille de sorpresa a nadie. Todo tiene sus partes negativas y positivas, pero todos han entrado en el juego.
El cortejo de toda la vida, ese de "comerle la oreja" a alguien, quizá haya pasado a mejor vida, al igual que la sensación de reto. La cultura de la inmediatez y de lo rápido ha mostrado su nueva cara. Apunta Eparquio que, en su opinión personal, ya que no es su especialidad laboral, "cuando tienes un acceso tan grande a tanta cantidad de gente y puedes comenzar interacciones de forma tan fácil, pero que no lo es tanto, a lo mejor nuestra tolerancia a la frustración es mucho más baja". El "no" es un concepto que no entra en el discurso de muchos puesto que siempre habrá alguien, los otros "match" elegidos.
Sin embargo, es una fuente de oportunidades para muchos. Los tímidos, los que no podían encontrar su hueco en las primeras tomas de contacto, los introvertidos... "ellos han encontrado su hueco en Internet" y han hecho de su yo en la red un verdadero reflejo de su yo en la realidad pero tras un mundo de metadatos. Esa fricción inicial, ese miedo, se hace menor.