Noche de sábado en un bar cualquiera, de una ciudad cualquiera, de un lugar cualquiera. La mayor parte de los presentes vigilan de cerca las notificaciones que iluminan sus teléfonos, algunos incluso deslizan frenéticamente pantallas que nadie más ve. Nada fuera de lo normal.

Entre copas, un grupo de amigos empieza a comentar lo mal que está el tema de buscar pareja -el mercado, como se conoce de forma popular-. Uno de ellos, con un sospechoso alarde por su capacidad de conquistar muchachas, da detalles de sus últimos ligues de discoteca, otro más tradicional opina que solo se puede encontrar el amor verdadero en el círculo de los más allegados y el tercero recibe el odio del público por tener novia y poder celebrar San Valentín. El esquinado al final de la mesa agacha la cabeza y otra, orgullosa de su lance, confirma que se ha apuntado a una app para ligar. Mirada de sorpresa del público e inicio del debate. Inés, la que antes pasaba varias imágenes, luce victoriosa la nueva aplicación que decora la pantalla de favoritos de su smathphone, porque ella es una del escaso, aunque creciente, número personas que grita a los cuatro vientos que liga por Internet.

La opinión popular apunta a que solo los desesperados se apuntan a las apps para ligar, por lo que decirlo en público te encuadra en un determinado grupo socialSu discurso de publicista, con poco tiempo libre y una agenda social que da vértigo, envuelve al público. Inés, una romántica en ciernes, tiene claro que la probabilidad de que caiga una estrella en un bar de borrachos es infinitamente menor a encontrarla por las apps. Además, mientras ese moreno alto de tus sueño está tomándose un gintonic contigo, seguro que tiene el móvil en silencio atiborrado de mensajes de ligues que ha conocido por Internet. Desde luego hay cosas que nunca cambian, y como no cambian, ella cree que hablando primero con esas persona a través de la app puede tener la opción de conocer a mucha gente a la vez, sin que se te nuble la vista tras esos preciosos ojos que se han cruzado por la pista de baile. Y -apunta Inés- sin la decadencia del maquillaje borrado de las cuatro de la madrugada.

¡Locos!¡Ahí solo hay dementes! He ahí la respuesta del negativo del grupo. Solo los desesperados acuden a esos lugares, increpa desde el otro lado de la mesa. Inés, ofendida, sabe que no es así; pero en cualquier caso piensa que hay que hacer una virtud de un problema: si el resto no quiere apuntarse, más hombres para ella.

La cuestión es: ¿por qué esa diferencia de opiniones?

San Valentín

Una cuestión de cifras

En estas cosas del amor los datos son un tanto peculiares y, como no, las estadísticas de cuánta gente busca pareja por Internet o "en la vida real" no tienen una base científica. Bien pueden estar apuntados a todas las opciones disponibles que un día salen y Cupido lanza la flecha en mitad de un andén de metro; historias menos románticas han servido como base para canciones de éxito. La cuestión es que, al menos en España, las últimas encuestas apuntan a que casi el 60% de la población que está buscando de forma activa una pareja, o lo que sea, utiliza las redes para lograr su objetivo. Siendo los más jóvenes, de entre 18 y 34 según confirma Tinder, los que más se apuntan a la moda.

Así mismo, son muchas las aplicaciones que existen, las cifras que manejan y los públicos que las frecuentan como bien se analiza en Love Bubbles; como en el amor, hay posibilidades para todos los gustos. Ziip, una versión española, intenta que puedas entablar una relación con alguien de tu entorno a través de la aplicación. Evitando así, como nos confirma su CEO Jusús Luque, entrar en conflictos innecesarios con otras personas en entornos problemáticos. Grindr que se especializa en el público homosexual, AdoptaUnTío donde mandan las chicas, Happn para contactar con quien te has cruzado por la calle o Tinder como la más popular.

aplicaciones del amor

Las cifras de descargas, elaboradas con estimaciones aproximadas, dice que casi 200 millones de personas han instalado en algún momento Tinder. Y en menos proporción alguna de las otras disponibles en las tiendas virtuales. Restando a la cuenta aquellos que solo entraban por curiosidad, los que se olvidaron de ella y los que no sacan rédito de la misma, la proporción sigue siendo bastante numerosa. Las estadísticas que nos confirman desde Meetec, por ejemplo, apuntan a que el uso de su aplicación ha aumentado en un 67% en 2015 respecto al año pasado. Es decir, la gente las usa y crece su afluencia.

Y ahora es cuando propongo un ejercicio de memoria. ¿Cuántas veces se ha dicho en conversaciones con amigos eso de "uy yo por Internet no ligo"? Y acto seguido, el resto de la mesa continúa con el mismo discurso. Pero entonces es cuando se me vienen todos esos números a la cabeza y la cantidad de beneficios que se generan al año... nada cuadra. Si toda esa gente tiene la app, como bien confirman todas las aplicaciones consultadas, la mayor parte liga a través de la red y casi todos se lo callan, ¿qué está pasando?

 Elena Rudakova:Shutterstock
Elena Rudakova:Shutterstock

La gente miente, ¿por qué?

En primera instancia hay que decir que no todo el mundo miente, y no todos dicen que no usan apps para ligar quiere evitar el escarnio público, pero la mayoría no es como Inés. No hay que echarse las manos a la cabeza por tan rotunda afirmación.

Internet dio la opción de ser otra persona, crear un alter ego que nos abriese las puertas a un mundo de posibilidades que la vida real no daba. Las personas tímidas, poco agraciadas o antipáticas podían evitar ese primer enfrentamiento ligado a las impresiones físicas que recibimos en un primer momento. Internet, y más concretamente las apps, han sido esa amiga que se encargaba de ir a la otra punta de la discoteca a vender lo mejor de sus compañeras ante la víctima de esa noche, y Tinder "ha resuelto ese problema y haciendo que sea más fácil conocerse y conectar con gente".

Los estereotipos del usuario nerd de Internet se han trasladado al perfil del que busca pareja a través de la redPreguntando a la gente sobre esta cuestión, la mayor parte de ellos han llegado a la misma conclusión: intentar conocer a una persona a través de una aplicación, de trasladar ese primer contacto a Tinder o Meetec, es lo más cercano a relacionarte con los solteros deprimidos de la ciudad, con los freaks, y con personas que carecen de la validez carismática suficiente como para enfrentarse a la realidad. Además de un incremento del miedo al fracaso, que se amortigua a través de una pantalla luminosa, porque, como comenta Jesús Luque de Ziip, "estas aplicaciones nos están haciendo más sensibles al fracaso amoroso, pese a las grandes ventajas que reportan". Y para ello muchas personas han creado avatares mejorados de sí mismos haciendo otra mentira de la situación; cuestión analizada por OkTrens a partir de las métricas extraídas de OkCupid y cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo, incluyendo cómo el tema del racismo y los prejuicios tienen su reflejo en la vida de la red. Pero esto no va de ese tipo de mentiras.

El miedo que tradicionalmente ha acompañado al hecho de contactar con desconocidos por la red también se tiene en cuenta para condicionar la actualidad de los ligues. A quién le importa que quedes con ese que conocimos en el metro unas líneas más arriba, seguro que no es un mafioso, pero ojo con el de Internet que seguro que está preparando la mesa para sacarte los órganos y venderlos en el mercado negro.

san valentin geek
Etsy

Y todo esto ha ido pesando en la opinión pública, haciendo que esa espiral del silencio tenga su mayor representación en los ligues por Internet. Las razones de por qué se han popularizado estos servicios tienen todo su sentido: menos tiempo para dedicarlo a buscar pareja, digitalización de todos los aspectos de nuestra vida y la inmediatez que supone la red. Pero entonces, si comprar ropa por Internet se ha normalizado, ¿por qué no ligar? Hemos estado arrastrando esos estereotipos nerd que han poblado Internet desde hace años y usándolos para encuadrar a los usuarios de dichas apps. No es raro escuchar que la gente guapa no necesita ligar por Internet, que "eso es solo para los orcos"; ¿asumo, por tanto, que si me apunto a Tinder es porque soy feo? Cuestiones como esta son las que han estigmatizado a toda una red de ligues por Internet.

Añadiéndose a esto que, las acusaciones, algunas fundadas, de que los que están en la red solo quieren sexo son recurrentes: la historia del sexo fácil a través de la red ha buscado este resquicio en las nuevas aplicaciones. Solo buscan lo que buscan -te dicen- pero e incluso se da el caso de que, la opinión pública parece detectar únicamente a los que alardean de todos sus "guarreos" en a través de Internet, porque estos sí lo cuentan. A la larga esto también pesa aportando otro extremo a la situación: ya no solo se identifican con antisociales, ahora también con la parte más perversa del sexo.

Al final, es que, aunque muy usadas, las apps de ligue no están plenamente instauradas como una alternativa viable para encontrar pareja estable en el discurso social, pese al gran número de parejas que han salido de ellas, porque el público que las usa sigue fundamentándose en los antiguos estereotipos, y los que acuden a ellas tienen miedo de que les tomen por minusválidos del amor.