Las series son el género televisivo por experiencia. Las películas son tan efímeras como heredadas de la pantalla grande. Los concursos pueden sostener grandes audiencias, pero no aportan imagen de marca a las cadenas, y en un contexto de pago por suscripción, hace falta justificar el exigir unos dólares mensuales a los consumidores. Los documentales tienen, en su mayoría, una audiencia reducida, y los programas tienen fecha de caducidad a la hora de reemitirlos. Las series en cambio son mucho más caras, pero pueden ser muy rentables además de dar esa anhelada imagen de marca a la casa que las fabrica. Los Soprano o The Wire fueron y son santo y seña de HBO; Netflix tiene por bandera a House of Cards, Orange is the New Black o Narcos, ABC se engrandeció con Lost y AMC disparó su popularidad con Breaking Bad y The Walking Dead.

A mediados de la pasada década comenzó el boom de las series, siendo Lost posiblemente la mejor referencia para su inicio. Desde entonces hemos visto, gracias en parte al paso del modelo de emisiones en directo a otro de consumo bajo demanda, cómo ha crecido notablemente el número de series anuales de éxito.

Uno de los disgustos del año ha sido la noticia de la cancelación de Sense8 por parte de Netflix, sobre todo porque ha tenido lugar bastante temprano (apenas iba por su segunda temporada) y se comunicó de forma bastante abrupta: no se dio a pie a cerrar tramas, sino que de la noche a la mañana se canceló todo.

Sense8 no es el mejor ejemplo, pero la sugerencia de Reed Hastings, CEO de Netflix, de que podrían venir más cancelaciones con relativa facilidad, es una buena señal: las series deben tener un final claro más pronto que tarde en lugar de estirar las temporadas como un chicle esperando a que la audiencia, y por lo tanto la cadena emisora, proceda a su ejecución. Al menos si pensamos en criterios de calidad dejando a un lado el parné.

Hemos analizado a través de IMDb la puntuación de los 6.229 episodios emitidos de una selección de 40 series, tanto finalizadas como en emisión, para comprobar a partir de qué momento, como patrón, su calidad se empieza a degradar. ¿Cuántas temporadas puede sobrevivir una serie de forma digna? ¿A partir de qué momento se sigue únicamente el criterio de la audiencia para decidir si continuar o darle un final? ¿Qué duración comparten las series más exitosas?

En esta gráfica podemos ver cada episodio de cada una de esas cuarenta series reflejado en cada punto celeste, ordenado de forma cronológica. Hay algún episodio que está por debajo del 5 que marca el inicio del eje Y, pero comenzamos por ahí por una cuestión de homogeneización (todos los ejes idénticos) y visualización (óptima en ese rango). La línea azul es la línea de tendencia que marca la ídem de cada serie a lo largo de sus episodios, de principio a fin de la serie. Importante recordar que muchas de ellas siguen en emisión, para esta selección hemos descartado las que lo están pero tienen menos de tres temporadas (como Narcos, Better Call Saul o la cancelada Sense8).

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Podemos dividir las series según su tendencia de la siguiente forma (entre paréntesis, su número de temporadas, bien hasta la fecha o bien con la serie finalizada):

  • Mejoran de principio a fin: Breaking Bad (5), The Wire (5), Sons of Anarchy (7), Vikings (4), The Leftovers (3), Black Mirror (3), House of Cards (5), Orange is the New Black (4), Peaky Blinders (3).
  • Empeoran de principio a fin: Los Simpson (28), Futurama (7), The Big Bang Theory (10), Padre de Familia (15), Modern Family (8), Frasier (11), The Office (9), Embrujadas (8), Prison Break (4), Anatomía de Grey (13), El Equipo A (5).
  • Mejoran pero terminan empeorando: Seinfeld (9), The Walking Dead (7), Expediente X (11), Doctor Who (26), Mad Men (7), House (6), Sherlock (4), Dexter (8).
  • Empeoran pero terminan mejorando: Malcolm in the Middle (7), The West Wing (7), Los Soprano (5).
  • Lineales: Lost (6), Game of Thrones (6), Friends (10), Sobrenatural (12), Sexo en Nueva York (6), The Americans (5), I.T. Crowd (5), Buffy Cazavampiros (7), El Coche Fantástico (4).

El patrón se ve bastante claro: por lo general, las series que mejoran o mantienen su calidad son las que duran unas cinco temporadas. A partir de la sexta o séptima suelen comenzar a caer en calidad. Conforme más se alargue, más difícil es, cuando no imposible, no tener que bajar el listón.

Un buen ejemplo lo vemos en Doctor Who, que logró cierta estimable mejora con el paso de las temporadas pero terminó claudicando ante el desgaste que provoca el paso del tiempo, pero sin duda el más extremo está en Los Simpson. Una pequeña escalada para regalarnos aquellas míticas e inmortales nueve primeras temporadas a las que sucedió la mediocridad.

En el otro extremo, series sobresalientes que no hubiesen resistido tan bien la torsión que sostiene la dilatación: Breaking Bad, The Leftovers, Los Soprano, The Wire... Las mejores series de la historia, las que lo son hasta el final y no necesitan que olvidemos su cierre mediocre, sencillamente no se prologan más allá de una séptima temporada.

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Vamos ahora con un indicador tan relativo como curioso: el episodio final de cada serie y cómo puede mejorar o empeorar nuestro recuerdo de ella. Decimos "relativo" porque está medido por el cociente entre su puntuación y la puntación promedio de toda la serie, así que si una serie es realmente muy buena (como The Leftovers, en torno al 9), no se aprecia tanto que su último episodio sea sobresaliente, ya que la mejora porcentual no es tan alta. No obstante, hay que tener en cuenta que es mucho más complejo subir tres décimas de valoración cuando se está en el sobresaliente (de 9,4 a 9,7 por ejemplo) que cuando se está en horquillas más bajas (de 6,3 a 6,7, por decir algo).

El caso más sangrante, en el que no cabe explicación alguna, es el final de Dexter y su 4,8, que despertó la ira de parroquianos y fieles a una serie que simplemente no merecía un último capítulo así, como se encargó de reflejar la crítica:

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