Orange is the New Black ha regresado a Netflix con su quinta temporada. Son 13 episodios que nos contarán mucho más de lo que sucede en la prisión de Litchfield, con Piper Chapman y los muy distintos personajes que hemos conocido a lo largo de estos años.
Antes: es momento de decirte que esta reseña no contiene spoilers, sólo hablamos de lo que se puede ver en los tráilers de esta temporada. Eso sí, damos por entendido que ya has visto la cuarta entrega de la serie, de otra forma corres el riesgo tanto de enterarte de cosas a destiempo o de no entender de qué va esta reseña.
Dicho lo anterior podemos entrar en materia: en el final de la temporada anterior nos quedamos con un montón de situaciones que se desarrollaron en un mismo momento. Por un lado, Judy King siendo liberada (como si no le hubieran bastado tantos privilegios), Piper y Alex buscando no meterse en problemas, Taystee anunciando la rebelión por el trato insensible de Caputo para dar a conocer la sensible muerte de Poussey; y, claro, Daya apuntando un arma contra Humphrey rodeada de una turba que pide le dispare a ese miserable guardia.
Este lío es tan grande que desenredarlo no será sencillo. Tal como podemos ver en el tráiler, esta temporada se desarrolla en el motín que se cocinó a fuego lento por la brutalidad de los guardias, en particular de Piscatella, que llevó la situación a desastrosas consecuencias.
En esta quinta entrega Orange is the New Black se toma las cosas con calma; después de todo le quedan un par de temporadas más y Piper está a pocos meses de salir de la prisión. Los hechos suceden casi en tiempo real; es decir, en tres días del motín. Eso sí, lo que sucede en este periodo, aparentemente corto, es tan importante para la serie que, para resumir, las cosas nunca volverán a ser las mismas.
Drama-comedia
Una diferencia muy marcada en esta temporada es que la serie parece que se tomó muy enserio las nominaciones en la categoría de comedia en las pasadas entregas de los Emmys, pues su trama transita mucho más en ese sentido. El tono agridulce y profundamente intenso de las anteriores temporadas de OITNB se ha canjeado por más momentos cómicos, no para mal... aunque no siempre funcionan.
El lío que se da en la prisión de Litchfield da pie a que respiremos, junto a las queridas y odiadas reclusas, un poco de libertad. También de conocer mucho más a fondo el drama de otros personajes con los fabulosos flashbacks que en otras temporadas nos han destrozado el corazón y que nos han mostrado el lado más humano y dramático del camino de las reclusas (guardias y demás) que las llevó a prisión.
Si bien la serie siempre ha sido ideal para maratones, y devorar las temporadas de un tirón una marca, esta característica parece desvanecer un tanto el formato de los capítulos. Y es que en esta quinta temporada la historia parece más una larguísima película y no episodios independientes. Por tanto, da la impresión de no engancharnos del todo pues no hay muchas resoluciones en cada capítulo. Aunque, debe decirse, la serie no paga mal a los que esperan al final de la temporada; ya sabemos que sus finales de temporada no son fáciles y, por decir poco, son duros y dramáticos.
Profundidad vs desorden
Una de las debilidades de la quinta temporada de OITNB es que el motivo del formato de esta entrega, es decir: el motín, hace que la historia parezca desordenada. Sí, con el paso de los episodios, y sobre todo al final, las cosas toman sentido; sin embargo, el difícil planteamiento de una prisión tomada (y desordenada) da pie a muchas inconsistencias. A poco de ver las muchas historias que se desarrollan comenzaremos a preguntarnos por cosas que no siempre se resuelven, detalles o cabos sueltos que tenemos que obviar, o bien pasar por alto.
Este mismo desorden hace que el drama de la pasada entrega se olvide un poco o sea mencionado de forma machacona, de tal forma que a veces nos resulta inverosímil lo que sucede o no nos conmueve como en otras temporadas. La buena noticia es que conoceremos más de cerca a otras reclusas, así como sus historias, y esto es una maravilla pues los creadores de la serie si algo saben hacer bien es contar dramas muy profundos. Aunque, debe decirse, los flashbacks (que en anteriores entregas fueron fundamentales para empatizar con los personajes) en esta ocasión no se resuelven, se quedan a medio camino, quien sabe si con la intención de resolverlo en futuras entregas.
El poder del cambio - el cambio por el poder
Es de reconocer las impresionantes actuaciones en la serie, en eso no nos ha fallado antes ni lo hace en esta ocasión. Sobresaliente, poderosa y sublime es la actuación de Danielle Brooks quien interpreta a Taystee. También sorprendente y divertida la de Rosal Colon quien da vida a Carmen "Ouija" Aziza y que, además, su personaje hace fabulosas imitaciones de otras reclusas (actuación sobre la actuación: maravillosa).
Orange is the New Black no sólo se ha centrado (afotunadamente) en la historia de Piper o de Alex, sino que nos ha dado la oportunidad de conocer a muchos otros personajes que con sus historias reflejan problemáticas sociales y humanas de profundas y descorazonadoras fuentes. En esta ocasión se aprovecha el motín para profundizar en otras condiciones y situaciones humanas que duele analizar, ver y vivir a través de los personajes. Constantemente se siente la frustración e impotencia que, por infortunio, existen en la vida real y eso nos hace sentir mucha empatía por las injusticias que sufren los personajes de esta historia. También, y más que nunca, nos hace reflexionar en el poder en muchas de sus expresiones, y como este es la materia tanto de la violencia como de la desigualdad en casi todas sus dimesiones.
Así pues, a pesar del cambio de tono y de ritmo, la quinta temporada de Orange is the New Black es una entrega que, aunque puede ser la menos impactante hasta ahora (pero no por eso merece ser catalogada como "la peor") sí nos ofrece mucho entretenimiento, drama y reflexión. Puede que la serie ha llegado a ese momento en el que el declive comienza a notarse, aunque, debemos recordar, estamos a sólo dos temporadas para despedirla; por tanto disfrutemos lo que nos queda de ella como se merece: con un buen maratón.